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Varias noches después, la incomodidad se había diluido en su memoria. Era como si cada acción de los mayores lograra que Yuuji olvidase todo aquello que no estuviese involucrado con ese ir y venir de coqueteos cada vez más frecuentes, con los que Yuuji comenzaba a emocionarse muy a su pesar.

Geto le despertaba a besos, sonriendo cuando el menor jadeaba al abrir los ojos, y lo guiaba a la cocina donde ya había preparado platillos tan complejos que el menor llegó a preguntarse si es que el pelinegro habría tomado algún curso de cocina o algo así en todos esos años vividos.

Por la tarde, Satoru jugaba con su paciencia, divertido y atrayente, el mayor lograba que Yuuji olvidara su especie y retara al peliblanco; jugaban como compañeros, y luego Gojo le recordaba su lugar con la punta de sus dedos escabulléndose bajo su ropa, con besos robados y comentarios ácidos que poco a poco lograban poner una sonrisa en su rostro.

Las noches era la mejor parte. También la peor. Eran devastadoras, empujaban a Yuuji hasta el fondo de un mar denso que iba descubriendo poco a poco. Se perdía, navegaba, jadeaba hasta que su conciencia se perdía en la oscuridad, solo recordando los labios ajenos, las caricias que marcaban una línea entre lo que para Yuuji era demasiado, pero para su omega parecía insuficiente; y las mordidas profundas que ahora se marcaban en casi cada parte de su cuerpo.

Yuuji miró la forma de las nuevas cicatrices, esta vez, escondidas bajo la camisa blanca. Satoru le había mordido demasiado cerca del pecho y Suguru había encajado su hambre a un costado, por debajo de las costillas. Las remarcó con su dedo y le espantó el sentimiento de reconocimiento en él y su omega.

Esta era su marca, de alguna forma. Era la marca de pertenencia que su lobo imploraba recibir cada noche, y con la que Yuuji luchaba con uñas y dientes, negándola.

"¿Duelen?" Satoru preguntó, sentándose del otro lado de la mesa.

"¿Si te digo que sí dejarán de hacerlas?"

"Por supuesto que no. Yuuji es fuerte, aprenderá a aguantarlas." Dijo y mostro su lengua en acción infantil.

"No duelen." Admitió, bajando la tela a su lugar. "Pero ahora están por todo mi cuerpo, ¿no pueden elegir un solo lugar y listo?"

"Oh, pero si es tu culpa. Sabes qué lugar queremos. Si nos lo das, sería más fácil para todos."

"No gracias."

"Aburrido~"

Sonrió muy a su pesar, escondiendo aquello con otro gran bocado de arroz. "¿Dónde está Geto san?"

"Salió al pueblo humano. Te recuerdo que de algún lugar tenemos que sacar todo lo que comes." Apenas asintió antes de que el mayor continuara. "Eso me recuerda, ¿por qué no comes carne? Es que es absurdo. Eres un lobo. ¿Es alguna clase de pacto animal?"

Yuuji ladeó la cabeza suavemente, compartiendo su respuesta después de pensarlo un poco, tal vez inseguro de lo que el otro pudiese opinar.

"Hace tiempo, cuando apenas tenía siete u ocho años, mi manada cambió de territorio. Es poco frecuente que los lobos hagan eso, pero el territorio se estaba llenado de humanos y era cada vez más difícil mantenerse alejado, así que nos vimos forzados a buscar otro."

"Llegamos aquí meses después de eso, pero este territorio ya tenía su propia manada, así que nos tocó pelear por él. Bueno, no yo, pero el resto de alfas. Pelearon y ganaron..." continuó inseguro, con el estómago revuelto tan solo de recordar aquello. Gojo, de todas formas, parecía saber lo que continuaba.

"Se los comieron." Dijo al fin sin ninguna emoción aparente en su voz.

"Solo-solo a la familia principal. Es algo que debe hacerse, pero..."

WinterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora