𝗱𝗼𝗰𝗲

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desde entonces no había tenido oportunidad para preguntarle a beomgyu al respecto- sobre por qué la presencia de mi padre esa noche en mi habitación le había puesto tan sorprendentemente asustado. y no es que no quisiera saberlo, pero quizá, en el fondo, yo realmente prefería mantenerme tan ajeno a sus razones como fuera posible. quizá lo que tenía, en vez de curiosidad, era miedo por saber.

y si antes había mencionado que él se había vuelto más cercano a mí, ahora que solíamos tener la casa solo para nosotros la mayoría del tiempo esa cercanía había estado volviéndose cada vez más usual. nuestras interacciones eran cada vez más íntimas, y a beomgyu todo esto parecía agradarle. a mí también, claro está... pero quizás esta comodidad que estábamos sintiendo uno con el otro podría volverse corrosiva, después de todo.

como siempre, esa conversación que tuve con mi padre esa vez suele hacer eco en mi cabeza al menos una vez al día aunque siempre evite pensarla. a pesar de todo lo que ha pasado, beomgyu sigue siendo menor de edad y yo estoy a punto de cumplir veinte años. sin importar cómo lo mire, simplemente no puede ser.

no importa cuánto me guste estar con beomgyu, no puedo dejar que nada de esto rebase lo fraternal.

— ¿jun? ¿estás escuchándome? — el peso de su mano, suave y ligera, sobre la mía es lo que me saca de mi cabeza. instintivamente deshago su toque alejando mi mano de la mesa y, claro está, él se da cuenta de este acto tan reactivo de mi parte. — ¿estás bien?

— sí, yo...— paso saliva, removiendo la comida en mi plato mientras fijo mis ojos sobre ella. buscando despejarme, distraerme de la sensación que su mirada sobre mí me da. — lo siento. sólo estaba... pensando.

— lo haces mucho últimamente. — bromea, y yo pongo todo de mí para corresponderle la sonrisa. esta vez se me hace complicado.

— ¿es algo que te moleste? — niega, y ahora los papeles se han invertido. aunque yo lo miro, él no me mira de vuelta y observa con fijación la comida de su plato, como si buscara algo en esta. yo dudo mucho en eso que quiero preguntarle, las palabras dan vueltas en mi cabeza y me hacen sentir pesado. — ¿beom?

— ¡no me digas así! — su reacción no me sorprende, pero sí me toma desprevenido. deja caer con fuerza los cubiertos sobre su plato y el silencio que le sigue al estruendo de su voz es pesado.

— perdón. — y ninguno dice nada más. lo veo respirando rápido, sus manos temblando y me obligo a darle un par de segundos para que se calme antes de decir algo más. a pesar de todo lo que ha pasado y lo mucho que han mejorado las cosas entre nosotros, beomgyu sigue siendo un adolescente difícil de tratar. — ¿puedo preguntarte algo?

— sí... dime...

— ¿por qué no te gusta que te diga así? — no dice nada, y me doy cuenta que no está dispuesto a contestarme. continúa comiendo como si no hubiera escuchado una palabra, pero yo sé que lo ha hecho. — ¿por qué te molesta, beomgyu?

— no es nada. — miente. sé que lo hace porque si hay algo que he aprendido de beomgyu durante todo este tiempo es que él sabe cómo mentir; se asegura de mirarme fijamente para que yo piense que, en consecuencia de su confianza, está diciendo la verdad. pero lo conozco. y sé que está mintiéndome.

— ¿tiene esto algo que ver con mi papá?

— no. — murmura, y yo estoy comenzando a impacientarme.

— ¿por qué él puede decirte beom pero yo no? — no sé si esté cruzando un límite al que no quería llegar cuando, apenas digo esto, sus ojos parecen cristalizarse en lágrimas finas. deja de comer de repente y me doy cuenta de lo difícil que es para él no romper en llanto... ¿pero por qué? ¿qué es lo que, en mis palabras, le ha llevado a tener esa reacción? — ¿cuál es el problema?

— no hay ningún problema. — aunque estamos solos y el silencio que llena la casa es sepulcral, apenas puedo escuchar su voz, que llega hasta mí en un hilo tembloroso. como si él estuviera intentando con todas sus fuerzas negar algo que ambos sabemos está sucediendo.

— ¿por qué le tienes miedo? — él definitivamente llega a su punto de quiebre. las lágrimas comienzan a deslizarse lentamente por sus mejillas; parece negar una y otra vez para convencerse que me está diciendo la verdad. como si no estuviera viéndolo lagrimear justo frente a mí. nadie llora sin razón, y beomgyu no puede ser una excepción.

— no le tengo miedo. — sus manos se aprietan en sus brazos cuando se abraza a sí mismo. noto la fuerza que hay en sus dedos en cuanto aprieta la tela de su camisa entre estos. no sé qué hacer. él está ansioso, asustado y sé que yo lo estoy empujando a ese estado.

me levanto de mi silla y le doy vuelta a la mesa, hasta donde él está, me pongo de cuclillas frente a sí más sin embargo no me mira. parece ni siquiera darse cuenta que yo me he movido, mucho menos que estoy allí. intento deshacer el agarre de sus manos pero su fuerza es mayor a la mía, no puedo simplemente soltarle con un movimiento suave.

— gyu— aunque tomo sus muñecas e intento tranquilizarlo, no funciona. y la peor parte es que realmente no sé qué hacer. beomgyu no suele tener ataques de pánico como estos muy seguido, al menos no desde hacía ya un tiempo hasta acá. aunque lo llamo, no me mira.— beomgyu.

— suéltame. — finalmente se suelta, y no sé cómo sentirme al respecto cuando, al hacerlo, la primera reacción que él tiene es alejarme, apartarme de él.

— beomgyu, ¿qué sucede? — pero mientras más me acerco, más lejos parece querer tenerme. él nunca había reaccionado de tal manera conmigo, y creo que verlo así ahora también está asustándome un poco.

— ¡suéltame! — me empuja tan fuerte que choco contra la mesa. cuando lo miro, está temblando y las lágrimas le empañan los ojos. veo cómo su pecho sube y baja con rapidez en una búsqueda vaga de regular su respiración. la forma en que me mira es... beomgyu nunca me había mirado así antes. — déjame en paz, yeonjun.

nunca me había mirado como si sintiera miedo de mí... nunca me había mirado como lo está haciendo ahora.

es lo último que me dice antes de salir de la casa. el sonido ensordecedor de la puerta principal siendo cerrada con fuerza marca el final de nuestra conversación.

de repente, siento que quiero llorar.

𝘀𝗼𝗹𝗲𝗱𝗮𝗱 𝗲𝗻 𝗰𝗼𝗺𝗽𝗮ñí𝗮. yeongyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora