Prologo

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Solo nací para ser usada como un arma.

Cuando era una niña, pensaba que la realidad solo llegaba hasta esos muros metálicos que me mantenían encerrada. 

Solo veía blanco a mi alrededor era una cúpula completa. 

Creí que solo yo existía en este mundo, junto con los tres árboles que me acompañaban.

Nunca vi ni escuché a alguien de mi raza Dalbarean. 

Con el tiempo, aprendí la magia y los círculos de almas, sin saber que todo ese tiempo estaba siendo observada. 

Los Dalbarea me habían encerrado por orden de la Gran Reina del Castillo de Greshlleene.

Quizás esa reina era mi madre. Entre los Dalbarean, solo la reina tenía permiso para tener descendencia. 

Habían pasado 37 años desde que me encerraron en esta prisión.

Me convertí en invocadora, aunque no creo que haya sido por mérito propio. 

Tenía libros y un jardín que cambiaban con el tiempo. 

Invoqué a mi primera alma, para no sentirme sola. 

Elegí el camino de Invocadora por mi semilla AOI. 

AOI es una semilla con suficiente maná, soma y regeneración para mis invocaciones. 

Al usar una parte de mi alma en las invocaciones, debía esperar años para invocar otra.

Tuve que enseñarles desde cero los conocimientos a mis invocaciones; eran como mis primeras hijas. 

Mis invocaciones crecieron con el tiempo y dejaron de hacerme sentir sola, aunque no tenían "Cuerpo" ni "alma", solo eran espíritus conscientes.

En ese momento, esa era mi mayor felicidad.

Aprendía más de los libros y del jardín. Sin darme cuenta, ya había invocado a más de 17 Almas en 220 años.

Les di nombre a todas y las trataba como hijas.

Pero ellas pensaban distinto a mí. Me decían la realidad que yo no quería aceptar: debía escapar de ese lugar. 

Siempre me negaba. No me importaba por qué me habían encerrado, solo quería disfrutar del tiempo con ellas. 

El pensamiento de escapar era extraño y aterrador.

Nueve HaremDonde viven las historias. Descúbrelo ahora