00: 13: Beat me down, built me up

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La brisa de la campiña inglesa se proponía demostrar el punto de que una chica nunca debía tentar los demonios de un hombre peligroso.

En esos instantes, Jun Anderson se esforzaba por esconder su sonrisa de pirata mientras los resoplidos de su pasante le llegaban desde detrás de su hombro.

—¿Podrías tener más cuidado?

Era la tercera vez que le reñía por su forma de conducir en una carretera desierta a excepción de las extensiones de campos sembrados de variedad de árboles frutales y vid.

Jun aceleró un poco más solo para escucharla chillar y aferrarse a su cintura como si la vida le fuera en ello. Su pequeña broma de colocarle delante del manillar había terminado con una épica pelea donde le había faltado poco para levantar a la mocosa en volandas y amarrarla a la cama de su habitación, con tal de demostrarle un par de cosas.

Era demasiado ilógico que el carácter volátil de Emma le estuviera divirtiendo como no recordaba en años. Un soplo de aire fresco tal como la tarde en una región cubierta de pastizales y ajetreo.

—No sabía que eras tan llorona. Vamos, Pierce, levanta ese ánimo.

No pudo escuchar su respuesta antes de rodear un pequeño puente y aparcar bajo la sombra de un manzano en flor. Emma seguía firmemente abrazada a su cintura aún cuando el traqueteo de la Harley dejó de ser audible. Jun se giró para observar a su pasante con media sonrisa en el rostro.

—Quiero que pierdas todas tus acciones en la bolsa. Como mínimo que tengas una catástrofe financiera por casi secuestrarme para esta…

—Sigue así y no te enseñaré los viñedos. Estáte quieta mientras te ayudo.

La amenaza más dulce que le habían hecho en la vida a una aturdida Emma iba con un pecaminoso dedo que le delineada el labio inferior. Aquellos espejos ambarinos centellearon una vez antes de llenarse con los reflejos del verde que los flanqueaba.

—Ya comienzo a dudar de ese interés tan persistente en la agricultura ¿Son tuyas?

Ella señaló con una mueca de su pequeña nariz. Él terminó de retirarle el casco antes de ayudarla a bajar de la motocicleta. Emma deseó que se construyera la distancia pero aquellos dedos largos adornados con un solitario aro de plata no se dignaron a dejar en libertad los suyos.

—Una pequeña parte. Lo siento…

No entendió hasta que los labios de él le rozaron los nudillos y el resto de la sonrisa de calavera que parecía haberse quedado impresa en su rostro salía a la luz.

—Es cierto que te ordené acompañarme cuando debía haberlo pedido con cortesía. A veces olvido quién eres.

Ella estuvo tentada a cuestionar por qué pero gracias a una buena coincidencia, terminó desistiendo cuando un hombre corpulento, de intensos ojos café se acercó a ellos rectificando la gorra de béisbol que le protegía a duras penas del sol.

—Anderson, no te esperaba hasta pasada la próxima semana.

Su voz de barítono debió haber impresionando a Emma, pero para su sorpresa y disgusto, se encontró sacando conclusiones entre las dos figuras masculinas a su disposición. Jun reaccionó rodeándole la muñeca con una de sus manos.

—Aproveché que es el cumpleaños de Anne y quise comprobar por mi propio pie como marcha la inversión, eso y si ya terminaron con la pared de la casa.

El atractivo desconocido asintió sin dejar de examinar la forma en la que Jun mantenía sujeta a Emma. Una sonrisa perezosa le dibujó hoyuelos en las mejillas y ella decidió que le caí bien.

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⏰ Última actualización: Sep 29 ⏰

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