➳𝚎𝚗𝚝𝚛𝚎 𝚎𝚕 𝚍𝚎𝚜𝚎𝚘 𝚢 𝚎𝚕 orgullo➳

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sanemi estaba completamente rojo, desde sus pies hasta su cabeza, su temperatura subía conforme pasaban los segundos

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sanemi estaba completamente rojo, desde sus pies hasta su cabeza, su temperatura subía conforme pasaban los segundos. el estaba paralizado sin saber que hacer, intentaba apartar su mirada con las del contrario pero se le hacia inevitable, el no podía dejar de mirar esos ojos que parecían inalcanzables, fríos y distantes, pero esta vez había algo mas, algo que sanemi quería saber en lo mas profundo de su corazón, ¿Qué era lo que sentía giyuu tomioka por el? ¿acaso solo estaba jugando con el? el no podía parar de pensar en eso y eso lo ponía cada vez mas nervioso y cada vez se sentía mas vulnerable, eso lo molestaba mucho mas.

quería apartarlo de su cara y gritarle por que hacia eso pero el estaba al borde de la vergüenza y deseo de querer hacer algo mas, algo que sanemi no quería reconocer.

-¿Tomioka que estas haciendo?- dijo mirándolo fijamente e intentando controlarse a si mismo.

Tomioka no respondió de inmediato, simplemente mantuvo su mirada fija en Sanemi, como si estuviera evaluando cada uno de sus movimientos, cada respiración agitada. Sanemi sentía cómo sus pensamientos se mezclaban con el calor que le quemaba la piel, un fuego que se originaba en su pecho y bajaba lentamente, alimentando algo que no quería enfrentar.

-¿Por qué me haces esto?-gruñó Sanemi, con la voz rasposa por la confusión y el deseo reprimido.

Cada fibra de su cuerpo le pedía que lo empujara lejos, que rompiera ese maldito contacto visual, pero sus manos se mantenían temblorosas a los lados de su cuerpo, atrapado en la tensión que había crecido entre ellos desde el primer beso.

Tomioka se inclinó ligeramente hacia adelante, acortando la distancia entre sus cuerpos. Sanemi podía sentir el calor de su aliento acariciando su piel, y aquello lo hacía tensarse aún más. La proximidad de Tomioka era como una droga, insoportable y embriagante al mismo tiempo.

-Sanemi...-susurró Tomioka, su voz apenas un murmullo, pero cargada de una gravedad que hizo que todo en el interior de Sanemi se retorciera.

Las palabras lo hicieron estremecer. El sonido de su propio nombre en esos labios, en ese tono bajo y calmado, era suficiente para que su piel se erizara, y una descarga recorriera su espalda.

-¡No digas mi nombre así!-gritó Sanemi, pero su voz traicionó su verdadera emoción: no era rabia lo que dominaba su tono, sino una desesperación que no podía ocultar.

Tomioka no dijo nada más. En cambio, dejó que sus dedos rozaran ligeramente la muñeca de Sanemi, un contacto casi imperceptible, pero que causó una explosión de sensaciones en su piel. El simple roce fue suficiente para que Sanemi sintiera que todo su control se desmoronaba, y aunque quería apartarse, su cuerpo se inclinó, como buscando más de aquel contacto prohibido.

-Maldición...-susurró Sanemi, bajando la cabeza, intentando evitar esos ojos que lo desnudaban por completo.

Pero Tomioka no lo dejó escapar. Con una lentitud intencionada, su mano subió por el brazo de Sanemi, rozando la tela de su uniforme hasta llegar a su cuello. Sanemi contuvo el aliento, mientras el calor del tacto de Tomioka se infiltraba en su piel. No podía pensar claramente. Sus sentidos estaban desbordados, sus pensamientos nublados por una mezcla abrumadora de rabia y deseo.

-No puedo...-Sanemi cerró los ojos con fuerza, luchando contra el impulso que lo empujaba a hacer algo que no quería admitir ni ante sí mismo. Pero el roce suave de los dedos de Tomioka en su nuca era suficiente para romper cualquier resistencia que le quedara.

En un acto impulsivo, Sanemi agarró la muñeca de Tomioka, como si quisiera detenerlo, pero su agarre era débil, tembloroso. Cuando abrió los ojos nuevamente, se encontró con la mirada fija y decidida de Tomioka. Ya no había rastro del frío distanciamiento habitual en esos ojos; en su lugar, había una intensidad abrumadora que lo desarmó por completo.

Antes de que pudiera procesarlo, Tomioka inclinó la cabeza y sus labios rozaron los suyos una vez más. Esta vez, no fue un beso suave ni tentativo. Fue demandante, lleno de una urgencia que igualaba la propia frustración de Sanemi. No hubo tiempo para pensar ni para cuestionar. El deseo ganó la batalla, y Sanemi se encontró devolviendo el beso con la misma intensidad, como si ese fuera el único lenguaje que ambos entendían en ese momento.

El calor en su cuerpo se volvió insoportable, cada roce de sus labios enviaba oleadas de placer y confusión a partes iguales. Sanemi se sentía atrapado en ese momento, incapaz de pensar en nada más que en la forma en que Tomioka lo estaba haciendo perder la cabeza.

El aire entre ellos era denso, cargado de la tensión sexual que habían estado ignorando durante tanto tiempo. Ambos sabían que lo que estaba pasando no era solo el resultado de la cercanía física, sino de algo más profundo que ninguno de los dos había querido aceptar hasta ahora.

Finalmente, Sanemi rompió el beso, jadeando, y se apartó unos centímetros, pero no lo suficiente como para escapar del magnetismo que sentía hacia Tomioka.

-¿Qué estás haciendo conmigo...?-susurró, la frustración y el deseo luchando por el control en su voz.

Tomioka lo miró intensamente, su respiración tan agitada como la de Sanemi.

-Lo mismo que tú estás haciendo conmigo-dijo mirándolo y volviéndolo a besar rápidamente con mas fuerza y deseo.

Sanemi aún sentía los labios de Tomioka en los suyos, el calor de su cuerpo tan cercano que parecía imposible de ignorar. Su respiración seguía entrecortada, pero la confusión en su mente era aún más abrumadora. Quería empujarlo lejos, alejarse de esa sensación que lo consumía... pero su cuerpo no respondía a la lógica.

Las manos de Tomioka, que antes habían sido un simple roce, ahora estaban firmemente apoyadas en sus hombros, como si no quisiera que se apartara. Sanemi miró sus manos, sintiendo cómo una corriente de electricidad recorría su cuerpo, desde donde lo tocaba hasta los rincones más profundos de su ser.

-No me provoques más...-susurró Sanemi, casi en un tono de súplica, aunque sabía que ya era demasiado tarde para detener lo que había comenzado.



-susurró Sanemi, casi en un tono de súplica, aunque sabía que ya era demasiado tarde para detener lo que había comenzado

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