Jun cabizbajo limpiaba sus lágrimas con la manga de su camisa, había permanecido un buen rato arrodillado frente a la tumba del abuelo o al menos el pequeño altar que él y los pokémon de la montaña nublada hicieron juntos.
―Está hecho, gracias a todos por venir este año también.
Los pokémon lo miraron con cierto grado de preocupación en especial chansey, se aproximó a él esperando hacerlo sentir mejor como cuando era un niño y se lastimaba al correr demasiado por las colinas.
―Estoy bien, chansey ―dijo antes de que ella pudiera dar el primer pasó― ya no soy un niño―aunque la forma en la que estaba encogido daba otra idea.
Una enorme vespiquen salió de entre los matorrales, la escoltaban varios combee de un tamaño superior al normal, en sus manos cargaba recipientes de miel. Aquel manjar era lo más exquisito que cualquier humano o pokémon podría probar, en especial los miembros mixtos de aquella manada heteromorfa de pokémon hambrientos.
Con sumo cuidado puso la miel frente a la placa de piedra, una pequeña porción en un vaso hecho con el mismo material del nido de los combee. A pesar de la temporada de escasez que vivían nadie se atrevería a tomar dicha miel, aunque claro, la reina dejo un poco para que los más pequeños se alimentaran.
―Gracias...―la vieja reina se postró frente a Jun, y con una de sus extremidades acarició la nariz del chico, dejando un poco de miel―reina.
Pero antes de decir algo más, vespiquen se fue con sus escoltas de nuevo hacia los bosques más lejanos. Esa era la forma en que la reina jugaba con sus crías y con los pokémon pequeños que se llegaba a cruzar.
"Aunque la razón por la que él ya no está soy yo" pensó.
Jun se reincorporó y con cierta furia empezó a sacar todas las provisiones que tenía en su mochila, muchas de ellas estaban planeadas para servir como combustible para bastantes semanas. Los pokémon del bosque se aproximaron gustosos por los alimentos y al instante los devoraron mientras el chico regordete arreglaba algunos nidos que chansey había traído consigo, con la ayuda de un viejo infernape que a duras penas podía caminar, calentaron agua para hervir hierbas diversas como infusión para los más viejos.
―Dales esto, y ten cuidado cuando pongan estas en las madrigueras―indicó Jun a chansey al darle unas semillas que ahuyentarían a las plagas―plántalas y deja que las lluvias hagan lo suyo.
Evitaba tocar más de lo necesario a esas criaturas, aunque en el pasado eso era imposible. Cuando era niño y antes de conocer a "Boris" el solo jugaba con esos seres desde el amanecer hasta que la oscuridad lo obligaba a volver a su hogar con lodo en la ropa y mejillas además de un montón de plantas y ramitas.
Recordó a su abuelo escuchando sus historias infantiles, aseguraba que en cada salida haber visto a uno o a varios pokémon legendarios, solo su abuelo lo miraba a los ojos y asentía ante sus palabras.
Antes de comenzar a llorar recogió toda la basura de la fachada de la cabaña, era tarde, y las llamadas perdidas de su madre y hermano se acumulaban. Mientras recogía todo unas patas pequeñas y torpes se postraron en frente de él, un primate con una llama encendida en su trasero se le acercó empujado por un larvitar risueño.
Los dos pokémon traían consigo una flor gracidea en sus manos, mismas que extendieron a Jun. Al contrario de lo que se podría pensar sus dedos eran delgados y largos, los bulbos pequeños fueron puestos en sus palmas.
―Gracias―dijo―no era necesario―y después notó una garra peluda hurgando la basura a su lado―otra vez aquí, ¿eh? ―un muchlax aniquilaba las sobras―sabes, eso no es muy sano sé que tienes hambre, pero...
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Pokémon S&BS: Alas del Amanecer
FanfictionDespués de haber sido rechazada, Sonia llega a una comarca lejana para obtener una carta de recomendación y ser admitida en un programa especial de la academia naranja. Ansiosa por desaparecer su destino se entrelaza con el de varios bichos raros d...