°10°

406 50 6
                                    


Mientras subía las escaleras hacia el cuarto del doncel, se sentía más pesado con cada paso

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Mientras subía las escaleras hacia el cuarto del doncel, se sentía más pesado con cada paso. Su corazón latía con fuerza, lleno de angustia y culpa. Él sabía lo que había sucedido, sabía que ese maldito sirviente había roto algo en Alastor que ya estaba agrietado, y no podía dejar de pensar que había fallado en protegerlo.

Cuando llegó a la puerta, notó que la habitación estaba en un silencio profundo, roto solo por los pasos de Cerbero en su forma pequeña, caminando de un lado a otro dentro. Lucifer suspiró, apoyando su frente contra la madera fría de la puerta antes de finalmente hablar.

—Alastor... —comenzó, su voz suave pero cargada de preocupación—. Sé que no quieres verme, que no quieres ver a nadie. Pero, por favor, solo escúchame.

El silencio de la habitación se mantuvo. Lucifer cerró los ojos, tratando de controlar su respiración mientras sus pensamientos se acumulaban, buscando las palabras correctas. Cada segundo que pasaba sin una respuesta le hacía sentir que lo estaba perdiendo, pero no podía darse por vencido.

—Lamento lo que sucedió, lamento no haber llegado antes... —continuó, su voz quebrándose levemente—. Pero estoy aquí ahora. No importa lo que necesites o cuánto tiempo te tome, estoy aquí, Alastor.

Apoyó su mano suavemente en la puerta, como si a través de ese gesto pudiera traspasar la barrera que los separaba. Dentro, Cerbero seguía moviéndose, pero no había señal de Alastor. Un suspiro pesado escapó de los labios del príncipe.

—Te necesito... —susurró, más para sí mismo que para Alastor—. Nunca me he sentido así por nadie. Por favor, déjame ayudarte.

Pasaron unos segundos de angustiosa espera, hasta que algo rompió el silencio. Una respiración entrecortada, débil, como un eco lejano. Era apenas un susurro, pero lo suficientemente claro para que Lucifer lo escuchara.

—¿Lu...cifer? —La voz de Alastor, quebrada y casi inaudible, llegó desde el otro lado de la puerta.

Los ojos de Lucifer se abrieron de par en par al escuchar su nombre salir de los labios de Alastor. Ese pequeño susurro, aunque frágil, fue suficiente para devolverle toda la esperanza que había estado perdiendo. Apoyó ambas manos contra la puerta, su corazón latiendo con fuerza.

—Estoy aquí, Alastor. Siempre lo estaré. —respondió con firmeza, aunque su voz seguía cargada de emoción.

Dentro de la habitación, Alastor estaba sentado en el suelo, abrazando la camisa de Lucifer contra su pecho. Sus orejas se movían ligeramente, asustadas pero atentas. La presencia de Cerbero lo acompañaba, pero algo en la voz de Lucifer lo había alcanzado de una manera que no esperaba. Se sentía tan roto, tan vulnerable... pero esa simple promesa, esas palabras del príncipe, habían tocado algo en su interior.

—No sé cómo hacerlo... —confesó, con los ojos llenos de lágrimas—. No sé cómo confiar... otra vez.

Lucifer apoyó su frente contra la puerta de nuevo, cerrando los ojos con una mezcla de dolor y alivio. Aunque sabía que Alastor estaba sufriendo, el simple hecho de que le hablara, de que compartiera su dolor, era un paso enorme.

—No tienes que hacerlo solo. —dijo Lucifer, su voz baja pero firme—. No quiero que lo hagas solo. Tómate tu tiempo, el que necesites, pero no me alejes de ti. No después de todo lo que hemos pasado.

Hubo un largo silencio después de esas palabras. Alastor temblaba, sus dedos aferrados a la tela de la camisa del príncipe, sus ojos nublados por las lágrimas. Cerbero, siempre vigilante, apoyó su enorme cabeza en el regazo del doncel, como si también entendiera la gravedad del momento.

Finalmente, Alastor susurró con un tono débil, casi resignado:

—Estoy... roto, Lucifer.

Esas palabras fueron como un puñal para el príncipe, pero no permitió que su dolor lo detuviera. Alastor necesitaba escuchar algo más.

—No lo estás. —respondió Lucifer con convicción—. Lo que eres, todo lo que eres, es perfecto. No importa cuánto te sientas roto, yo estoy aquí para ayudarte a juntar cada pieza, una por una. No tienes que ser fuerte todo el tiempo. Déjame sostenerte.

Al otro lado de la puerta, Alastor cerró los ojos, sintiendo que algo en su interior comenzaba a ceder, aunque fuera solo un poco. La camisa de Lucifer entre sus manos se sentía más cálida, y su voz, más cercana que nunca. Tal vez... tal vez podía dejarse caer un poco más, solo por ahora.

Cerbero dejó escapar un pequeño gruñido, como si estuviera de acuerdo, y Alastor acarició su cabeza con suavidad. Todavía no podía enfrentarse a Lucifer cara a cara, todavía no estaba listo para abrir del todo la puerta, pero esa pequeña respuesta, ese "Lucifer" que había salido de su boca, era un primer paso.

Y, para el príncipe, fue más que suficiente. La esperanza había regresado, y con ella, la promesa de que seguiría luchando por ese doncel que le había robado el corazón.

—Descansa, Alastor. —dijo Lucifer con una suavidad inusitada—. Yo seguiré aquí, siempre aquí.

El silencio volvió a llenar la habitación, pero esta vez no era pesado ni vacío. Al otro lado de la puerta, ambos compartían una conexión invisible, y aunque aún había un largo camino por recorrer, ese pequeño intercambio les recordó que no estaban tan lejos el uno del otro.

Lucifer se quedó allí, apoyado en la puerta por un largo rato, respirando con alivio. No necesitaba más por el momento. Alastor le había dado una señal, una diminuta chispa de esperanza que lo mantendría adelante, sin importar cuán difícil fuera el camino.

Dentro, Alastor cerró los ojos, con la voz de Lucifer resonando en su mente. No estaba listo para abrirse del todo, pero por primera vez en mucho tiempo, se permitió creer que tal vez no estaba tan solo como siempre había pensado.

❝ 𝗗𝗢𝗡𝗖𝗘𝗟 ᴅᴇʟ 𝗥𝗘𝗬 ❞┃AppleRadioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora