Ciudad Arkham: Parte 3

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Las horas habían pasado como un susurro en la oscuridad, pero cada segundo había sido un campo de batalla. Lincoln, agotado pero implacable, había logrado reducir a escombros las defensas más imponentes que Hugo Strange había levantado en Arkham. Las torres de vigilancia, que alguna vez fueron símbolo del control y la opresión en la ciudad, ahora yacían destruidas, cada una de ellas convertida en ruinas tras su intervención. Los helicópteros que patrullaban los cielos habían sido derribados, cayendo con estruendo como colosos derrotados. Los soldados que una vez ocuparon cada rincón de Arkham, entrenados para no retroceder ni en el miedo, ahora estaban muertos o habían huido despavoridos.

No obstante, la ciudad no solo había sucumbido ante la fuerza letal de Lincoln. En las sombras, oculto de su vista, una figura igualmente enigmática y temida había estado operando en paralelo. Batman. El Caballero Oscuro de Gotham había entrado en escena sin aviso, desplegando sus propios métodos, precisos y silenciosos. Aunque Lincoln no había cruzado caminos con él directamente, sentía su presencia, como un susurro entre las sombras, una constante que complementaba sus acciones. Las tácticas de Batman eran diferentes, más discretas, pero igual de efectivas. Algunos criminales habían sido neutralizados de formas que no correspondían a su estilo, cuerpos inmovilizados con precisión quirúrgica, marcas que dejaban claro que el vigilante de Gotham estaba allí.

Aun así, Lincoln y Batman no habían necesitado un intercambio de palabras, ni siquiera una mirada directa. Había un entendimiento tácito entre ambos, dos guerreros de la noche, cada uno operando a su manera, pero persiguiendo el mismo objetivo: liberar a Arkham del caos que la consumía. Lincoln no necesitaba confirmar con Batman sus intenciones. Sabía que ambos estaban en la misma lucha, aunque sus caminos no se cruzaran.

El último grupo de soldados que defendían una de las torres más altas había intentado resistir. Dispararon en un frenesí desesperado cuando vieron a varios de sus compañeros caer desde las alturas, colgando muertos como advertencias vivientes del poder de Lincoln. Uno de ellos, un líder visible, gritó órdenes para intentar contener el ataque, pero Lincoln, con una calma aterradora, se deslizó entre las sombras. Sus cuchillas, afiladas como la determinación en su mirada, hicieron su trabajo en segundos. El primero cayó sin siquiera saber que había sido atacado, un corte limpio en el cuello que silenció cualquier intento de resistencia. El siguiente ni siquiera tuvo tiempo de procesar lo que sucedía antes de que un cuchillo se hundiera en su pecho, acabando con su vida en un instante. Los últimos dos soldados se enfrentaron con terror en sus ojos, disparando a ciegas, esperando inútilmente detener al espectro que los cazaba. Lincoln no tuvo piedad. Este era el precio de la guerra.

A medida que el silencio volvió a envolver la escena, Lincoln se detuvo para recuperar el aliento. Sus músculos estaban tensos, su cuerpo adolorido por el desgaste de la batalla. Aunque su traje blindado había soportado gran parte del daño, no lo hacía inmune al dolor. Había sido golpeado, electrocutado, y aunque las balas no habían atravesado la coraza, cada impacto lo había sacudido hasta los huesos. Pero Lincoln no era el tipo de hombre que se rendía ante el dolor físico. La misión lo era todo. Y en esa misión, no había lugar para el descanso.

Mientras las llamas de los helicópteros caídos se elevaban hacia el cielo, iluminando brevemente la ciudad en ruinas, Lincoln se tomó un momento para evaluar la situación. Había cumplido con su objetivo primario: desmantelar las defensas de Arkham. La ciudad, al menos en esta parte, estaba vulnerable, lista para el siguiente paso. El caos que antes parecía impenetrable ahora estaba roto, fragmentado. Pero el trabajo no había terminado.

En lo alto de una de las estructuras, pudo distinguir una pequeña señal luminosa, casi imperceptible para el ojo común. Era el estilo de Batman, dejando rastros sutiles de su presencia. A pesar de que no se habían visto, Lincoln sabía que el Caballero Oscuro también estaba desmantelando las fuerzas enemigas desde su propio ángulo. Sentía una mezcla de respeto y tensión por su presencia. Batman no era un aliado directo, pero tampoco era un enemigo. Ambos compartían una causa mayor, y aunque sus métodos diferían radicalmente, ninguno podía negar la eficacia del otro.

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⏰ Última actualización: Oct 07 ⏰

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