Esa tarde, mientras el sol se deslizaba lentamente hacia el horizonte, tiñendo el cielo con tonos anaranjados y violetas, Diana Rivera se encontraba en el taller de su familia, un espacio lleno de herramientas y chispas, donde el aroma del metal caliente se mezclaba con el dulce olor de las gomitas que devoraba con entusiasmo. A su alrededor, el sonido de una melodía animada resonaba, llenando el aire de energía y creatividad. En una esquina, su fiel creación, Deeme, un robot de aspecto amigable con un diseño peculiar, la observaba con una mezcla de admiración y curiosidad, moviendo sus articulaciones de metal al compás de la música.
—Bien, Deeme, creo que ya está lista —dijo Diana, girándose para mostrarle una mochila metálica que había construido con tanto esmero. La mochila, de un negro brillante y adornada con coloridas pegatinas infantiles, exhibía dos escapes que parecían latir con una vida propia.
—Luce genial, pero ¿crees que esta vez funcionará? —preguntó Deeme, su voz robótica vibrando con un matiz de inquietud mientras examinaba la mochila.
—Lo hará —replicó Diana, con una sonrisa confiada mientras se ajustaba la mochila sobre los hombros—. La fuga de combustible era el problema. Ahora, todo debería ir bien.
Con un último vistazo de determinación, Diana salió del granero, sintiendo la frescura del pasto bajo sus pies. Con el corazón latiendo con fuerza, comenzó a correr, dejando atrás el olor a metal y la melodía de su taller. Luego, con un impulso decidido, dio un gran salto, y al presionar un botón en su brazalete táctil, una intensa llamarada brotó de los escapes.
En un instante, Diana se elevó en el aire, suspendida entre el cielo y la tierra, el viento acariciando su rostro mientras se mantenía flotando, maravillada por el logro de su esfuerzo. Su risa resonó en el aire, un eco de felicidad pura mientras observaba a Deeme acercándose, flotando con gracia.
—¡Funcionó! —exclamó Deeme, su voz robótica imbuida de asombro, mientras contemplaba la amplia sonrisa en el rostro de Diana.
—¡Así es, Deeme! ¡Te dije que funcionaría! —exclamó Diana—. Bien, ¿qué te parece si damos un paseo?
—¿A dónde? —preguntó Deeme, inclinando su cabeza metálica con curiosidad.
—A la ciudad, obviamente —respondió Diana con una sonrisa traviesa.
—De acuerdo, pero no podré seguir tu ritmo... Llévame, por favor.
—¡Bien! Ponte en modo cápsula —ordenó Diana. De inmediato, el cuerpo de Deeme comenzó a encogerse con un suave zumbido mecánico, sus partes metálicas deslizándose y plegándose hasta que tomó el tamaño compacto de una billetera. Diana lo tomó con facilidad, guardándolo en el bolsillo interior de su chaqueta, antes de presionar de nuevo el brazalete que activaba los motores de su mochila.
El vuelo hacia Ciudad República fue un espectáculo mágico. Mientras volaba, el aire fresco de la tarde le llenaba los pulmones y, a su alrededor, las aves parecían acompañarla en su travesía. A medida que se alejaba del rancho, el vasto campo bajo ella comenzaba a transformarse, los verdes prados lentamente cediendo terreno a las estructuras de concreto y acero de la ciudad.
Diana se mantuvo volando, disfrutando de la vista que se extendía frente a ella: las calles de Ciudad República, siempre bulliciosas, se iluminaban bajo la creciente penumbra, creando un mosaico de luces que destellaban como joyas en la distancia. Finalmente, aterrizó con suavidad en la azotea de un alto edificio, sintiendo el leve crujido de la gravilla bajo sus botas. Desde allí, contempló el paisaje urbano con una sonrisa triunfal.
Sin embargo, su euforia se desvaneció de golpe cuando un estruendo profundo resonó en la lejanía. Diana dio un pequeño salto, sorprendida, mientras su corazón comenzaba a acelerarse.
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AVATAR: Alma de Hierro
FanficEn el año 848 DG, Ciudad República se sumerge en una noche de caos cuando un misterioso terrorista autodenominado Salvador, quien afirma haber sido bendecido con el poder del Espíritu Control, lanza un ataque devastador desde la icónica Torre Sato...