Capítulo 10: ¿Sabes quien es su padre, Max?

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Max no pudo contener la desesperación en su corazón mientras aceleraba hacia el hospital. Apenas había logrado obtener la dirección de Checo, y la ansiedad lo estaba consumiendo por dentro. Tenía que verlo, asegurarse de que estaba bien, de que todo iba a salir bien.

Al llegar al hospital, el frío de la noche apenas lo afectaba mientras cruzaba las puertas, respirando con dificultad. Se dirigió a la recepción, intentando ocultar el nerviosismo en su voz.

—¿Checo Pérez? —preguntó, tratando de sonar calmado.

La recepcionista lo miró, tecleando lentamente en su computadora antes de levantar la vista.

—¿Eres familiar?

Max iba a responder, pero una voz dura y conocida lo interrumpió antes de que pudiera articular una sola palabra.

—Él no es de la familia.

Max se giró y ahí estaba, el padre de Checo, mirándolo con esa misma expresión de desdén que siempre le había mostrado. Era evidente que nunca le había caído bien, y ahora, con Checo en una situación tan delicada, su rechazo se hacía aún más palpable.

No tienes nada que hacer aquí, Max —dijo el padre de Checo, cruzándose de brazos—. No eres parte de esta familia.

Las palabras eran como un golpe. Max sintió que el corazón le dolía más de lo que ya lo hacía al imaginar a Checo enfermo, vulnerable, y ahora esto. No sabía qué decir, cómo justificar su presencia cuando el padre de Checo lo miraba como si fuera un extraño, un intruso. Pero antes de que pudiera siquiera intentar decir algo, apareció la madre de Checo, notando la tensión en el ambiente.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó, mirando a ambos con preocupación.

Max tragó saliva, tratando de encontrar las palabras adecuadas.

Solo quiero verlo... por favor —dijo suavemente, con la voz temblorosa.

La madre de Checo lanzó una mirada a su esposo, quien desvió la vista con una expresión de desaprobación, pero no dijo nada más. Con un suspiro, ella asintió y le dijo a Max:

Está bien, Max, puedes verlo. Pero solo por un rato. Checo necesita descansar.

Max asintió, agradecido, y siguió a la madre de Checo por el pasillo. Al llegar a la habitación, su corazón se aceleró al ver a Checo conectado al respirador, acostado en la cama, tan frágil y pálido que parecía estar luchando con todas sus fuerzas solo para mantenerse allí. Max sintió un nudo en la garganta, y por un momento, no pudo moverse.

Se acercó lentamente, tomando la mano de Checo con cuidado, como si su simple toque pudiera despertarlo de ese estado tan vulnerable.

Checo... —susurró Max, inclinándose hacia él—. Estoy aquí.

Se quedó allí, en silencio, observando el subir y bajar lento del pecho de Checo, deseando poder hacer algo para aliviar ese sufrimiento. Max comenzó a hablar en voz baja, contándole todo lo que había estado sucediendo, cómo había intentado contactarlo, cómo había estado tan preocupado.

No puedes irte ahora... —dijo con un suspiro—. No cuando apenas hemos empezado a entendernos.

Una lágrima cayó de sus ojos, pero Max no la limpió. De alguna manera, le parecía correcto mostrar su vulnerabilidad en ese momento, no tenía que ser el fuerte siempre. Sentía que podía ser él mismo con Checo, incluso en un estado tan frágil como ese.

Sin embargo, antes de que pudiera decir algo más, su teléfono vibró en su bolsillo. Sacó el dispositivo, mirando la pantalla, y vio el nombre de su padre iluminado. Con una sensación de incomodidad, Max respondió, sabiendo que no tenía elección.

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