🌕

40 5 2
                                    

🩸

El viento de la noche acariciaba el bosque con suavidad, llevando consigo el aroma a tierra húmeda y madera. La luna llena brillaba alta en el cielo, su luz bañando las copas de los árboles y proyectando sombras que parecían bailar al ritmo del viento. En una pequeña cabaña oculta entre la espesura, Jorge, un vampiro de cabellos oscuros como la noche y piel pálida, aguardaba en silencio.

La puerta de la cabaña crujió suavemente al abrirse. Claudio, un hombre lobo de imponente figura y ojos oscuros, entró con pasos seguros. Su ropa estaba desordenada, con algunas ramas y hojas aún adheridas a su camisa, como evidencia de la transformación reciente. Los ojos de Claudio recorrieron el interior del hogar que compartían.

—Llegaste antes de lo que esperaba —comentó Jorge, sin apartar la vista del fuego que ardía en la chimenea.

Claudio dejó escapar un gruñido bajo, más de cansancio que de irritación, y se desplomó en una silla junto a la mesa.

—La cacería fue rápida esta vez. No había muchos presas. —Claudio se estiró, su cuerpo aún cargado de energía residual tras la transformación—. Y tú, ¿cómo has estado?

—Esperando. Como siempre. —Jorge se levantó de su lugar y se acercó a él con una sonrisa apenas perceptible—. Has trabajado duro. Deberías descansar.

El hombre lobo lo miró con una ceja levantada, pero su expresión se suavizó ante la amabilidad de su compañero. Ambos tenían años viviendo juntos, pero las diferencias entre ellos seguían siendo evidentes. Aun así, eran más que solo compañeros de especies diferentes; eran familia.

—No sé cómo haces para seguir viéndome con cariño, sabiendo que soy un desastre tras cada luna llena —comentó Claudio, rascándose la cabeza y soltando un suspiro.

Jorge dejó escapar una risa baja, acercándose aún más hasta que pudo apoyar su mano fría en el hombro caliente de Claudio.

—Porque aunque seas un desastre, sigues siendo el hombre que amo. —Los ojos de Jorge brillaron un momento—. Además, comparado con mis años en soledad, prefiero esto. —Le guiñó un ojo antes de caminar hacia la ventana.

Claudio se quedó un momento en silencio, observando cómo Jorge contemplaba la luna desde el marco de la ventana. El vampiro tenía esa serenidad que lo tranquilizaba, una calma que Claudio, siendo un hombre lobo, no lograba encontrar en sí mismo.

—Tu padre... —dijo Claudio, rompiendo el silencio—, aún cree que es extraño que estemos juntos, ¿no?

Jorge suspiró, sin apartar la mirada de la luna.

—Lo es para muchos. Un vampiro y un hombre lobo no suelen hacer buena pareja. Pero, ¿qué importa lo que piensen los demás? —Jorge se giró para mirarlo—. Para mí, lo único importante es lo que tenemos. Somos una familia, a nuestra manera.

Claudio asintió lentamente, sintiendo una calidez que contrastaba con la frialdad de la noche. En más de una ocasión había sentido las miradas de desaprobación de otros lobos, e incluso de los pocos vampiros que conocían su relación con Jorge. Pero todo eso se desvanecía cuando estaban juntos, en ese refugio que habían construido.

—A veces... —comenzó Claudio, con la voz más suave— me pregunto cómo sería todo si no hubiéramos tomado este camino. Si tú hubieras seguido con los tuyos y yo con los míos.

Jorge se acercó y se sentó en el regazo de Claudio, su cuerpo liviano y frío como el mármol, pero reconfortante en su cercanía.

—Quizás habrías tenido una vida más tranquila. —Jorge apoyó su cabeza en el pecho de Claudio—. Pero dudo que hubieras sido tan feliz.

Claudio sonrió y dejó que su mano descansara sobre la espalda de Jorge, trazando pequeños círculos. Era cierto. Aunque sus vidas hubieran sido diferentes, no podía imaginarse una en la que Jorge no estuviera a su lado. A veces, las diferencias entre ellos eran evidentes, pero el vínculo que compartían era más fuerte que cualquier barrera entre sus especies.

—A veces olvido lo difícil que puede ser para ti —murmuró Claudio, casi en un susurro—. Yo puedo cazar, alimentarme... pero tú...

Jorge levantó la vista y sonrió suavemente.

—He aprendido a manejarlo. —Sus dedos acariciaron la mandíbula de Claudio—. Aunque debo admitir que alimentarme de ti... es una experiencia única.

Claudio soltó una risa baja, aunque había un trasfondo de tensión en su mirada.

—No siempre es fácil. Sé que te hago sufrir cada vez que te pido que me dejes beber tu sangre.

—No es sufrimiento, Claudio. —Jorge lo interrumpió—. Es un privilegio. Porque cuando lo hago, siento que me conecto más contigo. Que, aunque somos diferentes, en ese momento, nos volvemos uno.

El hombre lobo observó el rostro de su pareja, con sus ojos tan llenos de sinceridad y cariño, y suspiró.

—Está bien —dijo finalmente—. Pero no abuses, ¿de acuerdo?

Jorge sonrió y, con cuidado, se inclinó hacia el cuello de Claudio. El latido fuerte del corazón de Claudio resonaba en sus oídos. Jorge sintió una oleada de agradecimiento por el hombre que amaba. Sus colmillos rozaron suavemente la piel de Claudio antes de hundirse con delicadeza. El lobo cerró los ojos, dejándose llevar por la sensación.

Cuando Jorge terminó, ambos se quedaron en silencio, abrazados bajo la luz de la luna.

Podían no ser de la misma especie, pero seguían amándose como una verdadera familia.

🩸

(

💮🪱🪼) La gran necesidad que tenía de escribir a Jorge Vampiro y Claudio Hombre Lobo 😫😫😫

(💮🪱🪼) Créditos al artista por la idea 🙌🏻

(💮🪱🪼) Créditos al artista por la idea 🙌🏻

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
𝗩𝗔𝗠𝗣𝗜𝗥𝗢𝗦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora