el destello

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Holaa os dejo un pequeño os inspirado en el teaser de la colaboración maja "EL DESTELLO", recordad guardaros las playlists del debut y predebut, os las dejo por aquí https://eldestello.carrd.co/ besitoss :)

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La vida en la oscuridad no era algo a lo que la gente se acostumbrara por completo, pero tampoco sabían cómo sería vivir de otra manera. Desde que tenían memoria, los dos chicos, al igual que todos, habitaban un mundo sumido en sombras. No había sol, ni colores, solo una penumbra constante que envolvía todo. El cielo no era ni azul ni negro, simplemente una extensión sin nombre. Las personas vivían guiadas por el eco de sus pasos, el murmullo de las voces y el tacto de sus manos. El mundo era silencioso, apagado, pero la gente aprendió a sobrevivir en él.

Juanjo vivía con sus padres a las afueras de la ciudad. A sus veinte años, había aceptado su vida en la oscuridad, aunque a veces se preguntaba si existía algo más allá de lo que podía ver, o mejor dicho, de lo que no podía ver. A menudo escuchaba el sonido del viento arrastrando hojas invisibles, el crujido del suelo bajo sus pies mientras caminaba al trabajo, y el suave roce de su ropa cuando se preparaba para salir.

No era una vida complicada, pero tampoco era una vida completa. Trabajaba como programador, creando software que nadie veía, pero que la gente usaba para mantenerse en contacto, para crear sistemas en los que confiar en medio de esa eterna penumbra. Juanjo a veces se sentía atrapado. En ocasiones, se detenía frente a su ventana —una ventana que solo mostraba sombras indistintas— y se preguntaba si el mundo alguna vez había sido diferente, si alguna vez hubo colores, luz, formas definidas.

A veces, en sus sueños, veía destellos, sombras que intentaban adoptar formas definidas, pero cada vez que extendía la mano para tocarlas, desaparecían. Se despertaba con una sensación de vacío, sabiendo que había algo que faltaba, pero sin poder ponerle un nombre. La vida de Juanjo era un ciclo de monotonía, un susurro constante de soledad.

Martin, por su parte, era una persona un poco más enérgica. Trabajaba en una librería en el centro de la ciudad. Era un lugar extraño, lleno de volúmenes que la gente leía sin nunca poder ver las palabras impresas en las páginas. Pero, en ese silencio, Martin encontraba consuelo. Le gustaba el sonido de las páginas al pasar, el olor de los libros, aunque nunca había visto uno. El tacto era su único aliado en ese mundo opaco.

A diferencia de muchos, Martin no había dejado de buscar algo más allá de las sombras. Siempre había tenido esa sensación persistente de que algo faltaba en su vida, de que el mundo no estaba completo. Creía que había algo escondido, algo que esperaba ser descubierto. Cada mañana, cuando se levantaba, cerraba los ojos —no porque hiciera alguna diferencia— y respiraba profundamente, como si esperara que, de algún modo, la luz irrumpiera y el mundo cambiara.

Martin también soñaba, aunque sus sueños eran más intensos que los de Juanjo. En ellos, veía formas borrosas, luces tenues que parpadeaban en la distancia. Había veces en que casi podía distinguir algo, como un leve resplandor que iluminaba las esquinas de su mente, pero siempre se desvanecía antes de que pudiera entenderlo.

A pesar de su esperanza secreta, Martin llevaba una vida tranquila. Hablaba con los clientes de la librería, organizaba libros y bebía café en su pequeño rincón favorito del local, donde podía pasar horas con las manos sobre las páginas, imaginando lo que las palabras describían. Para él, las sombras no eran una prisión, pero sí un enigma que algún día, de alguna manera, esperaba resolver.

El mundo que compartían, aunque envuelto en oscuridad, tenía su propio ritmo. Las ciudades aún vibraban con vida. La gente caminaba de un lugar a otro, los niños jugaban en los parques, aunque no podían ver los juegos. Las personas iban al trabajo, se enamoraban, soñaban con cosas que nunca habían visto. Las calles estaban siempre llenas de movimiento, pero todo transcurría en una penumbra constante, en la que los rostros de las personas no tenían color, los paisajes no tenían forma, y el cielo no era más que una extensión infinita de sombras.

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