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En una noche oscura y enigmática, en algún rincón recóndito de la ciudad, Jorge preparaba un espacio para un ritual especial. Sus dedos ágiles se movían entre frascos y hierbas mientras encendía velas de distintos colores que proyectaban sombras danzantes sobre las paredes. El aroma de incienso llenaba el ambiente, y una tenue brisa hacía vibrar las llamas, provocando destellos misteriosos en sus ojos. Esa noche, sin embargo, no estaría solo.

A su lado, moviéndose con elegancia y un toque de picardía, estaba Claudio, en la forma de un gato negro de ojos intensamente verdes. Claudio no era un gato común; había sido humano alguna vez, y aunque no le importaba del todo esta nueva forma, echaba de menos sus manos y su voz. Había sido Jorge quien lo había convertido en gato en un acto de magia fallida, o tal vez, de magia mal intencionada. Desde entonces, sus vidas estaban ligadas en un hechizo complejo y casi irrompible.

Mientras Jorge terminaba de trazar el círculo en el suelo, Claudio observaba cada movimiento, saltando de un lado a otro, como si también formara parte de la ceremonia. Los dos compartían una amistad peculiar y, en lo profundo, un cariño que ambos se negaban a reconocer. Cada uno lo expresaba de formas diferentes: Jorge, con chispazos de sarcasmo y bromas, y Claudio, con sus ocasionales maullidos de fastidio y ese ronroneo involuntario que surgía cuando Jorge lo acariciaba.

—¿Sabes que no vas a poder transformarme en humano con eso, verdad? —maulló Claudio, mirando la mezcla en el cuenco con una mezcla de escepticismo y esperanza.

Jorge sonrió y agitó una varita sobre el cuenco mientras murmuraba en un idioma arcano. La magia crepitaba en el aire, haciéndole sentir un cosquilleo en la piel. Miró a Claudio y le respondió con tono divertido:

—Es cierto, tal vez no sea el hechizo adecuado, pero es un comienzo. Además, ¿a quién quieres engañar? Te encanta que te trate como a un rey.

Claudio bufó y giró la cabeza, pero Jorge notó el ligero temblor en su pelaje que lo delataba. Era cierto, aunque se lo negaba a sí mismo, le gustaba la manera en que Jorge le prestaba atención, la forma en que lo cuidaba a pesar de las constantes burlas. Jorge era testarudo y reservado, pero había algo en su forma de actuar que le hacía sentir una calidez que él, un ex-humano convertido en gato, no había sentido en mucho tiempo.

De repente, Jorge le lanzó una sonrisa traviesa.

—Ven, vamos a cenar al aire libre. He preparado algo especial.

En un claro bajo las estrellas, Jorge dispuso un pequeño picnic improvisado. Sacó de su bolso una manta, un par de velas y comida que había cocinado esa misma tarde. La luz suave de las velas hacía que el lugar pareciera sacado de un sueño. Claudio se acomodó cerca de él, observándolo con sus ojos verdes llenos de curiosidad.

La noche estaba tranquila, y ambos se permitieron un momento de silencio, disfrutando de la compañía y el crujido leve de las ramas movidas por el viento. Mientras Jorge mordisqueaba un panecillo y daba sorbos a una taza de té caliente, le lanzó a Claudio un pequeño trozo de pescado que el gato devoró agradecido.

—¿Te gusta? Lo hice especialmente para ti —dijo Jorge, observándolo con una mirada extrañamente tierna.

Claudio asintió, ronroneando de forma casi involuntaria, aunque intentó disimularlo limpiándose una pata.

—Está delicioso, aunque sigo diciendo que si fueras mejor brujo, ya no necesitaría cuatro patas —replicó Claudio, fingiendo indiferencia.

Jorge soltó una carcajada, sacudiendo la cabeza.

—Tal vez no sea un gran brujo, pero sabes que soy tu brujo, ¿verdad? —murmuró, bajando la voz.

El gato levantó la vista, sorprendido por la sinceridad en los ojos de Jorge. Era un momento de esos que rara vez compartían, donde la franqueza reemplazaba sus juegos y burlas. Claudio lo miró, sintiendo en su pequeño corazón de felino algo que se parecía a una mezcla de amor y gratitud. No respondió, pero se acercó y se acurrucó junto a él, permitiendo que la magia de esa noche tranquila los envolviera.

Jorge, sintiendo el peso del gato en su regazo, suspiró. Sabía que el hechizo era difícil de romper, pero en el fondo de su corazón deseaba, más que nada, devolverle a Claudio su forma humana. Sabía que algún día, si ambos perseveraban, lo lograrían. Y entonces, cuando Claudio volviera a ser humano, le confesaría lo que siempre había sentido en secreto.

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(💮🪱🪼) Jorge brujita y sus conjuros raros es yo en prácticas de laboratorio de química. 😭

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