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En una pequeña y acogedora tienda de pociones ubicada en un rincón olvidado de un pueblo brumoso, Jorge se encontraba concentrado en la cocina. Su mirada fija y determinada seguía cada movimiento que hacía con la cuchara de madera, batiendo suavemente el contenido burbujeante de un gran caldero de hierro. El aroma dulce y especiado llenaba el aire, envolviendo la habitación en una atmósfera mágica.
Jorge tenía el cabello desordenado y llevaba una túnica oscura que había visto mejores días. Su rostro mostraba signos de agotamiento, pero la emoción brillaba en sus ojos al pensar en la posibilidad de crear la poción de amor perfecta.
De repente, un suave maullido se escuchó desde la entrada de la cocina. Claudio, un gato negro de ojos verdes penetrantes, se acercó silenciosamente al caldero. Jorge no le prestó mucha atención al principio, acostumbrado a la compañía de su felino compañero, pero pronto se dio cuenta de que Claudio estaba más interesado en la poción de lo habitual.
—¿Claudio? —murmuró Jorge, sin dejar de batir la mezcla—. ¿Qué haces aquí, amigo?
El gato se acercó más, olfateando con curiosidad el caldero. Entonces, en un parpadeo, Claudio comenzó a transformarse. Sus patas se alargaron, su pelaje negro retrocedió, y en cuestión de segundos, un hombre joven y atractivo, con el cabello negro alborotado y una sonrisa traviesa, se encontraba en su lugar. Claudio ahora en forma humana, se inclinó sobre el caldero y, sin previo aviso, sumergió un dedo en la mezcla y lo llevó a su boca.
—¿Eso no es una sopa? —preguntó Claudio, alzando una ceja mientras saboreaba el líquido.
Jorge, atónito, dejó caer la cuchara dentro del caldero y dio un paso atrás. Su rostro pasó del asombro al pánico en cuestión de segundos.
—¡No, no, no! —exclamó Jorge, intentando recuperar la compostura—. ¡Es una poción de amor! ¡No deberías haber hecho eso!
Claudio, aún saboreando el líquido, sonrió con picardía y se encogió de hombros.
—Pues… sabe bastante bien —dijo, lamiéndose los labios—. Quizás deberías considerar venderla como sopa.
Jorge abrió la boca para replicar, pero las palabras se quedaron atascadas en su garganta.
Claudio lo rodeó con sus brazos, y Jorge sintió una atracción magnética, una energía que lo arrastraba hacia él de una manera que nunca había experimentado antes. Sin darse cuenta, Jorge se encontró a sí mismo atrapado en una danza de sentimientos que no comprendía del todo, pero que lo envolvía por completo.
La tienda, con su atmósfera de misterio y magia, pareció desvanecerse cuando ambos cayeron en los brazos del otro, la poción de amor haciendo efecto en lo más profundo de sus almas.
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La habitación contigua, una pequeña alcoba decorada con velas y cortinas de terciopelo. La cama, hasta hacía poco inmaculada, ahora estaba desordenada, con las sábanas entrelazadas alrededor de los cuerpos desnudos de Jorge y Claudio. La respiración de ambos aún era agitada, y el silencio que seguía solo era roto por la luz parpadeante de las velas.
Claudio, con una expresión satisfecha en el rostro, se giró hacia Jorge, apoyando la cabeza en su mano mientras lo miraba fijamente.
—Confirmo que era una poción de amor —dijo con un tono burlón.
Jorge, aún tratando de procesar lo que acababa de ocurrir, asintió lentamente, incapaz de negar lo evidente.
—Sí… yo también lo confirmó —respondió en un murmullo, sin atreverse a mirar a Claudio directamente.
Pero de repente, la realidad lo golpeó. Sus ojos se abrieron de golpe, y su corazón comenzó a latir más rápido. Se incorporó bruscamente en la cama, cubriéndose con la sábana mientras miraba a su alrededor, como si no pudiera creer lo que acababa de suceder.
—¡¿Qué… qué hemos hecho?! —exclamó, llevándose las manos a la cabeza en un gesto de desesperación.
Claudio, aún tumbado, se rió suavemente, estirándose.
—Relájate, Jorge. Fue la poción. No te preocupes tanto.
Pero Jorge no podía dejar de preocuparse. Se levantó de la cama, buscando frenéticamente su ropa esparcida por la habitación.
—¡Esto no puede estar pasando! ¡Se suponía que debía venderla, no probarla… y mucho menos… hacer esto!
Claudio lo observaba con diversión, disfrutando del espectáculo que Jorge ofrecía mientras intentaba vestirse.
—Bueno, al menos ahora sabemos que la poción funciona, ¿no? —dijo Claudio, intentando calmar a su amigo mientras se levantaba de la cama, su tono ligero y juguetón—. Y si sirve de algo… no me quejo del resultado.
Jorge, finalmente vestido, se detuvo en seco, mirando a Claudio con una mezcla de incredulidad y resignación.
—Esto… esto no puede volver a ocurrir —dijo, más para sí mismo que para Claudio—. Necesitamos ser profesionales… mantener las cosas bajo control…
Claudio se acercó a él, colocando una mano en su hombro.
—Jorge, cálmate. Todo va a estar bien. Quizás esto era justo lo que necesitábamos.
Jorge no sabía si reír o llorar. Todo había sido tan rápido, tan intenso, y ahora, en medio de la confusión, se daba cuenta de que algo había cambiado. No solo por la poción, sino porque algo más profundo se había desatado entre ellos.
Claudio con su energía que era mágica y magnética, y Jorge no pudo evitar sentir una calma extraña al estar cerca de él.
—Quizás la poción no tenía tanto efecto en nosotros— sugirió Claudio, susurrando cerca del oído de Jorge, mientras sus labios se curvaban en una sonrisa cómplice.
Jorge lo miró fijamente, y por un momento, todo pareció encajar. Su vida estaba a punto de cambiar de una manera que nunca había imaginado. Con una risa nerviosa, finalmente se relajó y se dejó caer de nuevo en la cama junto a Claudio.
—Supongo que una nueva etapa está por comenzar, ¿verdad?— comentó Jorge, sintiendo que el futuro ahora parecía más incierto, pero también lleno de posibilidades.
Claudio asintió, y sin decir una palabra más, dejó que el silencio llenara la habitación, ambos sabiendo que la magia que habían creado juntos en esa pequeña tienda de pociones era solo el comienzo de algo mucho más grande.
Los días siguientes los vieron volando juntos en la escoba de Jorge, con Claudio, en su forma de gato, aferrado a su espalda. Cruzaban el cielo nocturno, dejando una estela de estrellas y susurros de amor tras ellos, listos para enfrentar lo que la vida les deparara, ya sea en la tienda, en la cocina con calderos burbujeantes, o en lo alto, entre las nubes y la luna.
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💮🪱🪼) ¡A AAAAAAAAAAAAA NO SABEN LA EMOCIÓN QUE ME DA POR PUBLICAR ESTO DE ONE SHOTS! 🥹
(💮🪱🪼) Jorge brujita y Claudio gatico negro, mis protegidos. ❤️🩹
(💮🪱🪼) ¡Se vienen cositas! ☝🏻