Episodio 3: Determinación

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RUPERT

El mal genio no se me quita; de hecho, se me pudre más. Muevo el cuello con estrés; odio estar rodeado de gente en eventos que son una farsa como este. Han pasado seis meses desde que me comprometí y, ahora, hace dos horas que salí del maldito Ayuntamiento con documentos legales que me avalan como esposo de Débora Hill, la prima de Debby. Qué ironía.

Cuando me presentaron a todas las posibles candidatas, ella era la última en mi lista; sin embargo, ninguna tenía lo que necesitaba: sangre fría y cabeza estable. Ambos sabemos que esto solo es un acuerdo común; no hay amor entre nosotros, nada. Tardé algunos días en descubrir el secreto que ocultaba Debby: es millonaria. Sin embargo, lo que aún no logro entender es por qué escapa de su familia y se hace pasar por pobre; incluso usó otro apellido por un tiempo.

De cualquier manera, no me importa. Todo lo relacionado con ella es cosa del pasado, un simple juego de niños que terminó con mi polla bañada en su sangre en su cumpleaños número veinticuatro. Solo eso.

«Jodida mentirosa».

—Te he estado buscando.

La voz de Bryce golpea mi espalda y desmejora mi ánimo.

—Felicidades, me encontraste.

—Eres el único hombre sobre la faz de la tierra que llegaría media hora tarde a la iglesia, el día de su boda, para perder el tiempo bebiendo en su empresa —sisea.

—Eso me hace único y el mejor —ironizo, terminando de beber mi trago—. ¿Ya se murió mi esposa?

—Sigue respirando y está muy ansiosa.

Observo la hora que marca mi reloj de mano.

—Una lástima; tenía la esperanza de que muriera y quedarme viudo con todo el dinero —espeto sin un ápice de diversión.

—Eres millonario; no necesitas el dinero.

—Pero sí asociaciones para derribar a mis rivales —sopesando cada una de mis palabras—. Quiero más.

—Eres demasiado ambicioso —niega con la cabeza.

—Cada quien tiene sus propios demonios.

Bryce me observa; sé muy bien que no es un idiota y que trata de estudiar cada uno de mis movimientos y gestos. El problema para él es que, desde muy pequeño, aprendí a no mostrar mis emociones, especialmente por culpa de aquella sombra que ha quedado enterrada en el pasado.

—Es mejor que nos demos prisa; es molesto que me manden a buscarte solo porque piensan que ya no quieres casarte.

—Me importa una mierda la boda.

Sus ojos, de un verde más intenso que los míos, me observan desentrañando mis pensamientos.

—Aún estás a tiempo de retractarte.

—Eso jamás; tengo todo calculado, soy quien lleva el control —reviso una vez más la hora que marca mi reloj.

El móvil de Bryce suena y me preparo para ir a la iglesia. Cuando finaliza la llamada, parece satisfecho.

—América está abajo esperando.

Frunzo el ceño. Él ladea una sonrisa de media luna.

—¿Esperabas a alguien más?

—No sé de qué hablas —refuto.

—Si lo que quieres saber es cómo va la investigación de…

—No me interesa —lo interrumpo antes de que escuche ese nombre de nuevo—. Nada que tenga que ver con ella.

Amante De Honor #2 © [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora