Desireé.
El nerviosismo me recorría mientras el entrenador me guiaba hacia el hielo. Cada paso que daba me acercaba más a la realidad que había estado esperando con ansias, pero también a la incertidumbre de conocer a un grupo de jugadores que, por alguna razón, me parecían un poco intimidantes. Había recorrido el vestuario organizando mis cosas, pero ahora el frío del hielo me envolvía como un abrazo helado.
Luchaba por mantenerme de píe sobre los patines, era algo que no debía de hacer pero inevitable por mi trabajo, además mi vida siempre giro en torno al hielo debido a mi hermano y mi padre, no me molestaba pero si era un claro recordatorio de mi accidente.
—Aquí estamos —dijo el entrenador, señalando a un grupo de jugadores, gigantes jugadores que me daban la espalda y que al escuchar la voz del hombre a mi lado giraron en nuestra dirección.
Mis ojos se abrieron de par en par cuando reconocí a Bruno y Asher entre ellos. Los amigos de Kika, tenia muchas explicaciones que darme al respecto. Ellos eran parte del equipo. ¡Qué pequeña era la vida!
—¡Desireé! —gritó Asher, deslizándose hacia mí con una elegancia que yo jamás tendría en el hielo, apenas me podía estar de pie para no hacer un papelón frente a todos, Bruno lo siguió—. ¡Hola, ojitos ámbar!
La sangre subió a mis mejillas tras aquel nuevo apodo, Dios, el tipo es jodidamente guapo y me llama de esa manera, claro que algo iba a causar en mi.
Sin previo aviso, me levantó en el aire, girando con entusiasmo mientras me abrazaba. El mundo a mi alrededor dio vueltas, escuche la voz de Bruno pidiéndole que se detuviera y me bajara.
—¿Por qué no me dijeron que ustedes eran parte del equipo? —pregunté, sintiendo que la emoción me invadía—. ¡Esto es increíble!
Bruno sonrió y se encogió de hombros.
—Quizás queríamos que fuera una sorpresa. La vida es más divertida con un poco de misterio, ¿no?
—Aunque, para ser honestos, no teníamos idea de que tú ibas a ser la nueva fisioterapeuta —añadió Asher, mirando a Bruno con una sonrisa traviesa.
—Eso sí que es una sorpresa —respondí, sintiendo el alivio entrar en mi cuerpo, era excelente tener un rostro algo conocido, pero dos lo hacía mil veces mejor.
Asher dejó de girar y me bajó lentamente al suelo. Justo en ese momento, el entrenador volvió a atraer mi atención y con ella la lucha de no caer de culo al suelo.
—Chicos, escuchen —dijo, haciendo que todos se callaran, Asher y Bruno volvieron a la línea con los demás jugadores quienes me miraban expectantes—. Quiero presentarles a Desireé, ella se encargada de cuidar sus lesiones y ayudarles a mantenerse óptimos para los juegos.
Con los nervios a flor de piel, comencé a vagar entre los jugadores, tratando de averiguar quién era el capitán. Cada uno de ellos era más grande que el anterior, y su presencia me resultaba abrumadora, todos eran bastante atractivos y aun con el equipamiento sabía que tenían un cuerpo bien trabajado. Sin embargo, mi mirada se detuvo en un chico de ojos azules que me observaba desde el fondo de la pista. Su mirada penetrante atrajo a mí un golpe con los recuerdos de la fiesta, de la conversación ligera que habíamos tenido, de cómo había sido incapaz de olvidar esa sonrisa.
Mi corazón latió con fuerza. Era él. Reconocerlo hizo que mí estomago se revolcara. El mismo chico que había dejado su huella en mi mente, estaba frente a mí, o bueno no tan frente a mí pero lo tenía en mi campo de visión.
—Y aquí está el capitán, Atlas Dagger —anunció el entrenador con entusiasmo, rompiendo el hechizo que había sobre mí.
Oh no. Maldita, jodida y maldita suerte.
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Bajo el ritmo del stick
Подростковая литератураDesireé Monroy lo tenía todo: una familia que la adoraba, una relación estable y una oferta para su trabajo soñado. Sin embargo, su logro profesional tiene un costo: su novio no soporta la idea de una relación a distancia y rompe con ella justo ante...