Capítulo 24: Estación 12 | ¿Viviré? (Parte 2)

40 6 1
                                    

— ¡No te muevas, Suguru! — exclamó Satoru,  su voz tensa por el esfuerzo y el dolor. 

Su mano,  firmemente aferrada a la hoja de la espada de Toji,  temblaba ligeramente.  La sangre seguía fluyendo,  tiñendo de carmesí su ropa y el suelo a su alrededor.  A pesar del dolor insoportable,  Satoru no cedió ni un ápice.  Su mirada,  fija en Toji,  transmitía una determinación inquebrantable.

Toji,  sorprendido por la resistencia de Satoru,  frunció el ceño.  No esperaba que Satoru fuera capaz de detener su ataque,  de soportar semejante dolor sin flaquear. 

— Maldito seas — gruñó,  tirando con fuerza de la espada,  intentando liberarla del agarre de Satoru.

El movimiento brusco provocó un nuevo estallido de dolor en Satoru,  pero se negó a soltar la espada.  Su agarre se hizo aún más firme,  sus nudillos se pusieron blancos por la tensión.  Sabía que si cedía,  Toji no dudaría en atacar a Suguru.

Suguru,  apoyándose en un árbol cercano,  se puso de pie con dificultad.  Su pierna herida le impedía moverse con libertad,  pero la adrenalina y la preocupación por Satoru le daban la fuerza para ignorar el dolor. 

— Satoru,  suéltalo — suplicó,  su voz llena de angustia.  — No vale la pena.  No quiero que te lastimes más por mi culpa.

Satoru,  sin apartar la mirada de Toji,  negó con la cabeza. 

— No te preocupes por mí,  Suguru —  dijo con voz ronca,  forzando una sonrisa.  — Estaré bien.  Solo necesito un poco de tiempo...

Su voz se apagó,  su rostro se contrajo por una nueva oleada de dolor.  La pérdida de sangre comenzaba a afectarle,  su visión se volvía borrosa,  pero se negaba a rendirse.  Tenía que proteger a Suguru,  costara lo que costara.  La batalla apenas comenzaba.

Un brillo astuto cruzó los ojos de Satoru, a pesar del dolor que lo embargaba.  Una idea, arriesgada pero potencialmente efectiva, se había formado en su mente.  Con voz firme, a pesar de la debilidad que comenzaba a sentir, se dirigió a Toji.

— Te propongo un trato — dijo,  su mirada desafiante. — Una lucha de espadas.  El ganador se lo lleva todo.  ¿Aceptas?

Toji, intrigado por la propuesta,  arqueó una ceja. 

— ¿Una lucha de espadas?  ¿Contigo en ese estado? —  preguntó con una sonrisa burlona.  — No me hagas reír.

— No subestimes mi determinación, Toji — respondió Satoru,  su voz cargada de una fría seguridad.  — Aunque esté herido,  soy más peligroso de lo que crees.

La arrogancia de Satoru,  incluso en su estado debilitado,  despertó el interés de Toji.  La idea de una lucha a muerte,  de la posibilidad de acabar con Satoru de una vez por todas,  le resultaba demasiado tentadora como para rechazarla. 

— De acuerdo — dijo Toji,  una sonrisa cruel dibujándose en su rostro.  — Acepto tu desafío.  Pero no esperes ninguna piedad de mi parte.

Con un gesto teatral,  Toji desenvainó una segunda espada de su cinto y la arrojó a los pies de Satoru. 

— Aquí tienes — dijo con sarcasmo.  — No quiero que digas que no te di una oportunidad justa.

Satoru,  con un esfuerzo sobrehumano,  se agachó y recogió la espada.  El peso del metal en su mano herida le provocó una punzada de dolor,  pero se obligó a ignorarlo.  Se puso en guardia,  su postura firme a pesar de la debilidad que lo consumía.  La mirada de Satoru,  fija en Toji,  transmitía una mezcla de determinación y frialdad.

Cruxis | Satosugu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora