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La luna llena iluminaba el bosque en las afueras de Serendipity, una ciudad donde humanos, vampiros, hombres lobo y criaturas mágicas convivían en una tregua tensa. La paz nunca había sido perfecta, y menos entre Jorge, el vampiro más antiguo y respetado del lugar, y Claudio, un joven y obstinado hombre lobo.

Desde el día en que Jorge se mudó a la ciudad, se había desatado una rivalidad constante entre ambos. Cualquier oportunidad para lanzar miradas fulminantes o intercambiar comentarios mordaces era aprovechada. Las dos criaturas representaban fuerzas opuestas: la calma fría y eterna de Jorge frente a la pasión ardiente y salvaje de Claudio.

Esa noche, sin embargo, los acontecimientos tomarían un giro inesperado.

Jorge se encontraba en la biblioteca de la mansión de Miguel y Cecilia, dos hadas conocidas por sus travesuras. Había sido invitado a la reunión de Nochebuena que las hadas organizaban cada año. No era algo que le interesara particularmente, pero la cortesía lo había empujado a asistir.

Mientras hojeaba un libro antiguo sobre la historia de los hombres lobo, escuchó la puerta de la biblioteca abrirse bruscamente. Levantó la vista, y ahí estaba Claudio, su eterno rival, cruzando la entrada con su característico andar desafiante.

—¿Qué haces aquí? —gruñó Claudio, su voz cargada de desdén.

—Lo mismo que tú, supongo —respondió Jorge, sin levantar la mirada del libro—. Cumpliendo con las formalidades.

Claudio frunció el ceño y cerró la puerta de un golpe.

—Podrías al menos pretender ser amable, aunque sea Nochebuena —dijo, cruzando los brazos.

Jorge soltó una risa seca.

—Amabilidad no es exactamente la palabra que usaría para describir nuestra relación.

—Tienes razón —Claudio se acercó un poco más—. Porque no existe ninguna relación entre nosotros, y no la habrá nunca.

—Tan agresivo como siempre. ¿No te cansa? —Jorge lo miró finalmente, sus ojos rojos brillando a la luz tenue de la sala.

Claudio apretó los puños, pero antes de que pudiera replicar, la puerta volvió a abrirse de golpe. Esta vez, entraron corriendo Miguel y Cecilia, ambas hadas con sonrisas traviesas en sus rostros.

—¡Ah! ¡Qué sorpresa encontrarlos aquí juntos! —dijo Miguel, con un brillo de picardía en los ojos.

—¿Juntos? —repitió Claudio, frunciendo el ceño—. Ni en tus sueños.

Cecilia soltó una risita y lanzó una mirada rápida a Miguel antes de que ambas alzaran sus manos al unísono. De repente, un destello de luz cubrió la habitación y, en un abrir y cerrar de ojos, Jorge y Claudio se encontraron en un lugar completamente distinto.

Se hallaban en un pequeño armario, apenas iluminado por una rendija de luz. Las paredes estaban cubiertas de madera, y el espacio era tan reducido que sus cuerpos apenas podían moverse sin rozarse.

—¡¿Qué demonios han hecho?! —gritó Claudio, golpeando la puerta del armario sin resultado alguno.

Jorge suspiró y apoyó su espalda contra una de las paredes del pequeño espacio, observando cómo el hombre lobo se retorcía en su frustración.

—Parece que las hadas han decidido que pasemos un tiempo... a solas —dijo Jorge con tono divertido.

Claudio se giró hacia él, sus ojos brillando de rabia.

—No es gracioso.

—Depende de cómo lo veas.

Claudio bufó y se dejó caer al suelo del armario, cruzando los brazos con una expresión de disgusto.

—Nos odian. Es la única explicación para esto —masculló.

—Quizá no tanto como tú piensas —respondió Jorge, inclinándose un poco hacia él—. A veces, las travesuras de las hadas tienen propósitos más profundos.

—¿Y qué propósito tendrían para encerrarnos aquí juntos? —Claudio lo miró, entre desconfiado y curioso.

Jorge sonrió, una sonrisa lenta y algo peligrosa.

—Tal vez quieran que aclaremos algunos asuntos pendientes.

Claudio lo miró incrédulo.

—¿Asuntos pendientes? ¿Qué asuntos? Aparte de que no soporto verte.

Jorge se inclinó más cerca, y Claudio, por primera vez, sintió el frío que emanaba del vampiro, pero también algo más. Una atracción magnética, casi imperceptible, que siempre había intentado ignorar.

—Si realmente me odiaras —dijo Jorge en voz baja—, no estarías tan alterado cada vez que estoy cerca.

Claudio entrecerró los ojos, pero no se apartó.

—No sé de qué hablas —dijo, aunque su tono carecía de convicción.

—Oh, creo que lo sabes muy bien —murmuró Jorge, sus ojos rojos fijos en los de Claudio—. El odio es una forma de energía, pero no es la única que compartimos.

El silencio entre ellos se hizo pesado, y la respiración de Claudio se aceleró ligeramente. Intentó apartar la vista, pero no podía dejar de sentir la presencia de Jorge tan cerca, sus palabras resonando en su mente.

—Deja de jugar conmigo —susurró Claudio, con los puños apretados.

Jorge sonrió suavemente y se acercó aún más, sus labios casi rozando el oído de Claudio.

—¿Quién dijo que estoy jugando?

El corazón de Claudio latía con fuerza en su pecho, su mente luchando por procesar lo que estaba ocurriendo. Nunca se había permitido pensar en Jorge de otra forma que no fuera como un enemigo, pero ahora, en ese pequeño armario, todo parecía diferente. El espacio cerrado, la tensión, el silencio roto solo por sus respiraciones... todo se sentía demasiado íntimo.

Antes de que Claudio pudiera decir algo más, la puerta del armario se abrió de golpe. Cecilia y Miguel los miraban con sonrisas maliciosas.

—¡Feliz Nochebuena! —exclamó Cecilia.

—¿Lo han pasado bien? —preguntó Miguel, claramente disfrutando de la situación.

Claudio se levantó de un salto, intentando recomponerse mientras salía del armario apresuradamente, evitando mirar a Jorge.

Jorge, por su parte, salió tranquilamente, con una sonrisa en los labios.

—Muy entretenido, gracias —dijo con calma.

Las hadas intercambiaron miradas cómplices antes de desaparecer en un destello de luz. Claudio finalmente se atrevió a mirar a Jorge, quien le sostuvo la mirada.

—Esto no significa nada —dijo Claudio, su voz tensa.

Jorge se acercó, inclinándose lo suficiente para susurrarle al oído.

—Dime eso la próxima vez que nos encontremos.

Sin esperar respuesta, Jorge se alejó, dejando a Claudio en medio de la sala, confuso y con el corazón latiendo desbocado.

Quizá las hadas habían conseguido más de lo que habían planeado esa noche.

(💮🪱🪼) Gracias Ceci y Miguelito por 🤗🤗🤗

𝗩𝗔𝗠𝗣𝗜𝗥𝗢𝗦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora