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Despertó agitado, con el corazón acelerado provocando un sonido agudo en su cabeza. Como si estuviese corriendo, de esa forma desenfrenada y casi dolorosa de cuando intentas escapar de algo y la distancia no cede.
Se sentía cansado y al moverse, su cuerpo entumecido se quejaba en un dolor ligero pero persistente por todos lados.
¿Dónde estaba?
La vigilia se dispersó rápidamente y le dejó tendido sobre aquella cama, desorientado, observando la pintura blanca del techo apenas alumbrado.
La habitación le recordó a un mausoleo: las paredes blancas terminaban en cúpula y entre el poco adorno, había figuras oscuras y cuadros enormes con imágenes que no alcanzaba a distinguir.
Gimió al levantarse, ligeramente mareado. Nada en aquel lugar le resultaba conocido. Difería tanto de las habitaciones en las pequeñas cabañas de su manada. Aquel lugar fácilmente era el doble de grande y los pocos muebles estaban repletos de libros. Eran tantos que se apilaban también sobre el suelo en las orillas del mobiliario.
Se puso en pie, tambaleando, y solo entonces fue consciente de su propia desnudez. Yuuji tocó las marcas en su cuerpo, los rasguños que seguro se convertirían en cicatrices sobre su piel; la herida en su pierna ahora estaba cubierta por vendajes limpios y el dolor había menguado hasta una punzada de incomodidad.
Como un carrete trabajando, su mente le regresó todo lo vivido; imágenes en rápida sucesión que terminaron con los rostros divertidos de los dos vampiros que le habían mordido.
Mordido...
Dirigió su mano hasta su cuello y presionó la piel ligeramente inflamada y sensible. Jadeó, percibiendo con sus dedos las dos formas en costra donde los vampiros le habían reclamado.
Yuuji ignoraba si eso, en realidad, podía funcionar. Los omegas, después de todo, estaban diseñados para ser marcados por alfas. Sin embargo, recordó el estallido de placer en su cuerpo, la necesidad física que despertó en su vientre con instintos confusos, pero que eran sin duda alguna respuestas a las mordidas de ambos hombres sobre su glándula.
Pero Itadori no sintió más que un cosquilleo en su mente, como ecos provenientes del otro lado del abismo.
No había ninguna presencia real en él que le indicara un lazo. Aquello le alivió lo suficiente para moverse y buscar una salida. Revisó a su alrededor y encontró una muda de ropa simple obviamente preparada para él.
Salió de la habitación cuando estuvo listo, preguntándose si ellos escucharían el fuerte latido de su corazón desde donde quiera que estuviesen en la mansión.
Claramente era una mansión, pensó, mientras caminaba por el pasillo. Las paredes eran demasiado altas para ser funcionales y había varias habitaciones más que Yuuji eligió ignorar con el fin de salir de ahí pronto.
Al final de las escaleras se encontraba la entrada principal de doble puerta, grande y pintada de blanco. En otras circunstancias Itadori hubiese admirado el lugar, tan espacioso y espeluznante como debía de esperarse de vampiros, supuso; pero ahora lo único en su mente era huir. De todas formas, no iba a ser fácil, y lo confirmo cuando el olor de café recién echo llegó de algún lugar y al buscarlo, encontró la noche en los ojos del vampiro pelinegro.
"El desayuno está listo. Has estado fuera por un par de días, debes estar hambriento."
Pese a saber que él era uno de los causante de que Itadori estuviese ahí, ese tono amable parecía sincero, de alguna forma creíble.
"¿Par de días?" intentó no dejar que aquello lo abrumara, negando suavemente con la cabeza a la sensación de desconcierto. "No. Me iré-"
"No era una pregunta, cachorro." Mantuvo su mirada por lo que pareció una eternidad, hasta que Yuuji no pudo más y la desvió al suelo, repentinamente abochornado por la sonrisa ajena que parecía recordarle las circunstancias en las que conoció a los mayores.

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Winter
Fiksi PenggemarHuyendo de su destino como omega, Yuuji se encuentra a sí mismo presa de dos vampiros extraños y poco prudentes. Y aunque sus conocimientos sobre ellos son escasos, hay una verdad que se le repitió desde siempre en su manada: no se puede confiar en...