Atlas.
Entrar al estadio siempre me daba esa chispa de adrenalina. Era mi territorio, mi lugar de control. Hoy no era diferente, excepto por la constante burla de Asher y Bruno. No había parado desde que entramos en el vestuario.
—No puedo creerlo, Dagger —dijo Asher, sacudiendo la cabeza con una sonrisa burlona mientras ajustaba su equipo—. El primer rechazo de tu vida, y ella ni siquiera tuvo que dirigirte la palabra.
Bruno estalló en carcajadas mientras me lanzaba una mirada cómplice. —No te lo tomes tan mal, hermano. No siempre puedes ser irresistible.
Rodé los ojos, disimulando la incomodidad que me invadía cada vez que recordaba a esa chica en la barra. Lo último que necesitaba era que ambos se unieran para recordarme lo insignificante que había sido para ella.
—Dejen de joder, ¿quieren? —respondí, con el tono seco que reservaba solo para estos dos. No estaba de humor para sus bromas.
Bruno alzó una ceja, como si esperara más de mi parte. —Vamos, Atlas. Dime que no te mueres por verla otra vez.
—No, puedo conseguir a otra igual cuando quiera. Dejen sus fantasías románticas para otra persona.
El silbato del entrenador cortó el ambiente y agradecí el cambio de atención. Salimos al hielo. El sonido del hielo bajo mis patines me calmaba, me volvía el capitán frío y calculador que todos esperaban de mí. Pero en el fondo, la incomodidad persistía.
Y entonces la vi. Estaba ahí, justo frente a nosotros, parada con esa mirada de asombro que me resulto irritante. Bruno y Asher ya la habían reconocido, y para mi sorpresa, Asher se deslizó hacia ella como si fueran amigos de toda la vida.
—¡Ojitos ámbar! —gritó, elevándola en el aire como si fuera una pluma. ¿Qué demonios? La escena me revolvió el estómago, y no de celos, claro que no, pero había algo en verla sonreír y abrazar a esos idiotas que me ponía de mal humor.
—¿Por qué no me dijeron que ustedes eran parte del equipo? —preguntó, su voz llena de emoción. Claro, como si esto fuera una bendita sorpresa cósmica.
Me quedé en mi lugar, observando cómo interactuaba con ellos. La sonrisa de Bruno, la forma en que Asher la hacía girar en el aire, como si todo esto fuera una película mal editada de la que no quería ser parte. ¿Por qué carajo me importaba?
El entrenador finalmente tomó el control de la situación. — Quiero presentarles a Desireé, ella se encargada de cuidar sus lesiones y ayudarles a mantenerse óptimos para los juegos.
"Sí, claro", pensé. Me acerqué, deslizándome con la precisión de años en el hielo, frenando justo frente a ella. Sus ojos se encontraron con los míos, y supe en ese instante que me reconocía.
—Hola, Desireé —dije, saboreando el malestar que emergía con su nombre. Me gustaba tenerla incómoda. La había visto tan segura la noche anterior, y ahora parecía una cervatilla en medio de lobos—. Así que tú eres la nueva fisioterapeuta. Interesante elección.
No me importaba si sonaba cruel, solo quería verla retorcerse. Y lo hizo. Sus mejillas se enrojecieron y apenas pudo articular una respuesta. La satisfacción se apoderó de mí. Esto era mucho mejor.
Bruno, siempre el mediador, me dio un codazo. —Venga, Atlas. No seas así.
Le lancé una mirada de advertencia, pero me callé. No quería discutir con ellos delante de ella. No le daría esa satisfacción.
—Estoy siendo amable —repliqué, pero no pude evitar una leve sonrisa. Era divertido verla perder la compostura, después de lo altiva que había sido en la fiesta.
ESTÁS LEYENDO
Bajo el ritmo del stick
Teen FictionDesireé Monroy lo tenía todo: una familia que la adoraba, una relación estable y una oferta para su trabajo soñado. Sin embargo, su logro profesional tiene un costo: su novio no soporta la idea de una relación a distancia y rompe con ella justo ante...