Capítulo Cinco

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Le tomó la mano y salieron de la pista de baile, pero lo soltó
cuando llegaron a la puerta doble.

–Tenemos que ser discretos para que esto salga bien –
comentó Ohm.

Ohm estaba hablando de las semanas y meses que quedaban por delante y Fluke solo estaba pensando en esa noche, pero, aun así, asintió con la cabeza. Estaba sonrojado y con la cabeza
rebosante de hormonas y agradecía que él pudiera pensar en lo que ocurriría por la mañana. Su consideración hizo que él también pensara en el día siguiente.

–Tengo que recoger mi abrigo o sabrán que me he quedado
toda la noche.

–Muy bien. Despídete y diles que vas a recoger algunos
vestidos...

Él sabía lo que hacía Fluke porque se había fijado...
Normalmente, antes de marcharse a casa, Fluke subía la suite donde se cambiaban las damas y padrinos de honor y se marchaba del hotel con los brazos llenos de tul. Fluke parpadeó al darse cuenta
de que lo sabía.

–Iré subiendo –añadió Ohm–. Tengo un ascensor privado...

–Ya lo sé.

–Lo mandaré abajo otra vez.

Ohm salió del salón de baile y Fluke lo siguió un rato después.

No se parecía a ninguna otra noche. Él fue hasta su ascensor y abrió la puerta antigua mientras Fluke sonreía a Silvia, la
recepcionista que estaba de servicio esa noche.

–Solo me falta recoger algunos vestidos y habré terminado – comentó Fluke–. ¿Puedo recoger también mi abrigo?

–Claro.

Fluke pasó detrás del mostrador, entró en un pequeño vestidor para empleados y se puso el abrigo. Luego, cruzó el vestíbulo como si fuera una noche cualquiera. Había una pareja muy ruidosa que esperaba al ascensor y Fluke supo que eran unos
invitados a la boda. Además, giró la cabeza y vio un grupo de personas muy refinadas que entraban por las puertas giratorias.

Nadie se fijaba en él.

Las puertas del ascensor eran muy pesadas y, por un instante, no consiguió abrirlas y se preguntó si él se habría
olvidado de desbloquearlas. Casi estaba fuera de sí, pero,
entonces, las puertas se deslizaron hacia un lado. Entró y las cerró otra vez. El exótico olor de él seguía flotando en el aire y se apoyó en la pared acolchada. La luz era tenue y tardó un segundo, quizá fueran diez, en grabarse ese momento en la
memoria porque sabía que las cosas entre ellos no podían volver a ser así.

Aceptaba que solo sería una noche, pero sería la noche de su vida y nunca se arrepentiría, se juró a sí mismo.

Fue al pulsar el botón, pero el ascensor dio un salto y Fluke
supuso que Ohm habría adivinado que ya estaba dentro y que estaba esperando con impaciencia que llegara.

Él había acelerado los acontecimientos porque estaba impaciente. Era una persona metódica. Estaba haciendo planes incluso mientras el ascensor lo elevaba hacia él. Esa noche no era el momento de ofrecerle un puesto en el hotel y como su amante. Esperaría al día siguiente, cuando tuviera la cabeza más
despejada. Por el momento, la llevaría a su habitación y haría el amor con Fluke muy despacio porque sabía que no tenía experiencia y que se merecía miramientos.

Entonces, por primera vez, pensó en el día siguiente.

Efectivamente, hacía
planes... pero, en ese momento, Fluke apareció. Estaba sonrojado y sus manos se encontraron cuando fueron a abrir la puerta.

Todo se precipitó. Los ascensores con puertas enrejadas no eran nada buenos para el dominio de uno mismo porque empezaron a besarse a través de las rejas. Fueron besos enfervorizados
mientras se agarraban las manos. Era absurdo porque podrían estar juntos con solo separarse un segundo para abrir las puertas, pero les parecía que hasta un segundo era demasiado tiempo para estar separados.
Fluke, por el bien de todos, se apartó mientras Ohm abría la reja y, en vez de portarse con timidez, como había hecho en sus sueños, se abalanzó sobre él.

02- De la pureza a la pasión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora