Sofía se miraba en el espejo. Sus ojos verdes, casi hipnóticos, la observaban de vuelta, pero ella no podía ver en ellos la belleza que otros comentaban. Su cabello oscuro caía en largas ondas hasta la mitad de su espalda, y su tez clara acentuaba los rasgos latinos heredados de sus padres. Su cuerpo, delgado pero sin un músculo definido, la hacía sentirse siempre insatisfecha. Medía 1.75, pero incluso su altura le parecía insuficiente cuando se miraba con ojos críticos. Sabía que otros la encontraban atractiva, se lo habían dicho muchas veces, pero nunca lo sentía así.Cada mañana, la misma rutina: se levantaba con el peso de sus expectativas frustradas y una batalla interna que parecía no tener fin. Sabía que tenía la capacidad de convertirse en muchas cosas. Había algo en ella, una chispa de potencial que, aunque apagada, seguía brillando a lo lejos, recordándole que todo lo que soñaba estaba, en teoría, a su alcance. Pero esa chispa se apagaba rápidamente, sofocada por la ansiedad que la dominaba.
Sofía no siempre había sido así. Nació en un país que alguna vez fue próspero, donde su familia vivía con comodidad. Pero todo cambió cuando un régimen dictatorial se instauró, y sus padres decidieron escapar antes de que fuera demasiado tarde. A los doce años, se mudaron al extranjero, buscando refugio en un lugar desconocido, con un idioma que no entendían y una cultura que les resultaba extraña. Desde entonces, Sofía siempre sintió que estaba viviendo una vida prestada, una que no terminaba de encajar con ella. Los primeros años fueron difíciles: el acoso en la escuela por ser extranjera, las largas horas que sus padres trabajaban para mantener a la familia a flote, y la soledad que la envolvía cada noche en su habitación.
A los dieciséis, había imaginado una vida completamente diferente. Se veía a los veinte años como una empresaria exitosa, viajando por el mundo, siendo independiente y feliz. Pero la realidad la golpeó sin piedad. Ahora, con los treinta asomando en el horizonte, todo lo que no había logrado se acumulaba en su mente como un peso insoportable. El miedo de llegar a esa "edad más madura" sin haber hecho nada significativo la consumía. Cada vez que pensaba en ello, el estrés la paralizaba. Su cerebro le recordaba constantemente todo lo que no era, todo lo que no había conseguido.
A veces, en esos momentos más oscuros, Sofía pensaba en el suicidio. No lo mencionaba a nadie, ni siquiera a Pablo, su novio. Pero esas ideas pasaban por su mente como sombras, difusas pero persistentes. No había una razón concreta, simplemente un deseo de que todo parara, de escapar de la angustia que sentía cada día. Pero incluso en eso fallaba. No tenía el valor ni siquiera para terminar con todo, y eso solo la hacía sentir peor, más inútil.
Ella sabía que su depresión no tenía una causa evidente. Era como un monstruo sin rostro que la seguía a todas partes, alimentándose de sus miedos y sus dudas. A veces, se esforzaba por encontrar una razón, por darle un nombre a ese dolor. Un día, se sentía fracasada por no haber alcanzado ninguna de sus metas profesionales. Otro día, se culpaba por no haber ido al gimnasio, por no ser lo suficientemente disciplinada. Se insultaba en su mente, diciéndose que no valía nada, que no era capaz de mantener una rutina, que su vida era una broma.
Esos ecos de sus sueños le hacían daño. Viajar por el mundo, tener un cuerpo saludable, ser exitosa... Todo eso le parecía tan lejano, tan imposible ahora. Y cada vez que lo pensaba, el miedo de no llegar a cumplir nada antes de envejecer se hacía más real, más abrumador. Los treinta años estaban más cerca de lo que quería admitir, y eso le revolvía el estómago. ¿Qué pasaría si llegaba a esa edad sin haber hecho nada significativo? ¿Cómo se enfrentaría a ese fracaso?
La verdad era que Sofía estaba cansada de luchar contra sí misma. Estaba agotada de intentar ser alguien que no podía alcanzar, de sentir que no era suficiente. Pero, a pesar de todo, seguía adelante, arrastrando sus días como podía, esperando que algún día las cosas cambiaran. Y si no, al menos había aprendido a soportar el dolor, aunque solo fuera un poco más cada día.
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El Eco de los planes perdidos
عشوائيSofía siempre tuvo un plan para todo, hasta que un día, el vacío lo consumió todo. A los veinte años, el futuro que antes veía claro se desmoronó, y la pasión que la definía desapareció. Enamorada y perdida, su vida parece girar en torno a un amor q...