Desireé.
Al salir del estadio y caminar por las calles de Boston, sentía el fresco aire de la tarde acariciándome la piel. A pesar del bullicio de la ciudad, la caminata fue agradable. Mis pensamientos seguían girando en torno a lo surrealista que había sido el día, especialmente con Asher y su inesperado entusiasmo por el pequeño oso de hilo. Me sacó una sonrisa.
Aún sentía el hormigueo en la piel desde el momento en que el entrenador pronunció su nombre. Atlas Dagger. El chico de la barra. El de los ojos azules y la sonrisa arrogante. ¿Cómo no lo supe antes? Por que eres idiota y distraída con los detalles Desireé.
De camino a casa, no dejaba de repasar la secuencia en mi mente. Todo tenía sentido ahora. Esa mirada insistente, la actitud de todos en la discoteca con él, su forma de andar y como quienes estaban conmigo habían reaccionado cuando se acerco a la barra... había sido él todo el tiempo. Atlas Dagger, el capitán del equipo al que ahora me había comprometido a cuidar.
Cuando llegué a mi apartamento, no pude contenerme más. Toqué la puerta de Kika con más fuerza de la necesaria, esperando su respuesta inmediata. Apenas abrió la puerta, con una sonrisa despreocupada, solté todo de golpe.
—¡Kika! —exclamé, entrando al departamento sin pedir permiso—. ¿Por qué no me dijiste que Bruno y Asher eran jugadores del equipo de hockey? ¡Del equipo al que acabo de unirme para trabajar! —La frustración vibraba en mi voz, aunque no estaba realmente enfadada—. Y, lo peor... ¿por qué no me dijiste que ese chico en la barra, era Atlas Dagger?
Kika parpadeó, sorprendida por mi arrebato. Me miró un segundo, procesando mis palabras, antes de cruzarse de brazos. Si antes pensaba algo bueno de mi ahí mismo se esfumo, fui una maldita loca gritona sin sentido.
—¿Atlas Dagger? —preguntó con una ceja levantada—. ¿Qué tiene que ver él?
—¡Kika! —Solté con un suspiro, agotada mentalmente—. El chico de la barra, el dela fiesta... Era Atlas. ¡Atlas Dagger, el capitán del equipo!
Kika se quedó pensativa, como si no hubiera hecho nada fuera de lo normal, y después me dedicó una pequeña sonrisa de disculpa.
—No pensé que fuera un dato relevante —respondió con tranquilidad, encogiéndose de hombros—. Pensé que ya sabrías, ya sabes, tu eres la que iba a trabajar con ellos, pensé que los conocías.
Nunca me puse a investigar a los integrantes. ¿Error mío?, si.
Me quedé mirándola en shock, sin saber cómo reaccionar ante su calma. ¿No pensó que era relevante? Me pasé una mano por el cabello, respirando hondo. Y una mierda, claro que era un dato relevante.
—Pero... —Me mordí el labio, sintiéndome un poco absurda por el dramatismo, pero aún desconcertada—. Él parece odiarme y no tengo ni idea de por qué. Kika, necesito entender qué fue lo que hice mal. Parece que me ignora, me lanza esas miradas como si le hubiera hecho algo y ni siquiera sé qué fue lo que ocurrió. ¿De qué me perdí?
Kika dejó escapar una risa suave, como si todo fuera parte de algún chiste que yo no entendía.
—Desireé, a veces los chicos son... raros —dijo, dándome una palmadita en el hombro—. Estoy segura de que no hiciste nada. Él es el capitán de un equipo de hockey lleno de testosterona. Tal vez solo tiene una manera particular de lidiar con las cosas.
—¿Particular? —repliqué, exasperada—. Me mira como si lo hubiera traicionado de la peor forma posible. ¡Y ni siquiera nos conocemos!
Kika se rió de nuevo, esta vez más fuerte, y negó con la cabeza.
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Bajo el ritmo del stick
Novela JuvenilDesireé Monroy lo tenía todo: una familia que la adoraba, una relación estable y una oferta para su trabajo soñado. Sin embargo, su logro profesional tiene un costo: su novio no soporta la idea de una relación a distancia y rompe con ella justo ante...