Capítulo Doce

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Esa vez fueron al dormitorio porque Ohm había decidido que sería una seducción más mesurada. No estaba acostumbrado a que le mintieran o le ocultaran información, al menos, por mucho tiempo.

Lo tomó de la mano y lo llevó allí. El viento tocaba una
melodía seductora cuando entraron y se miraron.

–Aquí no estamos prohibidos el uno para el otro –comentó
Ohm.

Sin embargo, sí era un amor prohibido.

Le pasó los dedos por la clavícula y le bajó la túnica para
destaparle los hombros. Le acarició los pezones y los costados mientras su boca anhelaba la de él y deseaba sentir su peso encima.

–Te he echado de menos –reconoció Ohm.

Fluke no podía confesar cuánto lo había echado de menos
porque lo dejaría expuesto a todo lo que él pidiera.

–He pensado en ti –siguió él señalando la cama–. He
pensado mucho en ti, ahí, en esa cama.

Fluke tragó saliva por la imagen que había creado él y lo miró
mientras se quitaba la túnica. Contuvo el aliento porque se había olvidado un poco de su belleza, pero estaba presenciándola otra vez. Le puso una mano en el pecho, cálido y granítico, y se
besaron mientras hundía los dedos en la carne del torso.

–¿Has pensado en mí? –le preguntó él.

–Al principio, pero ya te he olvidado.

–No del todo –él le bajó la túnica hasta que cayó al suelo y acarició su cuerpo con avidez–. Dime qué tal has estado desde que me olvidaste.

Él lo besó por todos lados mientras lo bajaba con delicadeza hasta que estuvo tumbado sobre la suave seda.

–He estado... –Fluke vaciló y se preguntó qué diría él si le
confesaba que todavía lloraba todas las noches hasta que se
quedaba dormido–. Bien.

–Bien –repitió él mientras se tumbaba a su lado y se
acariciaban mutuamente.

Sus brazos eran tan musculosos como recordaba y su erección todavía respondía a las caricias en el vello de los
muslos. Ohm se apartó de la sensual caricia y pasó una mano por el aterciopelado interior de sus muslos. Volvió a deleitarse con esa provocadora caricia, pero lo atormentó al detenerse justo cuando él estaba alcanzando la cima.

–¿Aluna vez pensaste en ponerte en contacto conmigo? –preguntó.

Fluke se mordió el labio inferior con frustración, pero fue un
poco más sincero mientras él demoraba el placer.

–Quise, pero te marchaste a Zethhitiwat.

–Eso fue hace poco. Tuviste meses para ponerte en contacto conmigo.

–¿Para darte el placer de rechazarme otra vez?

Su respuesta, más sincera, recibió la recompensa de un beso intenso en el pecho, un beso que le dolió de lo exquisito que fue.

Además, lo acarició con los dedos e hizo que ardiera de deseo. Sin embargo, retiró los dedos y la boca y Fluke se acordó de lo bruscamente que habían acabado las cosas entre
ellos. Cuando fue a separarle las piernas, las mantuvo
cerradas, aunque acabó separándoselas con solo el roce de la palma de la mano y se puso entre las pantorrillas. Volvió a sentirse su presa. Ohm le levantó las rodillas y Fluke notó que se le encogía la garganta cuando bajó la cabeza.

–Fluke... –él notó su aliento en su lugar más íntimo–.Dímelo...

¿Qué tenía que decirle? ¿Que lo amaba y que estaba
volviéndose loco porque estaba en la cama en medio del desierto con un hombre que lo había llevado hasta allí gracias a una mentira? Sin embargo, estaba haciendo un esfuerzo para no suplicarle.

Su lengua fue delicada al principio. Fluke pensó que podía dejarse llevar por la caricia de su boca, hasta que fue bajando por el abdomen e introdujo la lengua dentro de él y gimió.

–Dímelo... –repitió él.

–He pensado en ti.

Ya se lo había dicho. Su lengua estaba haciéndole el amor y
sus dedos le hacían daño en los muslos, pero no habría dejado que aligerara la caricia lo más mínimo. Le daba vueltas a la cabeza buscando una almohada o un cojín, algo a lo que agarrarse, pero lo paladeaba tan profundamente que acabó agarrándolo del pelo. No se había afeitado y tenía la barbilla áspera, pero había llegado a creer que nunca volvería a sentir un
placer como ese.

–Ohm...

Fluke había vuelto a susurrar su nombre sin querer, como la
noche que había nacido su hijo.
A Ohm le gustó. Le gustaba que dijera su nombre mientras
empezaba a llegar al clímax, pero también lo desesperaba
porque no decía la verdad ni dominado por la pasión.

Se incorporó de entre sus piernas, lo dejó en medio del
clímax y buscó un preservativo. Fluke estuvo a punto de gritar por la desaparición repentina de las sensaciones. Ohm se elevó por encima de él, quien anhelaba tenerlo dentro, aunque estaba ocupado tomando las precauciones que no tomó la primera noche.

–Por favor... –le rogó.

Estaba a punto de decirle que no se preocupara, que tomaba
la píldora, pero ya daba igual porque estaba abriéndose paso
dentro de él.

–No queremos que te quedes embarazado...

Fluke se dejó arrastrar por la felicidad, pero duró muy poco
porque abrió los ojos como platos cuando Ohm volvió a hablar.

–Otra vez...

¡Lo sabía! Lo dominaba el pánico y estaba tomándolo, era un batiburrillo de sensaciones porque estaba desarbolándole todos los sentidos. Le hacía el amor sin contemplaciones y estaba llevándolo al límite de la cordura. Decía cosas que él no
entendía, pero eran implacables y hoscas aunque lo abrazaba con fuerza mientras acometía dentro de él.

Fluke le arañaba la espalda y también descargaba la rabia por haberlo abandonado y por haber tenido que luchar para
sobrevivir en un mundo donde no estaba él.

Sus dientes se chocaban, sus cuerpos se enzarzaban y él le
mordió el hombro, fue algo primitivo y se puso a gritar. Le ardían los muslos, pero le rodeaba la cintura con las piernas mientras sus rápidas embestidas la elevaban a un clímax tan profundo como lo sentía a él.

–Nunca...

Estuvo a punto de decirle que no volviera a mentirle nunca,
pero él llegó al orgasmo, notó que sus contracciones lo
arrastraban y las palabras dejaron de tener importancia. Cayó encima suyo y aspiraron un aire que les pareció limpio y fresco, como si hubiese pasado una tormenta... y había pasado.

Allí tumbados, Fluke pensó que Ohm lo sabía.

Él lo besó con delicadeza porque la tormenta había pasado de verdad.

02- De la pureza a la pasión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora