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Después de cenar, Yoongi y Jungkook salieron a buscar bebidas para la fiesta como siempre. Así que aproveché la oportunidad de tomar un agradable baño, haciéndome sentir relajado y fresco.

Gruñí ante el pensamiento de otra fiesta.

Ellos no se ponían salvajes o algo por el estilo, pero se quedarían hasta por lo menos las dos o tres de la mañana.

Encima de la falta de sueño, habría un gran desastre que limpiar en la mañana, tanto dentro como fuera.

Cuando di un paso fuera del baño, choqué directo contra Jungkook.

Sus manos se extendieron para sostenerme, agarrando mi muñeca para que no me cayera.

—Wow, me gusta tu atuendo —dijo, mirándome de arriba a abajo lentamente.

Retiré sus manos de mí y entré pisoteando a mi habitación, azotando la puerta al pasar.

Tan pronto la puerta se cerró, él tocó.

—¿Qué, Jungkook? —pregunté amargamente a través de la puerta cerrada.

—Ángel, abre la puerta por favor —pidió, agarrando el pomo.

—Jungkook, ¿podrías simplemente irte?

Fruncí el ceño y pisé mi pie, y de inmediato me sonrojé y le di gracias a Dios de que él estuviera del otro lado de la puerta y no pudiera verme.

—Ángel, ¿por favor? —rogó.

Me encogí de hombros.

Odiaba cuando usaba ese tono de voz.

Era su voz de hora-de-dormir a la que tenía problemas para decirle que no.

Arrastré la puerta abriéndola y él me sonrió mientras me pasaba dentro de mi cuarto.

—Bien, ¿qué demonios quieres? —pregunté, caminando hacia mi armario para sacar mi camiseta favorita de las de Jungkook que encontré en la lavadora.

—Hey, me preguntaba dónde estaba esa camiseta —dijo, asintiendo frente a mi camisa.

Jadeé pensando que me pediría que se la regresara.

Era mi camiseta favorita.

Me la ponía cada vez que comenzaba a sentirme vago y descansado alrededor de la casa.

—No te la regresaré, adoro esta camisa —dije, sacudiendo mi mano en un gesto desdeñoso.

—Es justo.

De todas maneras luce mejor en ti —replicó, con una sonrisa
Suspiré exasperado.

¿Por qué tenía que ser tan coqueto?

—En serio, ¿qué quieres? —repetí, caminando hacia la puerta y colocando mi mano en la manilla, listo para patear su trasero si hacía algún otro comentario coqueto.

—Sólo quería dejar mis cosas.

Un cambio de ropa y algunas cosas para mañana, dado que pasaré la noche aquí —dijo, soltando su bolsa en mi cama.

—¿Y no podías simplemente dármela en lugar de entrar aquí? —pregunté con rabia.

¿Por qué tenía que hacerlo todo tan difícil?

—Podía haberlo hecho, pero me habría perdido el placer de ver tu ardiente trasero en mi camiseta.

Creo que es muy sexy que un chico vista ropa de su hombre —ronroneó, escrutándome de nuevo, lo que me hizo estremecer.

Arrastré la puerta abriéndola y lo miré.

—¡Tú no eres mi hombre, así que lárgate! —le solté.

|El chico que se escabulle por mi Ventana| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora