Louie

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Louie se sentía un idiota. Un capullo total. ¿Cómo se le ocurría? ¿Cómo podía haberla cagado de esa manera? ¿Por qué siempre él solito se metía en estos líos?


<<Porque eres subnormal>>,  pensó con un nudo en la garganta.


Todo había empezado hace unos meses al conocer a Bobby Brown. Daniel aún era un zombi en esos momentos y este fue a buscarlo al concesionario para salir a comer.

Lo primero en lo que se fijó fue en la resplandeciente sonrisa que le dedicó cuando se presentó. Era jodidamente preciosa. Perfecta.

Después fueron sus ojos; tan azules, tan cristalinos, tan brillantes. Fue encantador. Incluso lo invitó a acompañarlos, pero miró el semblante de Daniel y, aunque se moría por decir que si, se negó con la esperanza de su primo pudiese hablar con alguien de eso que parecía carcomerlo.


Desde ese día, Bobby empezó a aparecer bastante por su trabajo. Lo saludaba, charlaban un poco y se encerraba con Daniel durante un buen rato antes de marcharse.

Louie empezó a replanteárselo todo; algo le estaba pasando porque no era normal lo nervioso que se ponía cuando tenía al guapo pastor frente a él.

Solo había una explicación: <<Me gusta>> se aceptó una tarde mientras compartían un café.


El tiempo fue pasando, su relación se fue estrechando, y el menor de los LaRusso cayó enamorado en un abrir y cerrar de ojos.

No vio el peligro en ello, más que nada porque llegó a creer que podía ser correspondido. Pensó que, por una vez, por una sola en su maldita vida, alguien bueno de verdad veía en él algo especial; algo que merecía la pena.


Pero todo cambio esa noche.

La fiesta de su primo era una maravilla y lo estuvo pasando genial hasta que la familia Díaz llegó.

Carmen abrazó a un muy sonriente Bobby, el cual besó una de sus mejillas y se olvidó de que el resto del mundo existía.

Se olvidó de él. Es más, le dio la espalda en cuanto se sentó de nuevo.


Se sintió incomodo, pero no quería comportarse como un crio, por eso decidió permanecer en su sitio.

El problema fue que allí, justo a su lado, pudo oír como Brown no paraba de alabar a la mujer; le decía lo preciosa que estaba haciéndola sonrojar, le hablaba en voz baja provocando que ambos rieran y cada vez estaba más cerca de ella.


_ Por cierto, no tuve oportunidad de agradecerte lo de las flores – dijo Carmen llamando su atención -. Son preciosas.

_ Oh, no es nada – contestó el mayor quitándole importancia -. Me sobraron unas pocas cuando replanté el jardín y pensé en ti. Una bonita flor para otra bonita flor.


<<No puede ser>> se lamentó sintiendo como su corazón se paraba al oír esa frase.


Cuando Bobby le comentó todos los arreglos que quería hacer en su iglesia, Louie le preguntó por el jardín. Le confesó los buenos momentos que pasaron él y su madre en el suyo, lo mucho que amaba la belleza de las flores y lo mal que el resto de chicos se lo hicieron pasar por ello.


<<_ ¿Por qué no me ayudas? - le preguntó colocando una mano en su antebrazo acariciándolo con el pulgar – Podemos hacer nuestro propio jardín juntos.

_ ¿Nuestro?

_ Nuestro – le repitió con una radiante sonrisa>>


Eso lo emociono tanto, que se implicó al cien por cien en el proyecto.

Eligieron juntos las flores, la zona donde iba a ser colocadas, en que orden, que colores usarían; pasó tardes enteras en la iglesia de Bobby, ambos plantado cada una con mimo y cariño. Tardes en las que ansió más que nunca poder besar la sonrisa del de ojos azules.


Cuando todo estuvo listo, llegó a entristecerse.

Ese tiempo había sido tan especial para él que le hubiera gustado que durase un poquito más. Pero Bobby, experto en volver locas a las mariposas de su estómago, le dio una última sorpresa.


<<_ Te tengo un regalo – susurró como si fuese un secreto justo en la puerta de su despacho.

_ ¿A mí? ¿Por qué? - preguntó nervioso.

_ Pues porque si – rio el mayor -. Cierra los ojos y dame la mano. Yo te guio.

_ Ya me han hecho esa broma antes, Bobby. Y nunca ha sido un regalo.

_ Cierra los ojos – repitió divertido.


Esta vez le hizo caso. Cerró los ojos, sintió como el mayor lo sujetaba por la cintura ayudándolo a caminar y paraban a los pocos pasos.


_ Ya puedes abrirlos – y en cuanto lo hizo, en su campo de visión aparecieron unas hermosas hortensias en tonos rosas y blancos. Justo la variedad que él adoraba y que no habían encontrado por ningún sitio -. Sé que la gente suele regalar ramos, pero pensé que esto te gustaría mucho más.

_ Son preciosas – murmuró al borde las lágrimas.

_ Como tú – contestó mirándolo con calidez antes de refugiarlo en su pecho -. Eres único y especial, Louie LaRusso. No lo olvides nunca.>>


_ Ahora entiendo porque tu iglesia se llena hasta los topes – habló Carmen sacándolo de sus recuerdos -. Eres un gran pastor.


Pastor. Pastor. Pastor. Pastor.

Le repetía su mente.

Bobby era pastor. Joder, ¿Cómo pudo pasar eso por alto?

El mayor solo lo vio como a alguien a quien ayudar. No era más que eso.

No era especial.

Y obviamente Brown estaba más que interesado en Carmen.


Con precaución de no hacer ningún tipo de ruido, se levantó sin que lo notasen y se alejó con rapidez.

Entró en la casa y, en la oscuridad del pasillo, apoyó la frente en la primera pared que encontró.


Estaba claro que la felicidad no era algo que estuviera escrito para él.

Que por mucho que luchara, nunca conseguiría que lo vieran.

Bobby nunca lo miraría con amor o le diría palabras dulces porque lo quisiera. Tenía que aprender a vivir con ello.

<<Necesito escapar, esconderme y dejar de hacerme ilusiones del aire>>  se dijo presionando con fuerza su pecho, esforzándose por no largarse a llorar o no podría parar.

<<Necesito salir de aquí>> 


******

Algo cortito pero intenso. 

Espero que os vaya gustando por va la cosa. Queda nada para el final.

¡¡Un besazo y mil gracias por leer!!

Una buena decisión (LawRusso / Kiaz)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora