❤️‍🔥Capítulo 4❤️‍🔥

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Adriana

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Adriana

Y si te invito una copa y me acerco a tu boca —canto mientras barro mi pequeño departamento de dos habitaciones.

La verdad es que es un lugar acogedor, me gusta el sitio. Además de que tengo toda una plata para mi solita; resulta que es de los edificios que usan toda una planta para un departamento.

Y hablando de departamentos, tocan la puerta del mío.

—¿Quién se atreve a joder a plena nueve de la mañana? —me acerco a la puerta para abrir.

Me quedo completamente paralizada cuando veo la persona frente a mí. Aun se escucha la bachata de Romeo sonando en el radio que tengo en la sala.

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo sabes mi dirección? ¿Quién te dio el permiso para venir? —lo bombardeo a preguntas —Responde.

El solo sonríe. Sus ojos grises se pasean por todo mi cuerpo y entonces mi vestimenta llega a mi mente...

...una bata de satén negra que apenas y me tapa el culo, de tirantes super finos... y mis pezones se marcan.

Su mirada se centra en mis pechos y luego en mis piernas desnudas.

—Mi cara está arriba, Lombardi.

—No sabía que así vestida —señala mi cuerpo y vestimenta —, recibías a todas tus visitas.

Un escalofrío recorre mi espalda; su voz fue baja y gruesa.

—A mi nadie me visita, y me sorprende que tu estés aquí.

—Tengo que hablar contigo y hoy no tienes turno en la empresa, así que vine hasta tu humilde hogar.

De humilde mi departamento no tenia mucho, pero si lo era. De hecho, mi trabajo como secretaria de uno de los empresarios mas millonarios de toda Italia y Miami, me permitía pagarme gustos; pero si no fuera por el hecho de que me están chantajeando y de que tengo mil deudas, fuera un poquito rica.

—¿No me invitas a pasar? —pregunta Alessandro, taladrando mi cuerpo con su profunda mirada gris.

—No —espeto e intento cerrar la puerta, pero su pie la detiene.

Alessandro se abre paso en mi casa y comienza a observar todo; no tengo de otra que cerrar la puerta y mirar como el recorre mi pequeña cueva con su mirada.

—Ve al grano, no quiero que sigas aquí.

No entiendo el porque de mi actitud, pero mientras más actúo así, más rápido se va... ¿cierto?

—¿Ya tomaste una decisión? —se sienta en uno de los muebles.

—No. No creas que la voy a tomar de la noche a la mañana.

—Tienes cuatro días dándome excusas —puntualiza —Creo que merezco una puta respuesta.

Ah no, en mi casa no italiano de pacotilla.

El contrato que nos unió ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora