🦇🐺🧟♂️
31 de octubre.
Halloween.
Una noche llena de travesuras, trucos y dulces.
Y, a veces, incluso de fuerzas sobrenaturales que podrían cambiar la vida de las personas para siempre.
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Jorge, con su impecable camisa negra y una capa de terciopelo que ondeaba a la luz de la luna, se miraba en el espejo. O bueno, se miraría si tuviera reflejo. Ser vampiro no siempre era lo más glamoroso, pero él lo hacía funcionar. No todos los días uno podía combinar siglos de elegancia con una fiesta de disfraces.
—¿Qué tal me veo? —preguntó con un tono de sarcasmo, sabiendo que el espejo no respondería.
A su lado, Claudio, que siempre se quejaba de cómo el pelaje de lobo no combinaba con ninguna camiseta, estaba sentado en el sofá, afilándose las garras distraídamente. Su camiseta de KISS estaba rota por culpa de la transformación, algo que ya había pasado tantas veces que ni se molestaba en buscar una nueva.
—¿De verdad necesitas preguntar eso? —replicó Claudio, sin apartar la vista de sus garras—. Sigues siendo un murciélago elegante, aunque esa capa te hace parecer salido de una película vieja de Drácula.
—Esa es la idea, lobo —respondió Jorge, con un aire de satisfacción—. Pero dime, ¿vas a salir esta noche? Tal vez aullar a la luna o perseguir alguna ardilla.
—Ja, ja, muy gracioso —bufó Claudio, aunque una pequeña sonrisa cruzó su rostro—. Creo que me quedaré en casa. Con Miguel, ya sabes, solo para asegurarme de que no se descomponga mientras duerme.
El mencionado Miguel entró en la sala tambaleándose, una pierna a medio caerse de su cuerpo como si fuera un muñeco de trapo. Aunque era un zombie, siempre intentaba mantener una cierta dignidad... dentro de lo posible. Traía una máscara de Frankenstein puesta, lo que causó que Jorge y Claudio lo miraran con un toque de incredulidad.
—¿Qué? —preguntó Miguel, ajustándose la máscara—. Es Halloween, y pensé que sería divertido... ya saben, un disfraz dentro del disfraz.
Jorge levantó una ceja, mientras Claudio se reía abiertamente.
—Miguel, amigo, eres un zombie. No necesitas disfrazarte de monstruo, ya lo eres —dijo Claudio entre risas.
Miguel encogió sus hombros, lo mejor que pudo considerando su brazo medio descompuesto.
—Lo sé, pero pensé que sería divertido mezclarme entre la multitud esta vez —replicó Miguel con calma, quitándose la máscara y dejándola sobre la mesa—. Además, pensé que podríamos hacer algo juntos esta noche, ya saben, como en los viejos tiempos. Antes de que todos se pusieran tan… ocupados.
Jorge se giró hacia Miguel, su sonrisa mostrando un pequeño destello de colmillos.
—¿Qué propones, entonces? —preguntó el vampiro con curiosidad—. No recuerdo que nuestras noches fueran particularmente “normales” en aquellos tiempos.
Miguel sonrió, o al menos intentó hacerlo con su boca medio caída.
—Truco o trato —dijo, mostrando una calabaza de plástico que había traído consigo.
Hubo un momento de silencio, y luego Jorge y Claudio estallaron en carcajadas.
—¿Estás bromeando? —preguntó Claudio entre risas, su risa resonando en la habitación—. ¿Nosotros tres, en pleno siglo XXI, yendo de puerta en puerta como niños pidiendo dulces?