Flufftober 2024 "Ausmex"

2.- Atardecer

Solo sin tu cariño, voy caminando, voy caminando

Y no sé que hacer

Ni el cielo me contesta, cuando pregunto por ti, mi bien

La brisa del viento movía su pelo, hace mucho que no cabalgaba en su caballo, no es que no le gustara, es solo que le recordaba viejas épocas, además de que su trabajo ya no le permitía usarlo tanto, lo que era una lastima con lo mucho que lo adoraba.

El aire definitivamente es mas limpio en el campo que en la ciudad y las estrellas resplandecen con más fuerza. Adoraba sus paisajes naturales y a pesar de que le gusta estar solo no le gusta sentirse solo.

Siguió andando por el camino empedrado, y empezó a pensar, en algo o más bien en alguien.

-¿Estaras bien? ¿Pensaras en mi?

Preguntó, sin esperar respuesta, su única compañía era el cielo y su fiel corcel.

No he podido olvidarte desde la noche

Desde la noche en que te perdí

Sombras de duda y celos

Solo me envuelven pensando en ti

Si voltea a la izquierda puede ver el mar, kilómetros eternos de aguas cristalinas. Hoy los atesora, pero hace mucho años recordaba haber llorado al ver al amor de su vida haber partido para nunca volver.

Aun recuerda lo mal que se sintió.

"-¡No puedes hacerme esto!, entiendo que no me dejes verlo, pero ¿ni una miseria carta me dejaras mandar?

Grito enfrente de su presidente en turno, que lo miraba con desaprobación

-Es por tu bien, mientras menos contacto, más fácil se olvida"

Nunca lo olvidó, es más, lo extraño con mucha más intensidad, todas las noches veía las estrellas y las dudas lo carcomian.

"¿Se habrá vuelto a enamorar?¿Pensará en mí?¿Nos volveremos a ver? "

Por momentos su corazón latía con fuerza deseando que el corazón del austriaco no se encontrará siendo ocupado por otra persona, a causa de su ausencia

Deja que yo te busqué y si te encuentro

Y si te encuentro, vuelve otra vez

Olvida lo pasado, ya no te acuerdes de aquel ayer

Olvida lo pasado, ya no te acuerdes de aquel ayer

Pero no era momento de pensar en eso, al fin y al cabo el destino los acababa de reunir, la segunda gran guerra había acabado y el al fin se había reunido con su gran amor.

Tenía miedo de un rechazo o indiferencia, pero el lo recibió con los brazos abiertos. El pasado de ninguno de los dos importaba, pues ahora estaban juntos

Mientras yo estoy dormido, sueño que vamos

Los dos muy juntos a un cielo azul

Pero cuando despierto, mi cielo es rojo, me faltas tú

El cielo empezaba a pintarse de rojo, rojo que antes le recordaba a una despedida trágica, pero ahora le recordaba a la pasión.

Y es que enfrente de él había llegado a un risco, donde el chico que le robaba el sueño se encontraba pintando un paisaje, con tonos rojos brillantes.

-Tan talentoso como siempre.

-La clave es la inspiración.

México se acercó al lienzo lo vio detenidamente y luego volteo su mirada al austriaco.

-Y a ti, ¿qué te inspira?

Los ojos amatista del aristocrata voltearon a ver los ojos del mexicano, era un ojos preciosos a su parecer de un colo rojizo oscuro, bajo la sombra se veían completamente negros, pero al ser tocados por el sol brillaban con un resplandor tan vibrante que podrían ser comprados con dos gemas preciosas.

-A mí me inspiran, las piedras preciosas, y sobre todo el chico que las posee y porta con orgullo encandilador.

-¿Aparte de artista, eres poeta?

Y aunque yo sea culpable de aquella triste

De aquella triste separación

Vuelve, por Dios, tus ojos

Vuelve a quererme, vuelve, mi amor

Ambas naciones se sentaron en el césped, el mexicano acurrucó su cabeza en el hombro del austriaco mientras él le sujetaba una de sus manos y con la otra trazaba un corazón con los colores rojos en la palma de su mano.

El mexicano vio su mano y la presionó suavemente con su mejilla, traspasando el dibujo, para después hacer lo mismo con la mejilla del austriaco.

Estuvieron en esa posición hasta que el cielo empezó a oscurecerse cada vez más.

No le gustaba ser melosos enfrente de otras personas, lo consideraban algo molesto. Pero les gustaba ser cariñosos entre si, al menos aquí y ahora no había nadie que fuera testigo de su amor, claro, excepto por el atardecer.