FINAL

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Solo existían dos opciones:

1- Itadori no era tan buen besador como pensaba.

2- Fushiguro aprendía demasiado rápido.

Las dos llevaban al mismo resultado: Megumi le estaba comiendo la boca riquísimo, solo habiéndole explicado una vez cómo se daban los besos con lengua.

Yuuji lo había aprisionado contra el colchón haciendo uso de su propio cuerpo, con ambas manos entrelazadas con las de Megumi. Sus pensamientos ahora no eran tan lúcidos con su mejor amigo perfectamente acoplado bajo su contextura, dándole todos los besos que él solo pensó que podrían pasar en sus más cuestionables sueños.

Sí, Yuuji en un par de ocasiones se despertó en medio de la noche, sintiéndose terrible porque en sus sueños le hacía "cosas indebidas" a Fushi. Pero lo atribuyó al estrés, a la presión, al cansancio... jamás a que era su subconsciente gritándole que quería probar los labios de cierta persona.

—Fushiguro, ¿me dejas tocarte?

Si existía una persona en el mundo que lo podía tocar, esa persona era Yuuji Itadori, el chico que le salvó el pellejo una y otra vez, el que le preparaba comida deliciosa, lo llevaba al cine, al sushi de barquitos y a mirar películas en la comodidad de su habitación, con el que se podía reír, conversar de cualquier cosa y estar en silencio sin sentirse incómodo. Megumi no quería ser tocado por nadie más.

—Sí, está bien —aún en la oscuridad, pudo percibir una sonrisa nerviosa en el rostro de Yuuji, que enseguida metió las manos por debajo de la franela del pijama, haciéndolo temblar.

—Eres muy suave, Fushi.

De nuevo sus bocas se buscaron. Todo se sentía raro, pero no forzado. El feo malestar de la tarde, el de los muchos celos por el regalo de las flores, se esfumó de su estómago. Pero estaba latente todavía en su cabeza, gritándole que Megumi tenía que ser suyo.

Suyo como cuando colocas tu nombre en la frente de una persona para que todos vean que te pertenece, porque Yuuji ya no quería ver que a Megumi alguien le regalara flores, ni peluches de perro, ni pagara por sus tickets en el parque de diversiones. No quería que nadie le invitara a ver películas en la oscuridad de alguna habitación, ni que se lo llevaran de la mano por el parque mientras paseaban a sus perros demonio.

Eso lo tenía que hacer él.

Yuuji se separó de su boca, quedándose tan cerca que solo sus ojos estaban en el campo de visión de Megumi. Le acarició el rostro, regalándole un besito en la punta de la nariz, queriendo decirle lo que sentía por él: que lo quería como algo más que un amigo, que su conexión era más fuerte que ninguna otra que haya tenido antes y que, si no estaba siendo muy exagerado, lo amaba. Medio temblando, Yuuji reunía todo el valor de juntar las palabras adecuadas, el tono de voz correcto y la serenidad para no desmayarse, cuando:

—Itadori, te amo.

Un cosquilleo extraño se instaló en su nariz y garganta, haciéndole picar un poco los ojos. Posiblemente era lo más lindo que jamás le había dicho su persona favorita aparte de "te traje tu comida favorita", "escuché esta música porque me recuerda a ti", y otras cosas de ese estilo que a veces le solía decir Megumi.

—Me alegra escuchar eso, porque yo también te amo.

Y con tanto amor rondando por el aire, ellos quisieron convertirse en un solo ser esa noche.

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Esa no fue la única confesión de la casi madrugada, en la habitación de Toge Inumaki, Yuta Okkotsu le hacía piojito a su amado de los ojitos hermosos, echados los dos en la cama, listos para ir a dormir después de un muy loco día con muchas sorpresas.

Jugando a ser Cupido 💘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora