00:07. Americanation

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Nunca creas en la calma anterior a la tormenta. Por lo visto el día de descanso que tuve después de la presentación se lo tragó la visita del señor Anderson a la casa de su madre en una de las zonas más pijas de la ciudad.

Sinceramente en estos momentos quisiera acabarme la botella de wisky del minibar de la habitación aun cuando el alcohol no sea mi fuerte. No podía más. Jun había reencarnado en su modo patán desalmado y yo pagaba las consecuencias.

Había pasado de tratarme amablemente a considerarme su esclava obsesiva del trabajo. Ilógicos informes que debía completar aun cuando los ojos casi me sangraban, recepciones ridículas en las que debía acompañarle para luego recibir un austero retírate Pierce o no compartas más información de la necesaria, como si fuera parte de la mafia o algo por el estilo.

Estaba harta y ni siquiera las bromas de Felix en las videollamadas o los consejos homicidas de Sab parecían aliviarme. Esta tarde había sido el colmo cuando sin tapujos me comunicó que no podría abandonar la sala de reuniones hasta que no revisara el último de los informes del contrato financiero con el grupo Nakamura.

Que no tenían suficientes personas para hacer eso. Yo solo entendía algo de publicidad no de impuestos y dichosas cuentas de banco, pero obviamente no podía negarme. Decir que había seguido la dieta era pasarse de mentiroso.

Mi estómago ya podía contar con más úlceras de las que estaba segura podía soportar. Estrés, estrés y más estrés multiplicado por el mal carácter de ese cretino hijo de su madre. Ya no me estaba conteniendo.

Quizás la idea de ir al club aunque fuera el último día de mi semana en Japón no fuera tan mala. A lo largo del periplo había recibido tarjetas y flores de Yuta en cantidades ingentes, todas más ingeniosas que la siguiente y no sabía si lo hacía para fastidiar o solo para mostrar verdadero interés.

A esas alturas nada me importaba. Por eso me había refugiado en las aguas termales del spa. Al menos unas horas en aquel sitio para sacar la suciedad de mi piel y calmar mi atormentada cabeza.

Al inicio fue bastante incómodo por el hecho de que había que entrar desnudo al agua. Me rehusé hasta las últimas pero uno de los chicos del staff habló de la posibilidad de usar una toalla y luego sacarlo todo estando en el agua.

Lo único positivo del sitio es que gracias al amparo que ofrecían las rocas alrededor de la piscina era casi imposible que otra persona te observara a parte que por razones de protocolo estaba prohibido.

Por ello había escogido bien mi momento. Pasaban las doce de la noche y una luna ahumada se dejaba filtrar por aquella especie de santuario surcado por hermosas pagodas que era el balneario del Dragón Dorado.

Tenía que arrodillarme ante el arquitecto a cargo de semejante hotel. Colocar un recinto de aguas termales en la planta baja era una hazaña, más el combinar naturaleza e historia en un paisaje sacado de cualquier libro de fantasía.

Suspiré aliviada cuando el agua envolvió mi cuerpo. Casi hasta la barbilla y no me importó que algunos mechones se soltaran del moño en lo alto de mi cabeza.

—Finalmente, paz interior.

Me burlé de mis propias declaraciones mientras retiraba solo un poco la toalla alrededor de mi torso. Podría estar aquí por siglos disfrutando del calor y al mismo tiempo la frialdad de una noche en calma.

Sin más nada en que pensar que el rumor del agua precipitándose sobre el bambú o los reflejos de los peces sobre las vidrieras del domo que separaba el balneario del resto del spa todo era perfecto para mí.

Por eso cerré los ojos y me abstraje del mundo. Un error que después me costaría millones. Bien decían que el tiempo era oro y tarde comprendí que mi anhelada soledad era otra ilusión.

•TODO x JUN•BDW#1#PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora