—Quiero que me enseñes a defenderme —mi voz suena tímida mientras veo pasar las farolas a nuestro alrededor.
—No te hace falta, no volverá hacerte daño —su voz no da opción a cuestionarlo.
—No siempre vas a estar ahí —giro mi rostro, observándolo con la vista fija en la carretera.
—Te he fallado una vez, no volverá a ocurrir —aprieta las manos sobre el volante, haciendo crujir el cuero.
—No me has fallado —estiro el brazo, colocando mi mano sobre la suya en el cambio de marchas, que se aferra con fuerza. —No me has fallado—susurro.
No me mira, solo presta atención al frente mientras zigzaguea por el tráfico de la ciudad, su respiración cada vez es más espesa y puedo sentir como la ira vibra a su alrededor, haciendo crepitar el aire dentro del coche.
—Por favor —aprieto mis dedos sobre el dorso de su mano. —Marco —sus ojos me buscan durante un segundo y aguanto su mirada de ejecutor. —Enséñame a defenderme.
Lo veo apretar la mandíbula, antes de volver su vista a la carretera, y algo por dentro me dice que he ganado la batalla.
—Más te vale que no se lo cuentes a nadie —su voz me sorprende y doy un grito de felicidad, acomodándome de nuevo en mi asiento.
—¿Que me enseñes a pelear? —mi voz suena sorprendida.
—No —gira el rostro y media sonrisa le cubre los labios, dejándome sin aliento. —Que me haces ceder con tanta facilidad —me guiña un ojo mientras reduce la velocidad, cambiando de marchas y haciendo un giro en medio de la carretera haciéndome gritar cuando mi cuerpo se arrastra por el asiento.
El sonrojo me sube al rostro, y necesito disimular mirando por la ventanilla del coche, ilusionada como una niña pequeña por salirme con la mía. Me muerdo los labios cuando vuelvo a fijarme en su perfil y por primera vez en mucho tiempo no siento la ansiedad devorándome por dentro, por primera vez no me siento tan perdida, por primera vez siento que puedo enfrentarme a mis demonios.
—Deja de mirarme así —su voz es un gruñido bajo y me sonroja aún más al pillarme embobada.
—Perdón —me giro como un resorte, nerviosa y una risa ronca inunda el coche.
—Joder, no puedes ser tan ingenua —susurra para si mismo. —Me haces sentirme un maldito pervertido.
—¿Por? —me atrevo a preguntar y lo miro mordiendo mis labios, tímidamente.
Se pasa una mano por la cara, agobiado, negando con la cabeza.
—¿Marco? —su silencio me intriga.
—Espero que en esa lista haya alguna postura en la que me miras con esos ojos y mi polla en tu boca —su confesión me asombra y no se como responder. —Por dios, cariño, cierra la boca —me agarra la barbilla y cierro la boca de golpe, girando mi rostro hacia la ventana.
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Una Joven Tentación (+18)
Roman d'amour¿Que harías si te enamoras del hombre encargado de protegerte?