capitulo 16

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Perspectiva de Mía

La luz del día se desvanecía, y en la habitación del hospital, el aire se volvió pesado. Sentía que la energía me abandonaba poco a poco, y cada respiración se convertía en un esfuerzo monumental. La angustia se instaló en mi pecho mientras miraba a Adrián, quien no dejaba de sostener mi mano.

—Mía, ¿estás bien? —preguntó, su voz un eco de preocupación.

Intenté sonreír, pero mis labios apenas se movieron. Sabía que mi tiempo se estaba agotando, que la enfermedad estaba ganando terreno. La debilidad se apoderaba de mí, y cada vez que cerraba los ojos, la oscuridad se hacía más profunda.

—Adrián... —susurré, sintiendo que el nudo en mi garganta se apretaba—. Quiero que sepas que estos días han sido lo mejor de mi vida.

Él se inclinó hacia mí, su rostro lleno de lágrimas.

—No hables así. Te necesito aquí, contigo —dijo, su voz temblaba mientras trataba de mantener la compostura.

Miré el collar de lirio que descansaba sobre la mesa. Era un símbolo de todo lo que habíamos compartido, un recordatorio de los días llenos de risas y amor. Y ahora, era también un símbolo de la fragilidad de la vida.

—Adrián, hay algo que debo hacer... —dije, con dificultad.

Me esforcé por alcanzar un cuaderno que tenía a mi lado. Con mano temblorosa, comencé a escribir la carta que había estado guardando en mi corazón.

Querido Adrián,

Si estás leyendo esto, significa que he encontrado mi paz. No llores por mí, por favor. Estos días juntos han sido un regalo, un verdadero paraíso que nunca olvidaré. A través de ti, he aprendido a vivir de nuevo, a amar incluso en los momentos más oscuros.

Me hiciste vivir "siete días en el paraíso". No hay palabras para describir lo que significas para mí. Siempre llevaré el collar de lirio como un recordatorio de nuestra conexión. La belleza de esos días siempre estará en mi corazón.

Gracias por ser mi luz en la tormenta.

Con todo mi amor, Mía.

Mientras terminaba de escribir, el esfuerzo me dejó sin aliento. Solté el lápiz, sintiendo una mezcla de tristeza y alivio al haber podido expresar lo que sentía.

Adrián tomó la carta entre sus manos, y su mirada se oscureció al leerla.

—Mía, no puedes... No quiero perderte —dijo, su voz un susurro quebrado.

—Nunca me perderás... —logré decir, sintiendo que la luz se desvanecía de mi mundo—. Siempre estaré contigo, incluso en la distancia.

Las lágrimas caían de sus ojos mientras yo me dejaba llevar por la suavidad de la oscuridad que me rodeaba. La sangre comenzaba a manar de mis labios, y una sensación de calma me invadió.

—Te prometo que siempre llevaré este collar... siempre llevaré el recuerdo de nuestro amor —dijo, su voz entrecortada.

Con un último suspiro, levanté la vista hacia él. En ese instante, sentí que un torrente de amor me envolvía.

—Te amo, Adrián —logré susurrar.

—Yo también te amo, Mía. Siempre —respondió, su voz era un eco de esperanza y tristeza.

Y mientras el mundo se desvanecía a mi alrededor, su rostro se convirtió en mi último recuerdo. La oscuridad se apoderó de mí, pero en mi corazón, el lirio brillaba con luz eterna.

Y así, en mi último aliento, supe que había vivido verdaderamente, incluso en el dolor.

siete días en el paraíso Donde viven las historias. Descúbrelo ahora