Capítulo Dieciséis

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Fluke fue hasta el escritorio, tomo una hoja de papel y escribió dos palabras: No, gracias.

La dejó al lado del diamante que le había dejado Ohm. No iba a quedárselo, no iba a ser como Fleur a la que pagaban con diamantes, que era rica en todo menos en respeto.

Luego, se desvistió y, desnudo, fue hasta la puerta cerrada
del dormitorio. No se haría el mártir mientras daba esos pasos porque era lo que él quería. Entró en la oscuridad.

El olor era dulce y aromático, pero también captó el olor a almizcle de Ohm cuando se acercó a la cama.

–¿Qué te ha retenido? –le preguntó Ohm.

–Mis pensamientos.

–¿Qué pensabas?

–Que nunca seré tu mantenido.

–Entonces, ¿por qué estás aquí? –le preguntó Ohm mientras le acariciaba el cuerpo.

–Seré tu amante –contestó Fluke mientras se arrodillaba en la cama y le besaba el pecho–. Seré tu amante en el desierto unas veces y otras veces lo seré en Roma.

Si bien había sido recatado, ya no lo era porque quería
paladear hasta el último centímetro de él. Le besó el abdomen y, entre besos ardientes, le dijo lo que iba a pasar.

–No quiero tus diamantes, no te debo nada.

Fluke no podía ver su sonrisa en la oscuridad, pero le
encantaba que le plantara cara.

–Sin embargo, sí quiero el contrato para tu boda –siguió
Fluke–. Estaré allí y podrás ver a lo que renuncias porque nunca seré tu mantenido.

Su olor era adictivo y era su perdición. Podía notarlo contra la mejilla y lo tomó con la mano mientras lo paladeaba. Se lo
introdujo en la boca hasta dentro y él introdujo las manos entre su pelo elevando las caderas por el placer que le daban esos labios inexpertos y la calidez de su lengua.

Hasta que lo apartó antes de que explotara, pero, aun así,
él le dijo lo que iba a pasar.

–Dejaré de ser tu amante el día que te hayan elegido un
esposo.

Fluke no había terminado los estudios ni conocía las leyes,
pero Ohm sabía que era tan inteligente y poderoso como él.
Lo incorporó, lo besó y lo bajó, con él dentro, mientras sus
lenguas se encontraban. Su alivio, dentro suyo, fue
incomparable. Lo agarró de las caderas y encontraron el ritmo. se cimbreó como si fuese libre, se sentía así cuando estaban
juntos.

Quería verlo, que la luz estuviese encendida, pero se inclinó para encender la lámpara de la mesilla y él lo agarró de la mano.

Perdió el equilibrio, se dieron la vuelta y él volvió a penetrarlo. Se quedó tumbado mientras lo tomaba. No lo había puesto de
rodillas, sino apoyado en los antebrazos.

–Efectivamente –dijo Ohm mientras acometía dentro de su cuerpo–,estarás en mi boda.

–Ohm...

Fluke se lamentó porque había querido que fuese una amenaza y parecía que lo excitaba.

Lo que le había atraído había sido su forma de decir su
nombre. Había sido como una súplica que le había salido del
alma y, cuando Fluke lo repitió, se endureció más todavía dentro de él.

Fluke intentó de verdad no dejarse arrastrar por la oleada de calidez y deseo... y perdió.
Ohm, casi devastado, tuvo el placer de penetrarlo mientras se retorcía dominado por la pasión. Entonces, cuando quiso respirar, no pudo porque lo dejó sin aliento.

02- De la pureza a la pasión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora