¡Hola! Estos cortos están situados en el universo alterno tercermundista de Good Omens, "El Canto del Cenzontle". No es necesario leer ese fanfic para entender estos cortos, pero sí se disfrutan mejor.
Por supuesto, el lenguaje del fanfic es de acuerdo a la zona en donde están los personajes y, al mismo tiempo, sus nombres se han modificado un poco para que queden acordes. Algunos cortos tendrán dibujos hechos por la ilustradora oficial, SoSo. Por favor, denle mucho amor en sus redes ♡
¡Gracias por leer!
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Se sabía, por toda la fina y exclusiva región de Quetzalcoatlán, que los habitantes del pueblo de San Rafael tenían bien definidas sus prioridades.
La mayoría de las personas, en otros lugares, se organizaban para exigirle a sus gobernantes que mejoraran los servicios básicos, como el alumbrado público o el drenaje; sin embargo, la mayoría de las personas en otros lugares no comprendían que celebrar la importantísima fecha de la Independencia de México era cuestión de vida o muerte. ¿Qué importaba si no pavimentaban las calles? Mientras que el alcalde consiguiera llevar a los poderosísimos Tigres del Norte, para cantar en la feria del pueblo, todo quedaba perdonado.
Por ese motivo, no era sorprendente que las personas anduvieran por el mercado peleándose por los últimos ingredientes para el pozole o los tamales, pero eso no era del todo relevante para el joven de cabello rojo que cruzó corriendo por los puestos del lugar como alma que lleva el Diablo.
Iba vestido de negro, como si estuviera yendo a un funeral, aunque la sonrisa en su rostro indicaba todo lo contrario. Por supuesto, la gente cuya solvencia económica dependía de sus ventas en ese mercado, ya lo conocían bien. "El Cuervo", lo habían apodado; un poco debido a su apellido y un poco a su fama. Eso de "cría cuervos y te sacarán los ojos" fue comprobado varias veces por la gente que lo había contratado cuando era apenas un niño, abandonado por su madre que se fue a buscar al padre al Otro Lado. Muchos no lograban comprender por qué los Fell, la familia más acaudalada de la región, lo habían recibido en su bellísima hacienda, pero tampoco era su problema. Al menos, no ese día, que estaban tan ocupados.
Él, por su parte, tampoco les prestaba atención. Y menos cuando, luego de esa carrera por todo el mercado, regresó al local de la familia Fell; ese que, cada temporada, usaban para vender parte de sus cosechas e, incluso, carne. Todos los días, un desafortunado peón tenía que ir al pueblo y atender el local, pero Antonio no se consideraba con mala suerte. No cuando, gracias a eso, había conseguido comprar lo que quería.
Incluso haber hecho ejercicio sin querer valió la pena.
—¡Angelito! —llamó alegre.
En el puesto, con expresión nerviosa por la cantidad de gente que se le había juntado, lo estaba esperando Aziel —el motivo de sus desvelos, el dueño de sus pobres quincenas y el que se imaginaba cada vez que se encontraba a solas, resguardado bajo las finas cobijas de tigre en su jacal—. El menor de los Fell, que había llegado a la hacienda apenas dos meses atrás, nada más para robarse el corazón del joven Antonio J. Cuervo.
—¡Toño! —lo regañó, pero por la forma en que lo miraba parecía que ni siquiera estaba enojado—. ¿Por qué te tardaste tanto?
—Es que tuve que pelear con unas doñas —le respondió mientras se ponía el mandil con el logo de la familia Fell: una elegante "F" con una corona encima—. Pero no te me esponjes, cariñito, que ya llegué.
Aziel quiso decir algo, pues todavía no se acostumbraba a esos apodos ni tampoco a los sutiles agarrones que Antonio le daba cuando nadie más miraba, pero no pudo hacerlo porque tenía que atender a las señoras que estaban exigiendo de la famosa carne de res que ellos vendían y que solo su novio sabía cómo pesar y vender.
Largos minutos se fueron así; con ellos atendiendo y lidiando los regateos de la gente experta en el arte de las compras en mercado, hasta que por fin se despejó el local y entonces Aziel pudo hablar con Antonio.
—¿Y bien? ¿Ya me vas a decir qué fue lo que tenías que hacer tan urgentemente como para dejarme aquí solo?
El de cabello rojo, que estaba sentado en un montón de cajas de madera vacías de las que usaban para las verduras, levantó la mirada para posarla en su bonito novio. Ni siquiera fue capaz de contener la sonrisa.
—¿Seguro quieres saber? —preguntó en tono divertido—. Porque es una sorp-
—Sí quiero —interrumpió Aziel—. Merezco saber por qué me abandonaste.
Antonio soltó una suave risa. Ya conocía, a pesar del corto tiempo, la tendencia que tenía su angelito por tirarse al drama. Lo cierto era que incluso lo disfrutaba, pero, aunque pensó en seguirle el juego para ver qué tipo de telenovela se aventaba, prefirió no torturarlo —también era porque se estaba muriendo de ganas por decirle a pesar de que no iba a admitirlo—.
Sin más, frente a la atenta mirada de Aziel, Antonio se puso de pie y sacó del bolsillo de su pantalón una navaja, un billete de cincuenta pesos —maltratado y remendado con cinta adhesiva canela—, un dulce viejo y aplastado y, finalmente, dos boletos para el concierto en la plaza.
—Es pa' los Tigres del Norte —le dijo con una sonrisa, orgulloso por su hazaña—. Me los consiguió la Betza. Me costaron un chingo, pero no hay pedo. Es lo más chingón pa' celebrar nuestro primer día de novios, ¿no crees?
Aziel, con expresión incrédula, se acercó para tomar en sus manos los boletos y leer que, en efecto, eran para la función de esa noche. Luego, miró hacia Antonio, que lo miraba como esperando su reacción.
—Son para el concierto —dijo.
—Eit —respondió Antonio.
—El concierto de hoy.
—Simón.
—El concierto de hoy, en la plaza pública —insistió.
Antonio alzó una ceja.
—Ps sí, angelito, ¿qué no sabías?
Aziel tomó un respiro profundo. No pensó que tuviera que romperle el corazón tan rápido, pero tenía que hacerlo.
—El concierto de hoy en la plaza pública, Antonio —remarcó—. PÚBLICA.
Seguro que cualquier otro hubiera entendido el problema enseguida, pero Antonio era conocido también por ser más rápido que la inteligencia; al menos para algunas cosas. Por ello, Aziel tuvo que pasarse una mano por el rostro, para calmarse, antes de intentar de nuevo.
—No escuchaste el anuncio en la radio, ¿verdad?
—¿Cuál anuncio?
Con eso, Aziel podía saber que no. Suspiró y se terminó de acercar hasta poner ambas manos sobre los hombros a su novio, como para calmarlo. Luego, con voz suave, le dijo:
—El alcalde dijo que todos podían entrar gratis, Toño...
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El Corazón del Cenzontle
FanfictionCortos situados en el AU tercermundista de Good Omens "El Canto del Cenzontle", usando como referencia el listado de prompts del Flufftober, organizado por la página "Es de Fanfics" en Facebook. Ship: Antonio (Crowley) x Aziel (Aziraphale)