Ya ha pasado tiempo desde que conocí a Roberto. Con el paso de los tiempos nos hemos hecho muy buenos amigos, la vida ya no es tan pesada. Estamos en San Lorenzo y Roberto toca su guitarra en una de las plazas publicas. para poder alimentarnos.
Sufrimos discriminación entre otras cosas pero no es que me importe tanto, por que gracias a Roberto puedo levantarme cada día, siempre le seré fiel.
Me encanta su voz y el sonido de su guitarra, me encantaría poder cantar con él, no entiendo como a muchas personas no le puede gustar, es lo mejor en todo el mundo.
Son las doce de la tarde y tenemos hambre, así que pasaremos a comprar algo en un lugar de por aquí. Roberto se apresura en cruzar la calle, y cuando yo voy a hacer lo mismo miro a mi costado y veo que casi le atropella un auto a otro perro , de no ser por mi ya estaría junto a los perros de Dios.
Miro hacia Roberto, y el se dio cuenta de lo sucedido, trata de volver a cruzar la calle pero el semáforo esta en verde entonces no puede hacerlo.
— Gracias— me dice la casi atropellada, es de mi misma raza y esta un poco golpeada, no a causa de lo que acaba de suceder, si no por otra cosa que no se que es. Al parecer es hembra juzgando por su tono de voz.
— De nada— respondo cordialmente— deberías de tener mas cuidado—continuo.
— Discúlpame, es que es la primera vez que estoy por aquí.
— Entiendo...
Antes de que concluya viene Roberto y me pide que lo siga.
— Adiós— le vuelvo a decir.
— Adiós— dice con voz temblorosa.
Doy media vuelta y continuo mi camino hacia la tienda. Roberto me comenta algo pero no entiendo muy bien porque me quede pensando en aquella pobre perrita.
Ya vuelvo, quédate aquí — dice Roberto.
Obedezco, miro hacia ambos lados y noto que la perrita nos había seguido muy cautelosamente.
—¡Oye, ven aquí! — grito para que se acerque.
Se esconde detrás de una casa y luego de unos segundos se acerca.
— ¿Por que nos seguiste?
— Es que... tengo miedo y no conozco a nadie.
Pienso unos segundos hasta que le digo.
— ¿Hacia donde queda tu casa?
— Hacia un lugar llamado Aregua.
—¡Pero que causalidad!, hoy Roberto...
— ¿Quien es Roberto?— me interrumpe.
— Mi dueño, como te estaba diciendo, Roberto y yo vamos por ese camino, dicen que habrá un concurso en una granja y quiere ir a competir.
— ¿De verdad?
— Sí, puedes venir con nosotros.
— ¡Gracias!
— No hay de que.
— Por cierto, ¿Como es tu nombre?
— Leslie, ¿y el tuyo?
—Toby.
Roberto llega con unos cuatro emparedados y me da dos, como siempre, yo como uno y le paso uno a Leslie.
Mañana emprendemos el viaje.