Capitulo 6

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CAPITULO 6

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CAPITULO 6

La biblioteca estaba silenciosa, excepto por el suave chasquido de las páginas al girarlas y el aleteo de los libros encantados que pasaban por nuestras cabezas para ordenarse de una estantería a otra. También se podían distinguir los murmullos y susurros de los estudiantes.

Miré hacia arriba con algo de impaciencia mientras Tom agarraba un libro. Le había pedido que me lo alcanzara y se había reído de mí por mi altura.

—Vas por ahí riéndote de la estatura cuando el que no eres normal eres tú—. Protesté. Tom rió cortamente y me resultó tan reparador como extraño. Era una risa superficial y burlona. Incluso había sido fugaz, pero el simple echo de haberle sacado una reacción a su estatua de piedra, aunque sea una, me complacía de forma sin igual.

No dejé que me ablandara.

—Piensa lo que quieras, pero lo tuyo es algo anormal.

—Anormal es medir dos metros con quince años—. Ataqué de seguida. Había querido sacar esa frase de mis adentros desde inicios de este curso. No sabía que le había ocurrido a Tom en el verano, y tampoco podía dejar entrever que los chicos altos me intimidaban tanto como me ponían.

Contrólate.

A Tom se le ensombreció la mirada.

—Dieciséis.

—Todavía tienes quince—. Puntualicé con la barbilla en alto, digna.

—Pronto serán dieciséis—. Insistió él con un tono de voz calmado. Me cabreaba jamás sacarlo de sus cabales como el hacía conmigo, joder.

Sonreí.

—Todavía no me has dicho que quieres para tu cumpleaños—. Comenté para cambiar de tema mientras aceptaba el libro y le acercaba de nuevo a la mesa.

—Ya te he dicho que no quiero nada. Supongo que me ignorarás como cada año, ¿me equivoco?

Sonreí de nuevo, esta vez con más picardía y me senté.

—Sabes que no dejaría pasar por alto tu cumpleaños.

—No me gustan los cumpleaños. A demás, nunca te regalo nada en el tuyo—. Tom se sentó. Era cierto, jamás me había regalado nada. Y no lo necesitaba. Con una felicitación era suficiente y yo tenía demasiadas cosas materiales ya. En cambio Tom... se me estrujaba el corazón al pensar en todos los cumpleaños que había pasado solo en ese orfanato.

—Entonces te regalaré algo para navidad ...—Canturreé, pues coincidía con las fechas de su día especial.

—Eres imposible—. Tom negó con la cabeza, pero ni si quiera me miró. Me revolví nerviosa en el asiento.

—A propósito de todo esto de navidad... se que todavía falta mucho—añadí cuando vi que arqueaba una ceja. Si había algo que Tom detestaba, eran las celebraciones y fechas "importantes"—, pero he pensado que este año sí deberías venir a casa. Mis padres te adoran y bueno, mi hermano te idolatra, eso ya lo sabes.

—No soy sangre limpia—. Dijo Tom en cuanto terminé la frase, con los dientes muy juntos. Me sorprendió que lo primero que sacase a colación fuera justamente eso, en vez de rechazar rotundamente mi oferta como hacía cada año.

Esta vez no iba a recibir un no como respuesta.

Miré alrededor. No había nadie lo suficientemente cerca como para escucharnos. Sin embargo, al hablar de nuevo, lo hice con un tono mas bajo que antes.

—Eres el heredero del mismísimo Slytherin. Eres más sangre pura que muchos de aquí. Además ya te he dicho que a mis padres les gustas. No quiero que estés solo en Hogwarts otro año más. Por favor—insistí con cara de perrito. Tom rodó los ojos, y aunque mi súplica no pareció afectarle demasiado, se apretó el puente de la nariz y asintió. Supongo que supuso que no valdría mucho la pena volver a debatirme un año más.

Me dio un vuelco el corazón.

—Vale, está bien. Iré, pero solo porque no quiero escucharte hablar más.

Contuve las ganas de gritar y sonreí triunfante, asintiendo varias veces seguidas.

Tom se levantó y recogió sus cosas.

—Me voy antes de cambiar de opinión.

—Vale—dije tontamente, ya pensando en las deliciosas galletas que le iba preparar faltando aún casi tres meses para navidad. Tom se marchó y su aroma quedó impregnado en el aire, haciéndome compañía por un rato más en el que no pude evitar sonreír.

Corazón de hierro (Tom Riddle) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora