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La mano de Suguru llegó hasta la piel interna de su muslo. El vampiro jugó creando líneas imaginarías y efímeras sobre su piel con sus dedos y trazó el contorno de su ingle, peligrosamente cerca de su excitación. Su boca se ocupaba de Yuuji, mordiendo sus labios antes de pasar su lengua por ellos y recoger los rastros de carmesí tibio sobre jadeos del menor.

Satoru suspiraba entretenido sobre su piel, alargando el momento con soplidos fríos que erizaban el vello de sus brazos. Su propia mano vagaba por su pierna, apretando el muslo con fuerza que ardía en piel roja y sensible. Besó el camino desde su hombro hasta la mandíbula del menor y dejó una mordida ligera que logró abrir la piel.

Lo sintió sonreír antes de lamer la sangre y soltar un gruñido bajo, desde su garganta, de deseo contenido.

Yuuji temblaba, ido en las sensaciones nuevas y familiares al mismo tiempo; en la forma en que su omega se removía inquieto, tan dispuesto a seguir aceptando el contacto ajeno.

De sus alfas.

Se puso en pie de un salto, asustado. El pensamiento repentino cargado de necesidad se repitió como eco en su mente.

¿Sus alfas? No, ellos eran vampiros, se recordó. Ellos no lo querían. Se entretenían. Su mascota...

El movimiento brusco, aunque sorpresivo, solo logró que ambos vampiros gruñeran en desacuerdo, regresándolo a su posición con agarres más firmes que vibraron dolorosos. Ambos con la molestia pintada en el rostro.

La mirada de Geto era un cielo nocturno, denso en neblina de un depredador en caza; la de Gojo era un cielo despejado, oscuro en nebulosas de deseo.

Itadori podía sumergirse en ambos tan fácil...

Respiró por la boca, en entrecortados jadeos que el deseo en su vientre volvía más pesado.

"Oh, cachorro, no te hemos dado permiso de retirarte." Hubo miel en sus palabras, pero también un enfado oscuro que hizo a Yuuji asentir torpemente.

"Así que compórtate y abre bien la boca, Yuuji."

Satoru volvió a tomar de él, explorando su boca con agresividad, consumiendo a Yuuji en jadeos que se perdían en la boca ajena. Intentó detenerlo, al menos, que fuese un poco más lento, pero sus fuerzas le habían abandonado y sus manos se aferraron al costado de la camisa del mayor en busca de estabilidad.

Suguru, por su parte, se posicionó entre sus piernas y Yuu fue apenas consciente de la sonrisa peligrosa contra su piel. Besó sus rodillas y alineó los movimientos de su boca con los de sus manos. Subió con calma, succionando la piel libre, respirando hielo sobre su piel caliente.

Sus manos grandes llegaron a sus muslos y él se detuvo a morder, primero suavemente, después, encajando sus colmillos hasta que su sangre fluyó como un rio. Geto se interpuso, succionó el camino rojo con vehemencia y satisfacción que dejó entrever en la forma en que sus manos apretaban su cadera.

Se removió, tan confundido. Quería seguir, que no pararan. También quería irse, alejarse de ellos.

Bajó su mano a la cabeza de Suguru, enredó sus dedos haciendo un desorden en el cabello negro e intentó empujar, apenas. La mordida era tan placentera como lo había sido unos días antes; en realidad, era mucho mejor de lo que Yuuji recordaba.

Satoru echó un vistazo rápido y le regresó una sonrisa divertida al menor antes de besar sus mejillas y trazar su camino hasta la clavícula de Itadori y, de ahí, al hombro ajeno. Incluso si lo esperaba, aun así, tembló.

Recargó su cabeza sobre el respaldo del sillón, bastante mareado, jadeando y seguro de que ellos escuchaban el latir acelerado de su corazón contra su pecho. Satoru succionó con fuerza y presionó su mano en el cuello del menor, fácilmente abarcando su circunferencia con ella.

WinterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora