Capítulo 1- El principio

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Checo y Max se conocieron desde muy pequeños, para ser exactos en primaria. Ahí fue donde todo empezó. Desde un "Hola, sé que tienes miedo...", de parte de Checo, hasta un "No importa lo que piensen de mí" de parte de Max.

Era un día tranquilo en primero de primaria. Algunos eran nuevos, entre ellos Carlos, Charles y Max. Era un día lluvioso, por lo que tuvieron que quedarse en el salón a la hora de comer. Ahí fue donde comenzaron las pequeñas amistades.

Hola, soy Sergio. Tú eres Carlos, ¿verdad?— Checo se presentó con Carlos.

Sí, soy Carlos, Sergio— Carlos dijo tímidamente.

¿Me puedo sentar contigo?— Checo preguntó, y Carlos asintió lentamente. —¿De dónde eres?— Checo se sentó en una silla al lado de Carlos.

España, ¿y tú, Sergio?— Carlos preguntó.

Wow, yo soy de México. Dime, Checo, no me gusta mucho que me digan Sergio— Checo dijo con una sonrisa en los labios.

Algún día conoceré México, dicen que es muy bonito, o más bien eso dice mi papá— Carlos explicó.

Es muy bonito y lo mejor es la comida. Tienes que ir lo más rápido posible— Checo dijo, y los dos rieron.

En la última hora, las maestras ya no podían separarlos; sin duda, se había creado una gran amistad. Las maestras decidieron dejarlos, pero les advirtieron que no hicieran tanto ruido, aunque a veces les hacían caso y a veces no.

A la hora de la salida empezaban a escucharse truenos. Carlos ya se había ido. Checo, por su parte, sabía que su hermana llegaría un poco tarde por él, así que solo se quedó sentado en su lugar, jugando con un pequeño coche de color azul. Pero Checo escuchó un pequeño grito que fue callado al instante; supuso que fue por el gran trueno que cayó. Pensó que estaba solo, pero estaba muy equivocado.

Checo, al ponerse de pie, se encontró con un niño güero que estaba en la esquina del salón abrazando sus piernas, o, como Checo pensó, hecho bolita. Checo se dio cuenta de que el niño temblaba, así que fue a ver de quién se trataba.

Hola— Checo dijo, pero no obtuvo respuesta, por lo que se sentó al lado del niño y pasó su mano por la espalda. —Sé que tienes miedo, pero no hay nada que temer. Mi papá me enseñó que a los truenos les caemos muy bien y que nunca nos llegarían a lastimar. Solo que ellos a veces no miden el ruido que hacen— Checo contó la historia que su padre le había contado algún día. El pequeño niño levantó la cara y Checo vio que tenía los ojos llorosos, pero Checo no recibió respuesta de este. —Todo estará bien, los truenos no durarán mucho. ¿Puedo saber tu nombre?— Checo preguntó, esperando no tener respuesta.

Soy Max— el pequeño dijo con lentitud.

Mucho gusto, Max. Yo soy...— Checo se iba a presentar, pero Max lo interrumpió.

Sergio— Max terminó la oración por Checo.

Sí, aunque me puedes decir Checo, no hay problema— Checo dijo, y Max mostró una pequeña sonrisa. —¿Y de dónde eres, Max?— Checo preguntó entusiasmado.

Soy de...— Max no pudo terminar, ya que alguien los interrumpió.

Max, aquí estabas. Tu padre está muy enojado por no encontrarte, vámonos— Un niño llegó enojado y se llevó a Max de un jalón, el cual solo pudo despedirse con un adiós con las manos a Checo, y Checo hizo lo mismo.

Checo, tu hermana ya llegó por ti— La maestra le avisó al pequeño Checo, quien emocionado recogió su mochila, se despidió de la maestra y salió corriendo con su hermana.

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