Capítulo 1: El vacío

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Sofía siempre había sido una chica de planes. Desde pequeña, tenía un esquema claro para cada etapa de su vida. Si algo salía mal, había siempre un plan alternativo, una ruta de escape perfectamente diseñada para cualquier contratiempo. Mientras otros niños soñaban con ser astronautas o cantantes, Sofía ya tenía trazado un mapa mental de su futuro: plan A, plan B, plan C, hasta el alfabeto completo. Su vida era una lista interminable de metas. Todo parecía tener un propósito, cada pequeño paso orientado hacia algo más grande.

Pero algo cambió al cumplir veinte años. De un día para otro, todo lo que antes la llenaba de energía y determinación comenzó a desvanecerse como una sombra al caer la tarde. El entusiasmo que alguna vez la impulsó a planificar su vida con precisión quirúrgica se convirtió en un eco lejano. Las cosas que antes le importaban—su carrera, sus estudios, sus aficiones—de repente parecían vacías, sin sentido.

Lo que Sofía no esperaba era que, a los 18, conocería a alguien que lo cambiaría todo. Pablo entró en su vida como un torbellino, un torbellino que ella misma no supo cómo resistir. Se enamoró rápida y profundamente. Al principio, creía que él era otra de sus metas, una pieza más del rompecabezas de su futuro perfecto. Pero cuanto más tiempo pasaba con él, más iba cediendo en sus propios planes, en sus sueños. Sin darse cuenta, comenzó a dedicarle la mayor parte de su tiempo, a invertir toda su energía en la relación. Dejó de lado los estudios, sus pasatiempos y hasta las pequeñas cosas que la hacían feliz. Todo giraba en torno a Pablo.

Al principio no le importó. Estaba enamorada, y ese amor llenaba el vacío que había comenzado a aparecer en su vida. Pero ahora, dos años después, las cosas no eran tan simples. Había llegado a un punto en el que ya no sabía qué quería. Los planes que alguna vez la habían definido ya no existían. Sofía se encontraba flotando, sin rumbo, en un mar de incertidumbre.

Cada mañana se despertaba con la misma sensación de vacío, como si algo se hubiera roto dentro de ella. Solía mirarse al espejo y preguntarse quién era. ¿Dónde estaba la chica decidida, la que siempre tenía una respuesta para todo? Ya no reconocía a la persona que veía reflejada. Todo lo que antes la motivaba había desaparecido, como si una niebla densa cubriera sus pensamientos y emociones. El futuro, que alguna vez se desplegaba frente a ella como un lienzo lleno de posibilidades, ahora le parecía aterrador, desconocido y, peor aún, irrelevante.

A veces, cuando Pablo la llamaba o le mandaba un mensaje cariñoso, Sofía sentía una chispa de alegría. Pero esa chispa se apagaba rápidamente. Porque, aunque lo amaba, se daba cuenta de que el problema iba más allá de él. No era su relación lo que estaba mal, sino ella misma. Había perdido el control de su vida, había dejado que sus planes se esfumaran, y ya no sabía cómo volver a encontrarlos.

El mundo seguía girando, la vida avanzaba sin pausa, pero Sofía sentía que estaba atrapada en una especie de limbo, un lugar donde nada parecía tener sentido ni dirección. Se preguntaba si alguna vez volvería a sentir la misma pasión por la vida que cuando era niña, o si estaba destinada a vivir en esta confusión perpetua, sin encontrar nunca un nuevo propósito.

El primer paso, lo sabía, era reconocer que algo estaba mal. Pero, ¿cómo se sigue adelante cuando ni siquiera sabes hacia dónde te diriges?

El Eco de los planes perdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora