Camaleón [Maycury]

Capítulo 8.

"Cómo culpar al viento del desorden hecho, si fui yo quien dejó la ventana abierta"

-Mario Benedetti

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Al entrar a la casa todo se siente vacío, no hay ningún ruido que le indique que Freddie está por ahí. Sigue las manchas de sangre en busca de pistas y una escena terriblemente gráfica le revuelve el estómago.

La cocina está hecha un desastre, hay fragmentos de vidrios esparcidos por la encimera y el suelo, dos bancos están volcados y astillados como si alguien los hubiera usado como protección o arma (tal vez ambas); también está ese no tan pequeño charco de sangre que lo perseguirá en sus sueños durante un buen tiempo, más si no encuentra a Freddie antes de que sea demasiado tarde.

Se encuentra a un segundo de enloquecer cuando recuerda un pequeño GRAN detalle: Verónica. Tal vez Freddie esté muriendo o algo así en una acera aleatoria y ella no sabe nada al respecto. Tal vez ella lo haya ayudado y ahora estén en un hospital, o tal vez Verónica no esté en casa y Freddie se haya quedado tumbado en los escalones frente a su puerta, tal vez su padre lo haya golpeado tan fuerte que escupió toda esa sangre; o tal vez quebró una de sus botellas y lo apuñaló con un trozo de vidrio y la herida es tan horrible que él ya está...

No, mierda, tienes que concentrarte, Brian. Se dice a sí mismo porque todas esas imágenes de su... compañero herido y moribundo no ayudan en absoluto. Despeja su mente lo mejor que puede y sale de la maldita casa dispuesto a buscar hasta debajo de las rocas si es necesario.

Le pican los ojos y el camino de una calle hacia la casa de Verónica le parece eterno a pesar de que corre con todas sus fuerzas hasta llegar ahí. Deja que su mirada vague un poco a sus alrededores, solo para asegurarse de que su cuerpo no yace en alguna acera cercana, relajándose solo un poco cuando no lo visualiza por ningún lado; al menos esa posibilidad está descartada, solo quedan unas 400 más y podrá respirar en paz.

...

Su segunda madre tiene esa mirada de preocupación en su rostro de nuevo y él sabe que no ha dormido nada porque sus ojos están cansados e inyectados en sangre por el llanto, daría lo que fuera por dejar de ser una molestia para ella.

—Dios mío, Freddie. Tienes que dejar de asustarme así, un día me provocarás un ataque al corazón y ya no soy precisamente una jovencita aunque me digas lo contrario.

El moreno suelta un intento de risa que se convierte en sollozos, pues su costado arde y su mente ha estado vagando entre la inconsciencia y el dolor que se siente bastante real. Al instante unas manos suaves acarician su rostro con la más pura delicadeza que solo puede poseer Verónica y sus lamentos se tranquilizan.

Demonios, no sabe qué carajo hizo para merecer a esa mujer tan bondadosa pero se lo compensará hasta el día de su muerte; uno que no está muy lejos si permites que las cosas sigan así, le dice la estúpida vocecita en su cabeza. Freddie no quiere saber nada al respecto.

—Lo siento Mshauri, no quisiera involucrarte en mis... problemas —dice, porque "problemas" es una palabra ligera en comparación con el drama en el que se ha convertido en su vida y ya no quiere arrastrarla con él.

Verónica solo lo mira con la mirada más comprensiva del mundo, cree ver un destello de lástima en sus ojos y eso lo hace derrumbarse más que la puñalada en su costado porque, ella nunca lo ha mirado con lástima, ni siquiera ese día después de su secuestro, jamás; si lo mira así es porque algo se jodió realmente con él y es muy miserable saberlo. Las lágrimas comienzan a correr por sus mejillas, no puede evitarlo. Quiere a Brian allí con él, incluso si solo es para tomarle la mano u observarlo desde la puerta, no importa lo que haga mientras esté allí; pero claro, tenía que joderlo todo porque es tan sensible que no se dio cuenta de que su rizado tenía la razón y él fue un estúpido testarudo al respecto.