Extra

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Carlos entró al McDonald's con su hijo de cinco años bajo el brazo, como si llevara cargando un pequeño saco de papas. El niño, vestido con su mono de karting y aferrado a su casco como si fuera un trofeo, no había querido caminar porque decía estar demasiado cansado, pero tampoco había querido decidir en el drive-thru. Durante todo el trayecto a la caja, había repetido insistentemente "hambre, hambre, hambre, tengo hambre", cada vez con más dramatismo, como si no hubiera comido en días.

Al llegar a la caja, Carlos respiró profundo y esperó a que su pequeño por fin decidiera qué quería comer. El niño examinaba el menú con seriedad, mientras seguía murmurando sobre lo mucho que le gustaba todo. Cuando finalmente eligió algo, Carlos sonrió con alivio y dijo a la cajera —Para llevar, por favor.

—¡No, no! ¡Comamos aquí! —protestó el niño, ahora dando pequeños saltos detrás de él, con las energías renovadas.

—No, porque papi está esperando en el auto —le contestó Carlos con paciencia.

Pero su hijo no parecía estar de acuerdo y su entusiasmo no se apagaba fácilmente.

—¡Quiero comer aquí, por favoooor! —insistía, alargando la palabra como si fuera una súplica desesperada.

Carlos, buscando un poco de paz para poder pagar sin más discusiones, sacó su teléfono y se lo tendió al niño.

—Llama a papi, pregúntale si te da permiso —dijo con una sonrisa resignada.

El niño tomó el teléfono con una mezcla de sorpresa y emoción, como si le hubieran dado una misión de máxima importancia. Mientras empezaba a marcar, Carlos soltó un suspiro, esperando que Sergio lo sacara de ese embrollo y convenciera al pequeño de volver a casa. No entendía como es que todavía le quedaban energías en ese pequeño cuerpo, si él y Sergio estaba casi muertos, y prácticamente ellos solo habían estado animando al niño en sus prácticas toda la mañana.

Pero, claro, no tenía tanta suerte y termino buscando una mesa en lo que Sergio llegaba y esperaban su orden. Le había dicho a su hijo que dejara de estar corriendo por todos lados y que se quitara el casco porque no podría ver bien, pero los niños nunca hacen caso y termino chocando con un desconocido. En cuanto se percató de la situación fue de inmediato a buscar a su hijo de donde el hombre le ayudaba a levantarse. Escuchó a su hijo disculparse.

—Descuida, pequeño.

—No soy pequeño, soy Ayrton.

Acertados errores | Cherlos • Chestappen|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora