capitulo 9

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Perspectiva de Mía

Cuatro días habían pasado desde que comenzamos esta locura y la sensación de satisfacción por haber donado mis cosas aún llenaba mi corazón. Decidí que era momento de tachar un par de cosas de la lista, así que llamé a Adrián para que viniera a casa.

—Hola, Mía. ¿Qué tal tu día? —preguntó, su voz vibrante al otro lado del teléfono.

—¡Hola! Estoy bien. Pensé que podríamos tachar algo más de la lista hoy —le dije, sintiendo cómo la emoción comenzaba a burbujear dentro de mí.

—Claro, ¿qué tienes en mente? —preguntó, y su entusiasmo me hizo sonreír.

—Quiero que pasemos tiempo con Milagros. Creo que podría ser divertido —propuse, recordando la adoración que ambos sentíamos por la pequeña.

Cuando Adrián llegó, traía consigo una sonrisa que iluminaba la habitación. En cuanto entró, Milagros corrió hacia él con los brazos abiertos.

—¡Adrián! ¡Mía! —gritó, mientras lo abrazaba. La alegría en su rostro era contagiosa.

—Hola, pequeña. ¿Listas para jugar? —dijo, agachándose para devolverle el abrazo.

Mientras Milagros nos guiaba al patio trasero, me sentí agradecida por esos momentos simples de felicidad. La tarde era cálida y soleada, y el aire estaba impregnado de risas y juegos.

Una vez en el patio, decidimos hacer una lista de actividades que podríamos hacer juntos.

—Podríamos jugar a la escondida —sugirió Milagros, sus ojos brillando con emoción.

—Me encanta esa idea. Pero primero, dejemos claro qué vamos a tachar de nuestra lista —dije, sacando el papel que había estado guardando en mi bolso.

Nos sentamos en el césped y Adrián desenrolló el papel. Observamos los elementos que ya habíamos completado:

1. Tener novio.

2. Tener una cita.

3. Hacer algo loco, como arrojarse de una tirolesa en un barranco.

4. Hacer una obra de caridad por otros.

—¡Cuatro cosas en cuatro días! Eso es genial —dijo Adrián, tachando las tareas con una marcada satisfacción.

—Y ahora queremos hacer algo divertido con Milagros —agregué, mirando a la pequeña con complicidad.

Milagros nos miró, intrigada.

—¿Qué es lo siguiente? —preguntó, emocionada.

—Vamos a jugar a la escondida —dije, sonriendo mientras nos poníamos en posición. Milagros fue la primera en contar.

—¿Listos o no, aquí voy! —gritó, comenzando su búsqueda.

Nos quedamos en silencio, conteniendo la risa mientras la pequeña correteaba por el jardín, buscando con todas sus fuerzas. En un momento dado, se detuvo justo en frente de nuestro escondite.

—¿Qué tal si hacemos ruido para despistarla? —sugerí, sonriendo a Adrián.

—¡Buena idea! —dijo él, contagiado por mi entusiasmo.

Empezamos a hacer ruidos tontos, como imitar a los animales. Milagros se detuvo y comenzó a reírse.

—¡¿Qué es eso?! ¡Me están engañando! —gritó, corriendo en dirección opuesta.

Finalmente, salió de su escondite, y con un grito triunfante, la sorprendimos al salir de detrás del árbol.

—¡Te encontramos! —gritamos, mientras ella reía a carcajadas.

El juego continuó, cada ronda llena de risas y alegría. Después de un rato, nos tumbamos en el césped, exhaustos pero felices. Mientras mirábamos las nubes, Milagros comenzó a contar historias de sus aventuras imaginarias, y tanto Adrián como yo escuchábamos con atención.

Perspectiva de Adrián

Era increíble ver cómo Mía se iluminaba en esos momentos simples. La risa de Milagros y su felicidad contagiosa parecían borrar cualquier sombra de preocupación. No podía evitar pensar en lo afortunado que era de estar con ellas, de formar parte de sus vidas.

Mía se veía hermosa, riendo y jugando, y me di cuenta de cuánto me importaba. Aunque sabía que había una lucha interna que enfrentaba, cada momento de alegría que compartíamos era un regalo.

Al caer la tarde, me sentí agradecido. Habíamos tachado cosas de la lista, pero más allá de eso, habíamos creado recuerdos que atesoraríamos. A veces, las pequeñas cosas eran las más significativas, y ese día, rodeado de risas y amor, supe que estábamos construyendo una conexión única.

siete días en el paraíso Donde viven las historias. Descúbrelo ahora