Episodio 25: Noche de revelaciones

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DÉBORA

No debió haber vuelto; solo tenía que hacer una cosa bien: quedarse escondida en el hoyo de donde salió, desaparecer, jamás cruzarse en nuestro camino. Pero no lo hizo. Mi prima tuvo los cojones de aparecer y humillarme como nunca. Esta noche intenté contraatacar, pero mi tío Alejandro estaba tan embelesado con su regreso, con su "princesa", que no funcionó nada de lo que mi tía y yo habíamos preparado para ella.

Incluso con el asunto de la cena, mi tía se encargó de ordenar hacer una comida a la que ella fuera alérgica, y no sé cómo, pero mi tío terminó enterándose e hizo una cena especial para ella. Me parece que no se puede confiar ni en la servidumbre; hay algunos que siguen siendo leales solo a mi tío.

—Maldita, mil veces maldita —siseó mientras clavo mis uñas en el volante.

También fui consciente de lo hermosa que se veía. ¿Por qué siempre se esfuerza por opacarme? No le basta tener a su lado a un hombre apuesto; no, ella ha venido a quitarme todo por lo que he luchado, y no pienso dejar que lo haga. Por otra parte, sé muy bien que Rupert se la comía con la mirada.

Mi propio marido quedó prendado de ella. Cree que no me di cuenta, pero lo hice. La manera en la que sus ojos se fijaban en sus pechos, recorriendo su cuerpo como si quisiera romperla en dos. Si no hago algo, Debby me quitará de nuevo todo. Mi móvil suena; miro de soslayo sin perder el aumento de velocidad. Se trata de mi tía Minerva.

Desvío su llamada; no me siento con los ánimos como para recibir sus regaños. Tengo un plan y tiene que funcionar. Es por ello que, en cuanto llego al lujoso hotel, respiro con profundidad, recordándome que es ella quien está en mi territorio, es ella quien está en mi juego. Me dirijo hacia la recepcionista, pido el número de habitación que busco y subo al elevador.

Mientras lo hago, le marco a Rupert. No entiendo cuál es el afán de quedarse con mi tío. Nunca lo hace. Las puertas se abren; guardo el móvil en mi bolso y camino a prisa hasta llegar a la puerta. Llamo con insistencia hasta que un hombre apuesto, alto, castaño y de ojos azules, aparece dentro de mi campo de visión.

—Señora Hill —dice con el ceño fruncido.

—Señorita —lo corrijo, rechinando los molares—. Sebastián Winston.

—Está casada.

—¿Y?

No pierdo mi tiempo; lo hago a un lado y paso sin invitación, escuchando que cierra de mala gana a mis espaldas. Le echo un vistazo rápido; el lugar está más ordenado de lo que pensé.

—¿Puedo saber qué se le ofrece? Es un poco tarde como para que esté aquí —mira la hora que marca su reloj de mano.

—¿Esa es la manera de tratar a una dama? Parecía que tenía más modales de los que aparentaba —replico, quitándome el abrigo.

Él está enamorado de mi primo; me pregunto cuán leal es a ella. Sin decir una sola palabra, me bajo la cremallera de mi vestido, dejando mi cuerpo desnudo delante de él. Sus ojos azules recorren mi cuerpo y casi puedo saborear la victoria dándome cuenta de que también se lo puedo arrebatar a él, cuando... noto que su mirada permanece en blanco; no hay brillo, lujuria o deseo.

—Fóllame —pido sin sentido.

Mermo el espacio que hay entre los dos, colocando mis manos sobre su pecho. Huele demasiado bien, aunque no se compara con mi marido.

—Hazme tuya, Sebastián Winston —sonrío.

No se mueve un solo centímetro, hasta que me aparta las manos y se dirige hacia donde está el vestido. No muestra ninguna reacción sexual; ni siquiera me mira con deseo. Me tiende el vestido y, de pronto, me siento tan expuesta.

Amante De Honor #2 © [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora