CAPÍTULO 9 : Experimentando con la Maestra Irene

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Entro al baño de la academia para bañarme. Jinhe y Pharsa me ayudan a lavar todo mi cuerpo, mientras medito para entrenar mis Semillas.

Jinhe y Pharsa son futanaris, no pueden evitar tener una erección cuando me ven, sumado a que las dos desprenden un olor diferente, bastante agradable.

Pharsa me pone sus tetas en mi espalda mientras me refriega el jabón en el pecho con su mano. 

El crecimiento de su cuerpo se ha desarrollado más que el mío; sus tetas, comparadas con las mías, son más del triple.

Si intento agarrar una de sus tetas, podría apretarla como un globo de agua, en cambio, a mí solo me cubriría todo con una sola mano.

Los pechos de Jinhe son grandes, pero no como los de Pharsa.

Jinhe usa su cola enrollada en mi brazo para generar más espuma, la mueve arriba y abajo; su cola es bastante suave.

Pharsa y Jinhe, aunque no las esté viendo, deben tener una cara bastante sonrojada.

La restricción de Mimi no ha funcionado. Ya sé qué será lo siguiente para solucionar mi falta de amor.

Después de las clases con la Maestra de Escritura, me dirigí al segundo edificio donde se toman las clases especiales. Las que tomo yo son de meditación.

Una vez entré con Jinhe a una de sus clases especiales de lujuria para ver si algo despertaba en mí, solo terminé dándole una chupada al pene de la Maestra Irene. 

Su semen era algo viscoso y dulce; el sabor lo encontré mejor que el de mi dulce favorito. Si solo fuera fácil de obtener, ojalá lo vendieran en el comedor de la academia.

La Maestra Irene es un íncubo de Clase 75. Ella era Clase 87 antes de la creación del nuevo continente.

Ella se encuentra en la sala de entrenamiento teniendo sexo con una de sus alumnas; la mayoría que asisten son de razas demoníacas.

Recuerdo que su pene mide unos 18,3 cm. Estoy por pedir algo que quizás se sume a mi lista de malas ideas que he tenido.

Al finalizar la clase, la Maestra Irene estaba en su escritorio, al medio del salón, rodeada por mesas y sillas.

—Hmm?—La Maestra Irene me dirigió la mirada mientras me acercaba.

—Maestra Irene.

—Nirbrea, mi niña prodigia.

—Maestra... 

—¿Si, mi cielo?

—Quiero que me quite la virginidad.

—¿Eh...? ¿Por qué tanta prisa, mi amor?

—He intentado muchas cosas últimamente. No me siento atraída por nadie. Mi libido es tan bajo que ni siquiera puedo masturbarme.

—hmm. ¿No te sientes atraída por nadie? Te he visto hacerlo con unas cuantas chicas de la academia.

¿Ah? ¿Cómo que me ha visto? Bueno, no importa.

—Pero solo siento cosquillas y algo de diversión haciéndolo; quiero sentir qué es caer en la lujuria.

—No creo que ayude el quitarte la virginidad; quizás no eres asexual, solo no has encontrado tus gustos.

—Maestra Irene, ¿usted puede saber cuáles son?

—Hmm... puedo intentar algunas cosas, pero no prometo nada.

La Maestra Irene se levanta de su escritorio, el cual comienza a alargarse y ensancharse.

El escritorio comienza a convertirse en una cama con bellas sábanas y almohadas blancas.

Nueve HaremDonde viven las historias. Descúbrelo ahora