08. La conversación con el taxista

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Razón #7: El azar y las oportunidades inesperadas.

Las luces de la ciudad comienzan a encenderse mientras el sol se esconde detrás de las nubes grises, dejando una neblina tenue en el aire. He pasado todo el día vagando, intentando encontrar algún tipo de paz en el movimiento constante, pero la ciudad no me ofrece ningún consuelo. Mis pies están cansados, y siento una presión en mi pecho que se ha vuelto casi habitual. No sé si es la ansiedad o simplemente la pesadez de saber que la fecha que marqué en mi mente sigue acercándose.

Decidido que es hora de volver a casa. Miro alrededor buscando una manera de regresar sin tener que enfrentar el bullicio del metro o los autobuses llenos de gente. Un taxi. Es la opción más fácil, y aunque normalmente evito el contacto con extraños, hoy no tengo la energía para pensar en alternativas.

Levanto la mano, y un taxi amarillo se detiene frente a mí con un chirrido suave de los frenos. Respiro profundamente antes de abrir la puerta y deslizarme en el asiento trasero. El coche huele a cuero viejo ya una mezcla de perfumes que han quedado atrapados en el aire. El conductor me mira por el espejo retrovisor, un hombre de unos cincuenta años con el rostro cansado, pero amable.

—¿A dónde te llevamos, joven? —pregunta con una sonrisa ligera mientras ajusta el espejo para mirarme mejor.

Le doy la dirección de mi casa y me recuesto en el asiento, esperando que el viaje transcurra en silencio. No estoy de humor para conversaciones, y la fatiga emocional del día pesa en mis hombros. Me apoyo en la ventanilla, observando cómo las luces de la ciudad se reflejan en el vidrio empañado. No hay nada especial en este momento. Solo otro día más en una vida que se siente vacía.

El coche avanza por las calles, y el sonido suave del motor es lo único que llena el espacio entre nosotros. Todo parece tranquilo hasta que el conductor rompe el silencio con una risa suave, como si estuviera grabando algo divertido.

—Sabes, cuando era joven, nunca imaginé que terminaría siendo taxista —dice de repente, sin apartar los ojos de la carretera—. Tenía un montón de sueños, y ninguno de ellos tenía que ver con manejar un taxi por la ciudad.

Parpadeo, algo desconcertado por su comentario inesperado. No le respondo, pero eso no lo detiene.

—Supongo que así es la vida, ¿no? —continúa—. A veces piensas que vas a ir en una dirección, que tienes todo planeado, y luego... bam. Todo cambia de un momento a otro, y terminas en un lugar completamente diferente.

Me quedo en silencio, preguntándome si está hablando conmigo o simplemente reflexionando en voz alta. Algo en su tono, sin embargo, me intriga. ¿Cuántas veces he sentido que todo en mi vida ha dado un giro sin sentido? Pero mientras yo lo veo como algo que me ha aplastado, este hombre parece verlo con cierta ligereza, como si esos cambios fueran parte de algo más grande, algo que él ha aceptado.

—¿Cómo fue que terminó aquí, entonces? —pregunto, sorprendiéndome a mí mismo al iniciar la conversación.

El taxista suelta otra risa breve, esta vez más nostálgica, como si hubiera esperado que le hiciera esa pregunta.

—Bueno, si te soy sincero, cometí muchos errores en mi juventud —admite, girando a la izquierda en una avenida más tranquila—. Tenía un montón de oportunidades, pero las dejé pasar. Estaba tan ocupado pensando en lo que quería ser, en lo que creía que debía hacer, que no me di cuenta de lo que estaba justo frente a mí. Y cuando finalmente lo vi, ya era demasiado tarde.

Lo miro a través del espejo retrovisor, curioso por su historia, aunque una parte de mí sigue sin estar del todo interesada en la vida de un desconocido. Pero hay algo en la manera en que habla, en su tono relajado pero reflexivo, que me hace querer escuchar más.

10 RAZONES PARA NO MORIR [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora