Ni las decisiones de sus padres pudieron separar el amor que unía a Shoto y Gea en su juventud. Años después, el destino los vuelve a cruzar en circunstancias inesperadas.
Trabajando en la empresa de uno de los mejores héroes, se encuentra cara a ca...
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G E A
Verme en el espejo, los cambios en mi cuerpo mes a mes, sabía que era una bendición, un hijo es el mayor tesoro de una madre, pero, estaba aterrada.
Tenía solo quince años, había hecho todo mal, no me arrepentía aún así. Saber que dos pequeños seres dependían de mí. Dos. No uno, sino dos corazones latiendo dentro de mí. Me sentía abrumada, confundida, y no sabía si estaba lista para todo lo que venía.
No importaba lo que dijeran los demás, ni siquiera lo que mis padres pensaban. Yo iba a ser madre. Iba a ser su madre, y haría lo que fuera necesario para protegerlos.
Era egoísta al querer proteger a todos los que amaba, evitando la verdad a Shoto, sacrificándome por mis bebés, eran decisiones difíciles, que estaba dispuesta a cumplir.
Elegir sus nombres fue un proceso lleno de amor y simbolismo. Sabía que quería que llevaran algo de su padre, Shoto, aunque él no estuviera presente.
Ren. Era un nombre que significaba "loto", una flor que crece en el agua, fuerte y resiliente. Quería que él tuviera esa fortaleza, que fuera capaz de enfrentar cualquier obstáculo en la vida, igual que lo hacía el loto en las aguas turbulentas.
Kori. Significaba "hielo", sólido, inquebrantable. Elegí ese nombre porque quería que él tuviera esa calma y claridad, que aprendiera a mantener su centro en medio del caos. Al igual que el hielo, quería que fuera resistente, capaz de adaptarse a su entorno, pero sin perder su esencia.
A veces me preguntaba si entenderían por qué hice esas elecciones. Si algún día sabrían de dónde venían sus nombres y la historia detrás de ellos.
En esos días, cuando todo parecía incierto, el apoyo de mi hermana y mi cuñado fue lo que me mantuvo en pie. Ellos tenían sólo 20 años, apenas eran mayores que yo, pero se convirtieron en el pilar que necesitaba. Mi hermana, siempre tan fuerte y decidida, nunca me dejó sentirme sola. Ella me sostuvo, me cuidó, y nunca me hizo sentir juzgada. Y su esposo, Shin, también estuvo ahí, siendo esa figura de estabilidad que tanto necesitaba en un momento de caos.
