🌱Mudanza🌱

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Chifuyu no entendía porque su madre insistía en hacer estas cosas.

¿Porqué hornear galletas para gente que ni siquiera conocían?

–Son nuevos vecinos Chifuyu, tenemos que ser amables con ellos –le regañó su madre mientras adornaba con dedicación cada una de las galletas –recuerda que debes tratar de la misma manera de la que te gustaría ser tratado.

El rubio suspiró observando las bonitas galletas, su madre era una persona tan buena para el mundo.

–Pero promete que no tardarás hablando con la nueva vecina.

Sabían que se trataba de una mujer de una edad similar a la de su madre, la habían escuchado hablar en un tono inusualmente alto ayer por la noche mientras regañaba a su hijo o al menos eso es lo que suponían. Debía tratarse de un chiquillo revoltoso que hacía un berrinche cada vez que no obtenía lo que deseaba.

–Puedo prometerlo con seguridad porque esta vez iras tú solo –su madre le entregó la cesta muy bien decorada y que además olía delicioso –yo tengo que irme al trabajo, recuerda ser amable.

–Pero mamá sabes que no soy bueno con las palabra –se excusó Chifuyu –no quiero causar una mala impresión.

–No digas esas cosas, quizá te puedes llevar una sorpresa al ir.

Su madre lo tomó de los hombros y juntos comenzaron a caminar hacia la puerta.

–No estoy seguro de que pueda.

–Vamos Chifuyu –lo ánimo su madre mientras se colocaba sus zapatos a un lado del marco de la puerta –¿Iras sin zapatos? Eso es algo muy atrevido.

Chifuyu se calzó con sus zapatos rápidamente mientras su madre le ayudaba a sostener la cesta de galletas.

–Mucha suerte cariño –la señora Matsuno se despidió dándole un beso en la mejilla a su hijo –nos vemos para la cena.

Y sin más su madre se había marchado.

Chifuyu tenía dos opciones, enfrentar a sus nuevos vecinos, entregar el presenté y después huir a encerrarse a su habitación o no entregar las deliciosas galletas que su madre se había esforzado en hacer y sufrir las consecuencias.

Sus pies se movieron automáticamente en dirección a las escaleras del departamento donde vivía, ni siquiera quizo pensar en todos los castigos que su madre le pondría si no entregaba esas galletas. Tenía que hacerlo por su propio bien.

Caminó a paso lento, sabía que el departamento que estaba arriba del suyo era el de sus nuevos vecinos, los habían escuchado moviendo sus pertenencias la mayor parte de la noche.

Dudó un poco cuando se encontró justo al frente de la puerta que debía tocar. Vio el timbre justo a un costado y lo presionó deseando tener tanta suerte como para que nadie atendiera.

Pero era Matsuno Chifuyu y la suerte parecía estar peleada con el.

Dio un pequeño brinco cuando escucho la perilla moverse.

Oh no, ¿Qué se supone que diría?

–No estamos interesados en ningún tipo de seguro de vida –habló la persona que atendió la puerta en cuanto la abrió en su totalidad, dejando ver a un joven pelinegro con cabello largo, no era un chiquillo revoltoso como había pensado.

Chifuyu creía que el amor a primera vista solo existía en aquellos mangas shoujo que leía o en los dramas que veía su madre. Jamás le había sucedido, no hasta ahora.

Cuando su estómago se revolvió debido a la vergüenza o quizá al pelinegro que se encontraba frente a él.

–No, yo no vendo seguros –balbuceo tímido.

–Lo lamento –dijo el desconocido con pena, estaba tan acostumbrado que en su antiguo hogar cada persona que llamaba a la puerta era un vendedor de seguros que su reacción fue automática.

–Yo, es decir, mi madre hizo estas galletas –se atrevió a decir mientras estiraba ambos brazos para entregar la cesta que lo había llevado hasta esa bochornosa situación –me pidió que se las entregara como obsequio de bienvenida a los departamentos.

Chifuyu de verdad esperaba no estar rojo, sabía la facilidad con la que se sonrojaba y no quería parecer un tonto frente al tipo más apuesto con el que había hablado en toda su vida.

–Gracias, que amables –dijo el pelinegro aceptando el obsequio –debería buscar más tarde a tu madre para agradecerle, ¿Cuál es su departamento?

Preguntó con una sonrisa y Chifuyu no podía dejar de verla, embobado en aquel par de enormes colmillos que sobresalían perfectamente.

–Justo el de abajo –se limitó a decir, el rubio quería huir y esconderse en su habitación los siguientes quinientos años –yo debería irme.

Había entregado el regalo y como su madre había dicho se había llevado una grata sorpresa, ahora solo deseaba mirarse al espejo para saber si su sonrojo se encontraba dentro de los límites establecidos por el mismo.

–No me dijiste como te llamas –habló el pelinegro, haciendo caso omiso de las señales de escapar por parte del rubio –yo me llamó Baji Keisuke.

Baji Keisuke, el rubio sonrió al escuchar su nombre, el deseo de tomar una de sus libretas y escribir el nombre de Keisuke encerrado en corazones ¿era muy cursi?

–Soy Matsuno Chifuyu, un gusto Baji-san.

–Puedes llamarme Keisuke, somo vecinos después de todo.

Chifuyu asintió con una sonrisa, creyendo que ya no había nada más por decir, estaba listo para despedirse nuevamente cuando Keisuke habló una vez más.

–¿Te gusta el manga Chifuyu? –Baji no esperó respuesta y continuó –gracias a la mudanza me di cuenta que tengo algunos que ya no son de mi interés, si son de tu agrado puedes quedartelos.

–Oh, claro muchas gracias –Chifuyu se preguntó si ese día la suerte lo había perdonado por cualquier cosa que haya hecho.

–Puedes pasar, mi madre no está así que hay un desastre –aclaró el pelinegro mientras Chifuyu se adentraba al hogar de Keisuke –es por aquí, sígueme.

Y así lo hizo, tal vez fue muy tonto por entrar a la casa de un desconocido pero Keisuke le daba confianza por una extraña razón. El también debería agradecerle a su madre por darle esta oportunidad.

Sonrió inconscientemente al recordar que así había comenzado la última historia bl que había leído.




























































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