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Dos semanas después de ese doloroso partido, el escenario era muy diferente. Estábamos en el aeropuerto, despidiéndonos de nuestras familias. Había tomado una decisión importante: acepté irme a vivir con Richard a Brasil. El ambiente estaba cargado de emociones, una mezcla de tristeza por dejar a mi familia atrás y la expectativa de comenzar una nueva etapa junto a Richard.

El momento de despedirme de James fue particularmente difícil. Él siempre había sido mi protector, mi hermano mayor, y sabía que para él, verme partir era un golpe duro. Mientras nos abrazábamos, lo sentí más vulnerable de lo normal, su fuerte fachada desmoronándose un poco. Justo cuando estaba por soltarme, lo vi acercarse a Richard, con lágrimas en los ojos.

—Pirbo malparido —dijo con la voz quebrada—, te llevaste a la luz de mis ojitos.

Lo dijo en tono de broma, pero las lágrimas en su rostro revelaban la profundidad de sus sentimientos. Ambos sabían lo importante que éramos el uno para el otro, y en ese momento, se podía ver el lazo que los unía. Richard, conmovido, abrazó a James con fuerza, dándole una palmada en la espalda como gesto de respeto y cariño. Había una especie de entendimiento silencioso entre ellos, una promesa no dicha de que Richard me cuidaría, y James lo sabía, aunque doliera.

Yo me quedé observando, sintiendo el amor y el apoyo de mi familia, incluso en este momento de despedida. Sabía que estaba dejando atrás muchas cosas, pero también estaba convencida de que este nuevo capítulo con Richard era lo correcto

Después de ese emotivo abrazo entre James y Richard, la sensación de despedida se hizo aún más real. Mi mamá se acercó con lágrimas en los ojos, y aunque trató de mantenerse fuerte, no pudo evitar romperse en el último momento.

—Cuídate mucho, mi niña —me dijo, abrazándome tan fuerte que me faltaba el aire—. Sabes que siempre estaremos aquí para ti.

Asentí, sintiendo el calor de su abrazo y la seguridad de que, aunque me estaba yendo, el vínculo con mi familia seguiría intacto. Mi papá, siempre más reservado con sus emociones, también me abrazó, pero no dijo mucho. Solo me miró con esos ojos que decían todo sin necesidad de palabras. Acarició mi cabello y me dio un beso en la frente, lo que me hizo sentir como una niña pequeña otra vez.

Miré a mi hermana Juana, que había estado callada durante todo el proceso. Se acercó, y en lugar de las palabras usuales, me dio un fuerte abrazo. Siempre habíamos tenido esa conexión especial que no necesitaba de grandes declaraciones.

Finalmente, volví mi mirada hacia James, quien, después de aquel comentario a Richard, aún no se había recompuesto del todo. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, pero intentaba sonreír, algo que siempre había sido su manera de lidiar con el dolor.

—Te voy a extrañar demasiado —me dijo, y sus palabras salieron entrecortadas—. Pero sé que esto es lo que tienes que hacer.

Nos abrazamos por lo que pareció una eternidad, y en ese abrazo compartimos todos los recuerdos, las risas, las peleas, y el apoyo que siempre habíamos tenido el uno para el otro. Sabía que esto no era un adiós para siempre, pero dolía como si lo fuera.

Después de despedirme de todos, me volví hacia Richard. Él había estado en silencio, respetando mi momento con mi familia, pero lo vi afectado, conmovido por todo lo que había presenciado. Tomó mi mano y, con una mirada que decía mucho más que cualquier palabra, me hizo sentir segura de que estábamos dando un gran paso juntos.

—Vamos, amor —me dijo en voz baja.

Con nuestras manos entrelazadas, nos dirigimos hacia el control de seguridad. Miré hacia atrás una última vez y vi a mi familia, juntos, despidiéndose, pero con una sonrisa que me recordaba que me apoyaban en todo. Me dolía dejarles, pero sabía que estaba tomando una decisión que cambiaría nuestras vidas.

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