Destinados || Kooktae

Capitulo 8

Taehyung siempre había sido un omega muy sensible y soñador.

Aún recordaba cuando se acostaba en el pasto del patio de su casa a dibujar hermosos castillos adornados de moños y brillos, decía que algún día tendría una casa así donde viviría con su alfa y los miles de cachorros que tendrían, no, miles no; millones de ellos.
Su familia siempre le decía que dejara de ser tan imaginativo, que cuando conociera el mundo real su burbuja se rompería, pero eso no quitaba el hecho de que sus sonrisas siguieran en sus rostros y su corazón se derritiera cuando escuchaban a Taehyung hablar de todo lo que pensaba e imaginaba. Era el cachorro consentido de la manada, el omega menor.

Y al cumplir diecisiete su burbuja se rompió.

Taehyung conoció a alguien.

A un alfa con unos sorprendentes ojos azules y una sonrisa de ensueño. Al omega le encantaba escucharlo hablar acerca de la gran ciudad, escuchar las divertidas anécdotas que el mayor le contaba. Taehyung vivía en un pequeño pueblo a las afueras de Daegu, por supuesto que jamás había ido a Seúl.
Evidentemente cayó ante el encanto del alfa y su embriagante olor a madera, su corazón latía por él. Así que en una noche de luna llena, se entregó a él, la luna siendo testigo de cuando sus cuerpos se unieron.

Taehyung se sentía volar, sentía que todo lo que había deseado se le estaba cumpliendo, que la luna se lo estaba otorgando. Pero su cuento de ensueño pronto se volvió en uno de terror, cuando se enteró que su amado alfa estaba contándole a todos los alfas del pueblo que Taehyung había pasado la noche con él, que ya no era un Omega valioso y que ahora se conseguiría uno que si valiera la pena.

El pelirrojo sintió su mundo caer, y más cuando llegó a su casa y encontró a su familia sumamente enojada. Los gritos no se hicieron esperar, la bofetada que le otorgó su padre hizo que sus oídos zumbaran y su cabeza diera vueltas, estaba tan aturdido que no sintió el empujón que le dio su madre para sacarlo de la casa.

"¡Jamás te atrevas a pisar esta casa! ¡Un puto no es digno de vivir aquí!".

La frase lo había dejado helado, lo habían corrido de su casa. Su familia, su manada, nadie le dejó explicar nada y lo desecharon como un trapo a la basura. Como si fuera algo inservible y sin importancia.

Con lágrimas adornando su rostro salió corriendo, no tenía a donde ir, la noche se empezaba a poner y el aire frío empezaba a recorrer las calles.

Ahí empezó la nueva etapa en la vida de Taehyung, con el corazón hecho pedazos, recordó la ruta que el alfa le había mencionado una vez y se encaminó a ella.

Ocho años después Taehyung había dejado de ser un omega soñador, seguía siendo sensible pero ahora una máscara de ironía e incredulidad lo adornada. Ya no tenía el sueño de encontrar un alfa y tener muchos cachorros, se había dado cuenta que todos eran unos mentirosos e idiotas que solo se dejaban llevar por su instinto, así que se había cerrado por completo al amor. Jamás volvió a pensar en un alfa ni pasar el rato con uno, no volvió a ilusionarse por unos ojos bonitos o por una sonrisa coqueta.

Así que ahora no entendía porque todo a su alrededor se movía en cámara lenta, o tal vez era su cabeza dando vueltas.
No supo en qué segundo sintió algo romperse dentro de él, como una adrenalina que le hizo sentir dolor en su pecho y sentir su cabeza zumbar. Sin mencionar, que su lobo se encontraba chillando.

"Mi pareja".

La frase se repetía una y otra vez en su mente.

No entendía por qué se sentía así, definitivamente no quería sentirse así. Evidentemente, Jungkook le había caído estupendo; Tenía una personalidad muy divertida, juguetona y sarcástica, pero también era un alfa muy atento y caballeroso con él. Pero eso no significaba que Taehyung lo hubiera visto con otros ojos, pero el que fuera su alfa destinado le complicaba las cosas.
Sabía que su lobo lo quería, aullaba y movía la cola cuando pensaba en él, sin olvidar el delicioso aroma a chocolate que hacía que su mundo diera vueltas. Pero el omega se había prometido jamás volver a perder la cabeza por un alfa, y una vez más, comprobó que todos eran unos mentirosos.